El edificio está concluido. Ya solo los cables de la instalación eléctrica, como hilvanes de un traje a punto de estrenar, esperan pacientes la llegada de las lámparas.

–¿Ha encontrado todo correcto en el final de obra?

–No ha habido ningún inconveniente, el trato siempre ha sido muy bueno. Hemos tenido una suerte tremenda con el equipo profesional y humano de Fomento de Construcciones y Contratas. Ya tenemos las llaves y las claves de acceso de seguridad.

–Y ahora falta la iluminación.

–Ahora termina FCC y entra Citelum, que ha sido la adjudicataria de la iluminación. La instalación está hecha, solamente quedan por poner las lámparas. Calculo que en un mes o dos la iluminación estará colocada. He pedido permiso para que el personal del museo pueda ir trabajando de manera simultánea para poder abrir puertas a finales de abril, como anunció la concejala de Cultura, Lina Sansano. Hay que plantear los despachos de administración, la señalización del edificio, el traslado del almacén provisional, colocar el mobiliario y la puesta en escena de la colección permanente.

–Unos meses de trabajo intenso.

–La experiencia de apertura del Museo Puget fue muy gozosa y muy dura también. También tenemos bajo nuestra responsabilidad la Casa Broner y poner en marcha el proyecto museográfico que se hizo en su día. Estos meses van a ser de mucho trabajo. Ningún frente puede estar descuidado.

–Tanto en presupuesto como en plazos, la obra del Museo de Arte Contemporáneo no ha sido lo que se planeó.

–En 2007 empezó la obra. Íbamos a acabar en 2009 pero en 2008 aparecen los restos, con lo que modificamos el proyecto museológico y arquitectónico y volvemos a pasar otra vez todos los trámites... Y estamos a principios de 2012. No hago una lectura negativa. El hecho de descubrir restos arqueológicos ha supuesto, finalmente, un enriquecimiento para el museo. En un primer momento se mezclaron muchas emociones. Cuando me llamó Rosa Gurrea con lo de «Elena, han aparecido...» sentí una enorme alegría como historiadora y como profesional porque es un yacimiento importante pero, por otro lado, fue un gran susto. Había que parar la obra y volverla a inventar. Pero nadie del equipo desfalleció y estamos contentos del resultado. Gracias a los restos, el edificio nuevo ha ganado mucho desde el punto de vista arquitectónico, aunque se ha restado superficie a la planta -1.

–Las circunstancias de la apertura no parecen las idóneas.

–Somos muy conscientes de que el museo tiene que abrir ya. Las circunstancias locales y nacionales actuales son de crisis y las políticas que se están aplicando son de restricción de presupuestos. Pero el ciudadano no puede estar pagando siempre por todo. No se puede decir ahora ´este museo no lo abrimos porque no se dan las circunstancias óptimas´. No. Sabemos que las circunstancias óptimas en la vida no se dan nunca. ¿Cuándo se dan? Tengo 51 años y creo que jamás en mi vida se han dado las circunstancias óptimas. Si yo no creyera que la cultura sirve para crecer o para ser mejor, me acobardaría más. Pero tengo una fe ciega en la cultura. Si la evitas o la ignoras, si la odias o sientes rencor hacia ella nunca puede ejercer sus bondades. Me pongo en el bando de los que luchan para que haya cuanta más cultura, mejor.

–En tiempos de crisis parece que queda mal gastar en cultura. ¿Va a tener el museo presupuesto suficiente para adquirir obra y funcionar bien?

