Hace algo más de un año, antes del incendio de agosto de 2010 que arrasó buena parte de Benirràs, Jacinto Valderrama, ingeniero técnico forestal e ingeniero agrónomo, de 32 años, y Raúl Juan, ingeniero técnico industrial de 26 años, se plantearon la posibilidad de idear un plan de gestión forestal «no solo medioambientalmente sostenible, sino también económicamente». «Nos pusimos a darle vueltas al asunto», recuerdan ambos. Posteriormente, Adrián Ferrer, otro ingeniero industrial de 25 años, se sumó a la iniciativa. «Lo hemos hecho en plan amateur, sin ánimo de lucro. Lo hemos ido haciendo los fines de semana, durante los ratos libres», explican.

Tras el incendio de Benirràs el asunto tomó mayor fuerza. El reciente de Sant Joan, mucho más devastador que el de Benirràs, provocó, además, que la necesidad de un Plan de Gestión Forestal se colara en la agenda política como uno de los asuntos prioritarios. De hecho, así lo anunció el presidente del Consell, Vicent Serra, durante su discurso de investidura. La propuesta del Consell coincide con la que plantean estos jóvenes técnicos: limpiar el bosque y utilizar la maleza para la producción de biocombustible, una fuente de energía más económica que el gasoil de calefacción.

El conseller de Agricultura y alcalde de Sant Joan, Antoni Marí, Carraca, asegura que todavía no conoce con detalle esta propuesta, aunque reconoce que prácticamente «todo el mundo coincide con la misma idea», al tiempo que dice tener constancia de que hay más profesionales interesados en el asunto. «No se ha copiado nada a nadie. Cuánta más gente se involucre en el proyecto, mejor», afirma.

Marí explica que, como alcalde, «mucho antes de pensar siquiera en la posibilidad de ser conseller», ya tuvo interés en la instalación de calderas de biomasa o madera triturada en la piscina municipal de Sant Joan. También ha viajado este año a Sabadell, donde vio in situ cómo se utilizaba la maleza del bosque para la producción de biomasa.

El Plan de Gestión Forestal diseñado por Valderrama, Juan y Ferrer y que coincide con la idea que plantea el Consell, se basa en un sistema que se retroalimenta sin la necesidad de que la Administración tenga que aportar constantemente dinero. El único papel de las instituciones debería ser el de aprobar la normativa necesaria para adaptar el plan a la legislación vigente, subvencionar a través de líneas de ayuda la compra de calderas de biocombustible (incentivar el consumo) y controlar con inspectores la limpieza del bosque.

Más propietarios interesados

La propiedad de los terrenos de la masa forestal debe ser la encargada de llevar a cabo la limpieza del bosque y, además, «a coste cero». Para ello, se debe aglutinar al máximo número de propietarios posible a través de distintas asociaciones. De hecho, en cuestión de semanas está prevista la aprobación de los estatutos del primer colectivo de propietarios de terrenos forestales, el de Rafal Trobat, en Sant Josep, formado, de partida, por medio centenar de personas y que abarcará una superficie de 200 hectáreas. Esta sería la primera. El alcalde de Sant Joan asegura que en su municipio también está «muy avanzada» la idea de constituir otra asociación. «Hay una serie de personas que están muy animadas», informa Marí, que recalca que los propietarios son «la base» del plan. «Han de ser los verdaderos protagonistas», recalca.

Las asociaciones deben autorizar la limpieza del bosque a partir de «claras selectivas». Para no alterar el equilibrio natural, los propietarios deberían contratar a un técnico (ingeniero de montes o forestal) para que diseñase un proyecto, que debería ser aprobado por la Administración. Este proyecto recogerá qué superficie se puede limpiar, los metros cúbicos de maleza que se obtienen y su coste. Acto seguido entrarían en escena las empresas de trabajos forestales (hay varias en la isla) encargadas de ejecutar la limpieza del bosque siguiendo las directrices del proyecto aprobado y bajo la dirección del técnico.

El centro de gestión

El centro de gestión de recursos forestales es el siguiente eslabón de la cadena. Esta figura funcionaría como un almacén de distribución de la materia prima necesaria para alimentar las calderas e incluso para su transformación en biocombustible. El centro compraría la materia prima a las asociaciones de propietarios, que, con los recursos que obtuvieran, podrían pagar los servicios del técnico que ha diseñado el proyecto de limpieza y a la empresa que lo ha ejecutado. La Administración y los hoteles serían posibles clientes del centro de gestión de recursos forestales.

Valderrama, Juan y Ferrer explican que la zona boscosa de la isla abarca una superficie de 13.000 hectáreas. Además, el bosque genera cada año dos toneladas de masa forestal por hectárea, lo que supone un total de 26.000 toneladas de madera al año, la materia prima en torno a la cual giraría todo el sistema. En todo caso, las dos toneladas por hectárea de regeneración natural se basa en un dato estadístico. Por ello, Valderrama explica que, previamente, se debe hacer un inventario para constatar la densidad de la masa forestal y qué porcentaje se puede explotar sin afectar al equilibrio natural del bosque. «No se puede consumir más de lo que se produce. De lo contrario, el sistema entraría en decadencia y afectaría negativamente al bosque», advierten. De hecho, el ingeniero técnico industrial asegura que, una vez que el sistema funcione solo, llegará un momento en que «no todo el que quiera podrá instalar calderas de biomasa». «No se puede consumir más de lo que regenera el bosque», añade.

Destacan que, salvo la línea de subvención por la compra de calderas (y una sola vez), la Administración no debe estar inyectando continuamente dinero para mantener el bosque limpio. «Se corrompería el sistema porque no primaría la eficiencia. Además, sería infinito y la Administración no tiene recursos para estar soltando siempre dinero», explica Juan.

Los tres técnicos de esta propuesta explican que antes de poner en marcha el plan se debe constatar su eficacia mediante un proyecto de ordenación de montes y estudios de viabilidad económica y bioenergética. También proponen que todas las actuaciones de limpieza del bosque cuenten con el aval de una empresa de certificación forestal sostenible.

El conseller asegura que aún es pronto para abordar «los matices» del plan forestal. Tampoco se ha definido aún cómo se va a impulsar, si a través de un concurso público u otra fórmula. «El punto de partida lo tenemos claro, pero hay que trabajar mucho », indica.

El también alcalde de Sant Joan recuerda que su abuelo, que murió hace más de 30 años, «hablaba del guarda forestal que le marcaba los pinos que se podían talar» para mantener el bosque limpio. Algunas décadas después se podría recuperar esta práctica, pero «el guardabosques sería hoy en día un técnico forestal».