Dicho esto, está claro que, sin aquel entrenamiento, nuestro can mantiene en sus genes una indómita querencia que le lleva, siempre que puede, a recuperar su primitivo estado de libertad, su instintiva y contumaz autonomía. Y no es malo que así sea, pues es un rasgo de pureza y una clara señal de que la manipulación humana no consigue dominarlo del todo. Alguien ha dicho, con razón, que nuestro enigmático podenco tiene rasgos ´felinos´. Y es cierto. Lo vemos en su andar basculante y silencioso, en sus estiramientos, en su mirada aguda y recelosa, en su forma de cazar, en esa tendencia que mantiene, en fin, de valerse solo y de ir a su aire. Lo diré de otra manera: en un podenco adulto que haya estado en estrecho contacto con la naturaleza, siempre pesará más el afán de cazar que la fidelidad a su amo. Una situación distinta es la del podenco que, desde muy pequeño, vive enclaustrado en un piso €mayúsculo error€, o que ha sido ´preparado´ con el exclusivo fin €aberración no menor€ de participar en concursos de belleza canina. En tales casos, está claro que se manipula su desarrollo y se condiciona su comportamiento. Pues bien, aun así, convendrá que su dueño no lo pierda de vista, pues siempre será un perro que, si encuentra la ocasión, puede desaparecer y no regresar. Un hecho que habla a su favor.

Este preámbulo viene a cuento porque me gustaría dedicar unas líneas a comentar el estándar del ca eivissenc, la escueta ficha que identifica a nuestro can en el registro oficial que tiene cada país para determinar las características esenciales de sus razas autóctonas. Y quiero hablar del estándar de nuestro formidable podenco porque está muy lejos de explicar su verdadera naturaleza, su manera de comportarse y su carácter. El estándar nos da €tal vez, con excesivo detalle€ su estampa, su apariencia, sus rasgos físicos, pero su descripción es pasiva, estática, escultórica. Y a nosotros nos interesa el animal real, el animal vivo, el animal en movimiento, lo que los criadores llaman una prova de treball. El estándar del ca eivissenc incide en sus parámetros morfológicos, en sus formas y medidas corporales, pero causa una inevitable prevención comprobar el desmembramiento que el referido estándar hace al puntuar, en base a 100, cada parte de su cuerpo. Su aspecto general, por ejemplo, vale 25 puntos, la cabeza 10, los ojos, 4, las orejas 6, el cuello 5, el cuerpo 20, las extremidades 20, la cola 4, y el pelo y el color valen 6. Es una valoración, en fin, que olvida lo esencial. No nos dice por qué nuestro can tiene la cabeza que tiene o a qué responde la particular forma y la sorprendente movilidad de sus orejas, ni nos da razón de su estilizada figura o qué finalidad tiene la potencia de sus cuartos traseros.

Y tampoco dice nada, ya digo, de lo que más importa: su talante, su carácter, su agilidad, sus reflejos, su instinto, su relación con la naturaleza y, sobre todo, sus eficaces estrategias de caza. Me consta que, para solucionar este vacío, la Associació del Ca Eivissenc d´Eivissa i Formentera presentó en su momento, con muy buen criterio, un estándar de treball de nuestro podenco que había de completar el estándar morfológico. Sabemos que la propuesta se aprobó, pero lo cierto es que sigue pendiente de publicación en el Boletín Oficial.

Volviendo a nuestro enigmático cánido, debo decir que sobre él tengo más preguntas que respuestas. Lo ignoro casi todo y lo poco que sé es lo que me lo han contado algunos criadores y cazadores. Ellos tendrán siempre la última palabra. Aquí sólo cabe, a guisa de ejemplo, un breve comentario de aquello que, siendo esencial, el estandar no matiza o ignora. Afortunadamente, hay un factor en el que convergen todas las características, no sólo somáticas, el hecho de que es, en sentido estricto, un perro de caza. Ello quiere decir que ha sido su especialización la que ha determinado que sea como es. Es cierto que no podemos mesurar como querríamos su vista, olfato y oído, pero es evidente que tienen la extraordinaria agudeza que el can necesita para descubrir y levantar las piezas que suele cazar. Y muy posiblemente, de los tres sentidos, el oído sea su mejor arma. De ahí el tamaño, la altura, las formas cónicas de sus pabellones y, sobre todo, su extraordinaria movilidad, que si miran normalmente hacia adelante, hacia los lados y también hacia atrás. Y tiene también sentido que su cabeza sea larga y estrecha, con un hueso occipital prominente y frontalmente aplastada, con el hocico proyectado, cónico, afilado: en su perfil aerodinámico, es casi la cabeza de un ave. Y así podríamos seguir con un análisis funcional detallado. Su cuello es largo, arqueado y bien musculado para poder meter la cabeza en la espesura y doblarla con un giro forzado cuando así lo exige un agarre. Y sus mandíbulas son largas, fuertes y secas para coger a su presa y sujetarla, cosa que suele hacer sin llegar a romperla. Y su grupa en pupitre, sus riñones arqueados y sus extremidades posteriores, largas y poderosas, son auténticos muelles que se disparan impulsándole acrobáticamente. Y finalmente tenemos sus pies de liebre, con un excelente apoyo en suelas duras, pezuñas largas y apretadas, y una zona mollar que le permite un desplazamiento absolutamente silencioso.

Evidentemente, dejamos por decir muchas cosas que no sé y aquí no caben. Me refiero a un estudio que profundice en su carácter, en su instinto, en su comportamiento. Los cinófilos tienen aquí €siempre con ayuda de los criadores y cazadores€ mucho camino por hacer. Y estoy seguro de que, cuando lo hagan, pueden sorprenderse y sorprendernos.