­¿A qué sabía el garum? ¿Apestaba tanto? ¿Qué pescados salaban los fenicios? ¿Con qué pescaban los púnicos? Las XXVI Jornadas de Arqueología Fenicio-Púnica, que se celebrarán desde el próximo lunes al viernes en el Museo Monográfico del Puig des Molins, darán respuesta a esas preguntas y a otras relacionadas con el tema que tratarán en esta edición: la pesca y las salazones en aquella época.

´La producción fenicio-púnica de sal en el contexto del Mediterráneo Occidental´ será el tema que abrirá las jornadas. Lo impartirá Julio Martínez Maganto, investigador del departamento de Prehistoria y Arqueología de la UAM. Jordi Fernández, director del Museo Monográfico, que con la colaboración de Sa Nostra organiza estas jornadas, recordó ayer que, precisamente, una de las utilidades de las extensas salinas de la isla debía ser la de emplear ese recurso para la salazón del pescado: «La pesca tiene poca vida, y si no se trata, se va a hacer puñetas pronto», dijo de una manera muy didáctica.

El doctor Ángel Muñiz Vicente, director del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia, explicará el martes qué artes y aparejos empleaban los púnicos y fenicios, mientras que el doctor Eduardo Ferrer Albelda, profesor titular del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, se centrará en un asunto que seguramente hará la boca agua a más de un asistente a su charla: ´Pesca y salazones en el mundo fenicio-púnico´, es decir, qué salsas elaboraban (el garum) y, sobre todo, con qué las preparaban.

Fernández explicó ayer que el garum debía ser una salsa deliciosa, pero que, eso sí, olía a mil demonios. Y no es de extrañar si se tiene en cuenta cómo lo preparaban: vísceras de pescado mezcladas con vinagre, especias, aceite o vino, machacaditas y puestas a macerar y fermentar al sol. El resultado se echaba sobre los alimentos como si se tratara de una salsa, o como la de soja actual. Por ejemplo, y siguiendo una receta del ´De re coquinaria´ del gastrónomo romano Marco Gavio Apicio, sobre lenguas de flamencos. «¡Cuántos tendrían que escabechar para cocinar un plato!», exclamó al respecto Fernández.

Había hasta ocho tipos de salazones, según Jordi Fernández: «Garum era el nombre general, pero lo había de primera, de segunda y de tercera, como los diferentes tipos de caviar, del que hay el sucedáneo y el original, y de este, de varias zonas». Pues lo mismo con el garum.

En la cuarta jornada, el jueves, el doctor Darío Bernal Casasola, profesor de Arqueología de la Universidad de Cádiz, se centrará en ´La captura y aprovechamiento de cetáceos en la Aantigüedad´. La última jornada correrá a cargo de un biólogo, el catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid Arturo Morales Muñiz, que recordará cuáles eran las especies pescadas e ingeridas en las sociedades fenicio-púnicas, en las que el atún hacía el papel de cerdo: se aprovechaba todo y daba mucho de sí.

Jordi Fernández, que aprovechó la presentación de estas jornadas para mostrar el libro que recoge las de la pasada edición, admitió que la situación económica podría provocar que el próximo año el Museo Monográfico tuviera que renunciar a alguna investigación, cobrar por algunas charlas y suprimir algún acto. No obstante se mostró contento ante la perspectiva de que el recinto se abra, al fin, poco antes de Semana Santa y de que el de Dalt Vila, empapado hace un año, empiece a secarse, pese a la que ha caído en las últimas semanas.