­Los faros de la Mola y es Botafoc cumplieron el pasado 30 de noviembre sus 150 años de historia. Vieron la luz gracias a los proyectos del ingeniero nacido en Palma Emili Pou (1830-1888), el «precursor de la señalización marítima en Balears», y todavía hoy, monitorizados remotamente, sirven de guía en las noches y en los temporales a las embarcaciones que surcan las aguas pitiusas.

«Cuando tenía seis años se electrificó el faro de la Mola y todavía recuerdo cuando se trabajaba con petróleo. Había que subir cada día arriba del faro, había dos depósitos y con una bomba de presión se hacía subir [el combustible]», afirmó, en la charla celebrada ayer en el Club Náutico de Ibiza por el citado aniversario, el técnico de sistemas de Ayuda a la Navegación, Santi Ribas, farero e hijo también de farero. Entonces, «un mecanismo de relojería» hacía rodar la óptica que, como hoy, estaba suspendida en mercurio –«la única que queda en funcionamiento»–.

Con la electricidad, en el caso del faro de la Mola, llegó una mayor comodidad para «los técnicos» que vivían y trabajaban allí, y también un cambio en sus tareas. Eso sí, el sistema del petróleo «era más seguro cuando había tormenta y caían rayos», destacó Ribas, aunque con la instalación de pararrayos y algunas mejoras, se consiguió que los sistemas eléctricos no tuvieran fallos. Mientras el faro de la Mola funcionaba así, en Barbaria se creó otro que iba a gas, pues hasta allá no llegaba la luz eléctrica. Después vendría la instalación de placas solares y el telecontrol desde un lugar remoto que ha permitido «simplificar mucho» el trabajo.

«Antes había uno o dos técnicos en un faro. Se ha ido reduciendo la plantilla y ahora entre dos cuidamos de más de 40 luces entre faros, balizas o luces de puerto», subrayó Ribas, de 46 años, quien a los 16 fue a vivir al faro de es Botafoch por el trabajo de su padre y que después regresó a la Mola a trabajar y, tras pasar por el de ses Coves Blanques, en Sant Antoni, de nuevo a la baliza de Ibiza.

Junto a Ribas participaron en la charla el directivo del Club Náutico e historiador Pere Vilàs y el jefe de Proyectos y Obras de la Autoridad Portuaria de Balears (APB), Jorge Martín, quienes coincidieron en resaltar la figura de Emili Pou –Hijo Adoptivo de la ciudad de Ibiza–, quien en 1847 impulsó un plan sobre la necesidad de ubicar estas señales luminosas en el litoral. Gracias a esto se pasó de contar con alrededor de 40 a 126 faros.

Vilàs recorrió la historia de los faros homenajeados, de cómo tras el diseño del proyecto y la adjudicación de las obras se consiguieron poner en marcha tras retrasos provocados por la falta de piedra para construirlos, encontrarse con que el terreno era blando –como ocurrió en el entonces islote de es Botafoch– o con enfermedades de los trabajadores. «Aceite de oliva era el combustible que empezó a usar el faro de la Mola», recordó el historiador, que destacó «la idoneidad» del lugar donde se ubica que incluso «inspiró a Julio Verne para su novela ´Héctor Servadac´».

Por su parte, Martín indicó que actualmente la APB tiene 34 faros asignados a su gestión, lo que la coloca la primera de España, «con un gran bagaje y experiencia» que la «obliga a ser puntera en tecnología». De ellos, diez están en las Pitiusas y la mayoría «en lugares de difícil acceso», por lo que su mantenimiento es «complicado». En estos momentos, comentó, todas las señales marítimas están telecontroladas desde Palma y estas tienen un 99,6 por ciento de fiabilidad.

Según Martín, con la tecnología y su evolución, las casas en los faros han perdido su uso, por lo que desde 1999 se buscó darles utilidades alternativas, pero reconoció que hay casos difíciles por su situación, como por ejemplo el de es Freus. Martín destacó el valor ambiental de los lugares donde están ubicados los faros y la necesidad de que la gente conozca, valore y visite este «patrimonio».