El Mediterráneo puede parecer un mar libre de maremotos. Nada más lejos de la realidad. Según un informe de la Comisión Oceanográfica Internacional (COI) de las Naciones Unidas, el 14% de los 1.100 maremotos que se han documentado en el mundo entre el año 1650 antes de Cristo y el pasado 2008 han tenido lugar en el viejo Mare Nostrum. Es más, el último de los 24 tsunamis que según el Instituto Geográfico Nacional (IGN) han impactado contra el litoral español desde el siglo III antes de nuestra era, se dejó sentir en la costa levantina, pero sobre todo en Illes Balears, el 21 de mayo de 2003.

Aquel día un terremoto de 6,8 grados a siete kilómetros de la costa argelina, que acabó causando 2.300 muertes en este país del Magreb, generó un pequeño maremoto que produjo cuantiosos daños materiales en pequeñas embarcaciones y dársenas de Balears. En Ibiza la zona más afectada fue la bahía de Sant Antoni. El paseo marítimo quedó inundado y los coches que estaban allí aparcados sufrieron numerosos destrozos. Al menos seis embarcaciones se hundieron, una de ellas un yate de 15 metros en la dársena deportiva de Santa Eulària.

El COI, junto a 31 países, entre los que se encuentra España, comenzó a desarrollar hace seis años el Sistema de Alerta de Tsunami en el Atlántico Noreste, el Mediterráneo y sus Mares Adyacentes. Esta red de alarma todavía en construcción, conocida como Neamtws por sus siglas en inglés, ha abordado su primer ensayo a gran escala con el fin de verificar la eficacia de sus sistemas de comunicación.

Ola gigante desde Turquía

La prueba consistió en un mensaje enviado por el Observatorio e Instituto de Investigación Sísmica de Estambul, en el que se informa de un supuesto seísmo en Turquía susceptible de generar una ola gigante, a todos los centros nacionales y de enlace de alerta contra los maremotos de la zona. El objetivo es descubrir eventuales lagunas en la difusión de este tipo de alertas, así como medir la rapidez en la transmisión de datos y la capacidad de reacción de los centros nacionales. Los mensajes se enviaron por correo electrónico, por fax y mediante el Sistema Mundial de Telecomunicaciones.

El director de la Red Sísmica de España, Emilio Carreño, explica que, «a diferencia de los océanos Pacífico e Índico, y en el Mar Caribe, en Europa y el Mediterráneo no existía un sistema de alerta temprana de maremotos». Carreño destaca que esta gran red, compuesta por sismógrafos, mareógrafos y sondas de presión en el fondo marino que transmiten datos en tiempo real, así como de complejos modelos matemáticos que simulan el avance de las olas, «sólo se puede construir desde la cooperación internacional».