–El ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, ha anunciado que va a recortar las subvenciones nominativas. Hay que pensar que mantienen vivos muchos museos de España. El Museo Puget vive también porque recibe una subvención nominativa. Hasta ahora hemos recibido presupuesto para la construcción del MACE y pensábamos seguir pidiendo al Ministerio algún tipo de ayuda. Wert dice que va a recortar estas ayudas, pero, al mismo tiempo, anuncia que presentará la nueva Ley de Mecenazgo en febrero. La desgravación fiscal por aportaciones a la cultura será mayor. Si hoy es de un 25% subirá entre un 30 y un 70%. Al menos esas son sus pretensiones. Los museos españoles tienen todos o casi todos un modelo de gestión que depende de los presupuestos públicos. Tal vez ahora hay que buscar un modelo de gestión mixto, sin perder la titularidad. La ley puede permitir que entre dinero privado en nuestros órganos de gestión, patronatos o fundaciones. Un dinero privado que obtendrá un doble beneficio: la desgravación fiscal y una imagen de compromiso social muy beneficiosa, apoyando cursos para niños, personas mayores, adquisición de obra... Ahora estamos a las puertas de eso. De momento me tendré que ajustar a lo que tengo.

–El modelo americano es privado. ¿Plantea algo intermedio?

–Lo bueno es una combinación de ambas cosas.

–¿Le gustaría que fuese una empresa nacional potente la que se implicara económicamente en el MACE o que lo hicieran los empresarios de Ibiza?

–Me da igual. Si entran empresas potentes de fuera, las recibimos con los brazos abiertos. Si los empresarios ibicencos dieran un paso no sabes qué alegría me llevaría. Me haría pensar que hay una conciencia social recíproca. Sería una enorme satisfacción. Todos estamos concienciados en alguna medida de que el Estado no puede con todo y que hay que participar en mayor grado en cosas públicas. La gente tiene que saber que el museo nunca es de quienes lo dirigen sino que es de todos y para todos.

–¿Qué horario tendrá el MACE?

–Me gustaría que no cerrara al mediodía. Los horarios estarán supeditados siempre al presupuesto que tengamos para los vigilantes y el personal de atención al público.

–¿Qué programación ofrecerá?

–En los últimos años se ha criticado mucho el hecho de que se han creado museos sin contenido. Contenedores sin contenido y sin ideas. El museo de Ibiza es totalmente lo contrario. Se ha hecho una ampliación porque el museo tiene una gran colección. No somos un museo típico. El museo abrió teóricamente en el año 1964 pero se inaugura en el año 1969. Ha ido generando una colección, en principio ligada a las bienales de Ibiza, y, desde el año 1990, con una política de adquisiciones con unas líneas de fuerza clarísimas en torno a los artistas que habían desarrollado sus vidas y obras en Ibiza. En los primeros años el museo de Ibiza dio un poco la espalda al arte que había sido acontecido en la isla. Ahora, el museo tiene una colección importante que puede explicar el arte del siglo XX perfectamente. La colección es el motor del museo. Se expondrá en un porcentaje bastante amplio y pretende no quedarse estancada, sino ir creciendo. Colgaremos y moveremos obras con frecuencia.

–Sansano explicó que los restos arqueológicos formarán parte de la exposición del museo.

–Cuando aparecen los restos arqueológicos, es emocionante. Nos hace reflexionar sobre un hecho: nuestra referencia de memoria no es el siglo XX, porque albergamos en nuestros muros toda la historia desde el siglo VII antes de Cristo hasta hoy. Eso es una maravilla. Descubrir que el argumento de la programación sobre el que voy a pensar en estos años venideros va a tener como punto de partida el siglo VII antes de Cristo. ¿Por qué el contemporáneo tiene que beber solo de sus mismas fuentes? El artista bebe de la vida y la vida es la cultura. Queremos invitar a artistas a reflexionar sobre esto... una preocupación por la memoria, lo que ha representado la cultura anterior. Parece algo muy abstracto pero se irá viendo cómo se desgrana en algo muy concreto.

–¿Cuántas exposiciones temporales podrán programar al año?

–Para los tiempos que corren y siendo realista sería bueno hacer tres o cuatro temporales al año. El museo tiene ahora más de 2.000 metros, más salas donde hacer exposiciones. Habrá videocreación, software art, arte en la red... hay muchas cosas no tan tangibles que se pueden combinar en el museo.

–¿Se potenciará la presencia de artistas locales?

