Los tomates que se cosechen este año tendrán menos plaguicidas que nunca. El departamento de Agricultura del Consell de Ibiza ha decidido combatir en 2012 la Tuta absoluta –que hace tres años causó estragos en esa hortaliza– prescindiendo de productos químicos en muchas parcelas de la isla donde se cultivan, tanto de invernadero como al descubierto. La culpa la tiene un bicho, el Nesidiocoris tenuis, y cómo ha actuado en una finca, la de Can Joan des Camp (Sant Carles), propiedad de Joan Marí Guasch, presidente de Agroeivissa. Cómo llegó hasta allí ese insecto sigue siendo un misterio, pero los resultados fueron formidables: no dejó rastro de la polilla del tomate.

Marí decidió sembrar el pasado año 1.000 plantas de okra, una leguminosa exótica que forma parte esencial de la cocina sudamericana y oriental, que se produce a espuertas en la India y que se emplea para espesar sopas y ragús, además de ejercer una función balsámica y protectora de la mucosa digestiva. Asada sirve como guarnición para carnes y pescados. Debido a su poca demanda (era una petición especial que un cliente hizo al agricultor) y a su falta de resistencia al almacenamiento, la planta exigía recolecciones diarias y que no se tratara químicamente contra las plagas.

Sin química desde julio

Durante ese contacto diario con la plantación, cuyos pormenores Marí anotó en su cuaderno de campo, observó que las plagas que atacaban la okra (el pulgón, la heliothis spp. y la mosca blanca) remitían sin rociarlas con sustancias químicas. «Aparecía una plaga y al poco tiempo, desaparecía. Se notaba que existía un equilibrio, un depredador de esas plagas», recuerda Marí.

Aun sin saber que ese equilibrio lo ponía el Nesidiocoris tenuis, decidió a mediados de julio, y por su cuenta y riesgo, suspender los tratamientos con plaguicidas en una de las tres parcelas que dedica a cultivar tomates. El nivel de capturas de Tuta absoluta en los polilleros seguían siendo elevados, pero, curiosamente, los daños disminuían. Aunque no entendía cómo, sin química, estaba sucediendo aquello, decidió subir su órdago: desde principios de agosto eliminó el tratamiento a toda su plantación. A todo o nada.

Resultado: «Los daños disminuyeron drásticamente y tuve una superproducción, entre un 30 y un 40% más de tomates que años anteriores tras eliminar el tratamiento semanal con plaguicidas». Y no solo de tomate: también de pimientos, de berenjenas y de otros productos.

En septiembre, los laboratorios del departamento de Agricultura creyeron encontrar una explicación: en cada planta analizada hallaron hasta 25 ejemplares de Nesidiocoris tenui, un depredador heteróptero de la polilla del tomate y de otras plagas en su fase larvaria. Si hay larvas, allí está el Nesidiocoris tenui. Buscan a su presa, la matan con su estilete y succionan su esencia. Le encanta la mosca blanca en todas sus fases, aunque prefiere sus larvas y huevos. No hace ascos a la araña roja ni a otros lepidópteros. Si no hay bichos a su alcance, succiona de la planta, pero el daño es menor.

El Nesidiocoris tenui es un viejo conocido de la conselleria de Agricultura: hace años lo probaron –de hecho, se comercializa en botes de 500 individuos– pero con pobres resultados. Quizás, como reflexiona Javier de Pablos, responsable de ese departamento, porque al mismo tiempo se empleó el tratamiento químico. Tras lo ocurrido en la finca de Can Joan des Camp han llegado a la conclusión de que los plaguicidas también se cargaban a ese depredador natural de la tuta. De ahí que para este año hayan decidido probar suerte, a todo o nada, como Joan Marí, en varias fincas: arrinconarán los malsanos y caros tratamientos químicos e intentarán combatir la plaga con este voraz insecto.

¿Cómo llegó?

En Agricultura consideran que la planta de okra actuó como reservorio para la proliferación del Nesidiocoris tenui y que desde ese cultivo se pasó a los colindantes de tomate, donde se zampó los huevos de tuta. No saben si llegó casualmente, si había ejemplares de sueltas programadas anteriores o si se produjo una suelta intencionada en 2011.

Lo importante es que funcionó. La estadística que elaboraron da fe: en Can Joan des Camp el daño en los frutos cayó hasta un 2% de la cosecha (sin tratamiento químico), mientras que en el resto de tomateras de la isla (tratadas) los perjuicios oscilaron entre un 5 y un 15%. Además, hubo un notable «incremento de la calidad de la producción» y con «ausencia absoluta de residuos». Es decir, más y mejor.

Vistos los resultados, para 2012 la campaña de seguimiento y control de la tuta será distinta: se programarán experiencias en cultivos para determinar la influencia de utilizar plantas reservorio de insectos útiles (Nesidiocoris tenui) con el fin de eliminar los plaguicidas. Los plaguicidas, en conserva.