Antonio Alvar ha asistido como conferenciante a los siete cursos de Pensamiento y Cultura Clásica organizados por la sección balear del SEEC en Ibiza. Ayer habló de ´Amor y sexo en la antigüedad clásica´. «Venir a Ibiza es siempre un lujazo y me sirve para dar envidia a mis alumnos. Esta mañana [por ayer] he dado dos horas de clase en la universidad y me he despedido de mis alumnos con un ´os voy a dar envidia. Me voy a Ibiza a hablar de amor y sexo´».

—Cuando se habla de sexo en la antigüedad enseguida aparece el tema de la homosexualidad, que parecía entonces más aceptada que hoy.

—Entendemos homosexualidad como las relaciones entre personas del mismo género, pero no todas las relaciones de este tipo tienen la misma naturaleza. Había homosexualidad en la antigüedad pero tiene poco que ver con la homosexualidad de nuestros días. En Grecia, desde la época Homérica hasta la llegada del cristianismo observamos comportamientos homosexuales pero con unas connotaciones muy claras, centradas, sobre todo, en las ciudades de Atenas, Tebas y Esparta. La homosexualidad era fundamentalmente masculina. La femenina existe pero no aflora en los textos, salvo en el caso de Safo de Lesbos. Se trata de una relación en la que es imprescindible que las dos personas no tengan la misma edad. Se da entre un adulto y un efebo joven, que está aprendiendo. Hay una relación de efebía, en la que un adulto que no es miembro de la familia educa a un joven muchacho para que pueda acceder desde la infancia a una vida social plena. Eso supone que le introduce en todos los conocimientos necesarios, entre ellos el sexual.

—¿Y una vez que termina el período de aprendizaje?

—Esa relación de pareja se rompe y el pederasta, el señor que gobierna o dirige al joven, toma a otro efebo para educarlo. No tiene mucho que ver con lo que es la homosexualidad en nuestros días. En Roma, las prácticas homosexuales están circunscritas a las clases patricias, las que tienen más dinero y estatus social más alto, las que están más helenizadas. En Roma ya no interesa la relación pederasta-efebo, sino que ya es una relación más carnal, que busca el placer. Se trata de un adulto que tiene relaciones con un chico más joven pero por placer, no por educarlo. Tanto en Grecia como en Roma sería impropio hablar de homosexualidad sino de bisexualidad. Esos hombres están casados, tienen varias esposas en el caso de Grecia, y mantienen relaciones con ellas. De Julio César se decía que era ´marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos de Roma´. Algunos textos ponen en relieve que la homosexualidad estaba circunscrita a las clases altas y al ejército, porque si no había mujeres [en el campo de batalla] se hacía con hombres o con las mulas de carga.

—Y entonces llega el cristianismo.

—Que lo contempla como una degeneración, como una actitud pecaminosa, pero debo decir lo mismo que con respecto al aborto, que ya eran prácticas generalmente rechazadas. Existían antes de la llegada del cristianismo pero la actitud que nos llega hacia ellas a través de los textos antiguos era, esencialmente, de disgusto y rechazo, de que aquello ´no es lo normal o natural´. Pretender decir que el cristianismo prohíbe la homosexualidad o el aborto porque tiene una moral distinta es falso. El cristianismo subraya una tendencia que ya estaba generalizada en la sociedad.

—Pero lo que ha trascendido es que la sociedad griega y romana eran más libertinas y promiscuas.

—Cuando hablamos del mundo antiguo hay que matizar que es un período extraordinariamente dilatado en un espacio geográfico enorme. Es cierto que tiene un interés añadido porque sus comportamientos no están contaminados por el cristianismo ni la moral ni la ética cristiana. Cuando llega el cristianismo las cosas cambian, en el sentido de que la falta que se comete al abortar, al mantener una relación homosexual o poligámica no es contra otra persona, o contra uno mismo o la sociedad sino una falta contra dios, es el concepto de pecado. Puedes recibir una condena eterna. Pero, al mismo tiempo, el cristianismo proclama el ´amaos unos a los otros´. Esto es absolutamente revolucionario porque lo último que se le podía ocurrir a un patricio romano es que tenía que amar al prójimo como si fuese su hermano. Las relaciones no se construyen en torno al amor ni en Grecia ni en Roma. Las relaciones se construyen en torno a los intereses o a la comunidad de nacimiento. El cristianismo nos dice que las relaciones hay que construirlas en torno al amor. El cristianismo distingue el amor generoso, el de la caridad, del amor sexuado.

—¿Hay amor romántico en la Grecia y Roma clásicas?

—Hay dos puntos de vista sobre el tema en los poetas elegíacos. El de Calímaco, que ve a la mujer como un ser incomprensible, una persona con la que un hombre tiene poco que comerciar. Dice que lo mejor era ir de mujer en mujer, nada de celos. La mujer se usa y punto. La otra versión es la de Meleagro, que contempla la mujer como el ser más hermoso de la creación. Cualquier esfuerzo para conseguir a una mujer estará bien pagado. Cuando muera ´polvo seré mas polvo enamorado´, que es un verso de Propercio, que luego adoptó Bécquer. Lo que es sorprendente es que no se encuentra en toda la antigüedad ni un solo poema de amor de un esposo hacia su esposa. Y es también difícil de encontrar en toda la literatura universal. Toda la poesía de amor es esencialmente adúltera. Como si el matrimonio imposibilitara el amor.

—¿Existía la pornografía?

—Entonces no había concepto de pecado por lo que es muy difícil verlo [la manifestación pública del sexo] como transgresión de una norma ética superior. Un día me preguntaban qué es lo que más les sorprendería a los antiguos si viviesen en nuestra sociedad . Para empezar se extrañarían de que no pusiésemos a nuestros políticos y dioses en pelotas en la calle. ¿Usted se imagina en las plazas de los pueblos al Rey y a la Reina en pelotas en una escultura? ¿O a Zapatero o María Teresa Fernández de la Vega? Sería un poco fuerte, pero eso era lo normal para ellos. El asa de una jarra de agua podía ser un pene, la decoración de una cerámica podía ser una escena de zoofilia y podías encontrarte en un jardín un príapo con una verga enorme. Era algo completamente normal.