–Nunca hemos mirado el lugar de nacimiento del artista. Sí que es verdad que prestamos atención a nuestros artistas. Hemos hecho antológicas de todos los que tienen una obra sólida importante o excelente. Bechtold, Broner, Calbet, Marcel Floris... No vamos a centrarnos en ser ´el museo de los artistas locales´. No conozco ningún museo con las miras tan cortas. Cuando encontremos un artista bueno, da igual de dónde sea, si la obra lo merece, estará.

–¿Se venderá el museo como un atractivo turístico o pretende ser un museo para los ibicencos?

–El museo tiene que jugar en las dos canchas. Tiene que proyectarse hacia los ciudadanos. Me da igual si viven aquí, si son turistas o están de paso. Esa es mi responsabilidad y mi cometido. Las áreas de turismo tienen que hacer la promoción de los museos. Mi responsabilidad es que el museo esté abierto, cuidado, que tenga programaciones interesantes, ofrezca actividades, áreas de investigación y didácticas. La responsabilidad de la proyección de eso como oferta turística les corresponde a las áreas de turismo. No nos negamos, al revés, invitamos a que eso se haga.

–Pero si el museo no programa una temporal de un artista potente es difícil llamar la atención.

–Eso es marketing y yo no voy a utilizar esas reglas del marketing. ¿El arte es mentira? ¿Yo qué vendo aquí? Yo creo que el arte es verdad. No quiero entrar a jugar con esas claves. Hay proyectos-marca que pueden jugar con eso. El edificio del Guggenheim ya era un señuelo de atractivo para las masas. Es un modelo en el que se puede creer o no. Yo no creo mucho en ese modelo museológico. Me parece más interesante un modelo de recorrido más lento. Un proyecto que cale más hondo, que no se base solo en las leyes de consumo rápido, propias de la ley de los mercados. No quiero asimilar la cultura a las normas del mercado. Ibiza no es Bilbao. El turismo que tenemos funciona muy bien y sería de locos pretender que el museo cambie el modelo. El museo no se riñe con ese modelo, encaja perfectamente. Imagino el museo con una gran actividad diaria, con mucha gente entrando, con lugares donde poder sentarse y charlar, contemplar los cuadros con calma. No me gustaría un consumo rápido de la visita. Me gustaría que la gente encontrase en el museo su casa de cultura en el mejor sentido de la palabra casa, que lo sientan como propio.

–¿Este museo va a tener cafetería y tienda?

–Tiene tienda pero no tiene cafetería. No ha sido posible por falta de espacio. Los almacenes también se han visto muy mermados por el hallazgo de los restos. Había que sacrificar la cafetería pero nos gustaría tener un servicio similar, con alguna máquina... Hay muchos bares y cafeterías de la plaza de Vila que tienen puertas traseras que dan a la entrada principal del museo. Podría ser una opción. Vamos a inventarnos algo.

–«El director de un museo también es un autor». Lo dice Glenn Lowry, director del MoMA. ¿Está de acuerdo?

–Probablemente tiene algo razón, no tanto por el protagonismo del director sino por la responsabilidad del trabajo que hace. El autor es una persona que se responsabiliza, con su firma, del trabajo que proyecta. El director tiene algo de hombre orquesta, ha de servir para muchas cosas muy distintas. Relaciones públicas, organización... tiene que saber de todo lo que pasa en el museo y en el museo pasan cosas muy distintas.

–¿Cómo asume las críticas, algunas muy duras, que ha recibido a lo largo de estos años?

–Cuando se critica con responsabilidad y de una manera saludable, porque alguien no está de acuerdo con lo que has hecho, se recibe muy bien. Es una señal de que la sociedad funciona con sentido crítico. Yo también critico. No puedo pretender que la sociedad no tenga opinión, al revés, las críticas de este tipo ayudan y hacen reflexionar. Cuando las críticas son de mala fe pues, hombre, te duelen, como a cualquier ser humano y te da rabia. Son críticas destructivas.