Ventanas que son mucho más que ventanas, que ocultan mucho más de lo que muestran y que dicen mucho más de lo que pueda parecer a simple vista. La joven artista ibicenca Irene de Andrés (Ibiza, 1986) ha ganado la undécima edición del Premio de Fotografía El Cultural con el proyecto ´Pokoj s vyhledem na more / Habitación con vistas al mar´, que expondrá desde el día 10 en la prestigiosa sala madrileña Marta Cervera, una de las 31 galerías de la capital que participan este año en el festival PhotoEspaña. El proyecto de la artista consiste en fotos de una habitación de un hotel de Brno (República Checa; el nombre de la exposición está en checo) en las que gracias a la manipulación del obturador parece que se pasa del día a la noche, cuando en realidad tomó las imágenes en solo siete minutos. «Es el obturador que se va cerrando lo que da la impresión de ser las horas que pasan», explica la autora.

La crítica de arte de la revista El Cultural Elena Vozmediano señala en la edición publicada ayer que «se podría decir que el eje temático del proyecto es el turismo, pero este se entrelaza con otras cuestiones de mayor calado»: «Irene de Andrés se ha centrado en la contradicción existente entre lo que el texto publicitario asegura y lo que las imágenes que ilustran los folletos reflejan. Interesa mostrar con nitidez el confort de las habitaciones, lo que obliga a hacer exposiciones más largas que resultan en que las ventanas con supuestas vistas –o sin ellas­– se vean blancas, cegadas por la luz». De hecho, el hotel en el que tomó las fotos está a más de 600 kilómetros del mar.

Pese a su juventud, Irene de Andrés vive un momento de actividad frenética: acaba de exponer en las galerías madrileñas Espacio Menosuno (´Límite visual´) y La Zúa, está a punto de inaugurar la de la sala Marta Cervera y en septiembre abrirá otra muestra en el Espacio F del Mercado de Fuencarral.

Vozmediano explica que el jurado de El Cultural, presidido por Blanca Berasátegui e integrado por Marta Cervera, Paula Achiaga, Rocío de la Villa, Bea Espejo, Abel H. Pozuelo, Javier Hontoria y la propia Vozmediano, «supo apreciar en la aparente sencillez de las imágenes el sustrato técnico, histórico-artístico y socioeconómico de este trabajo».

La obra de Irene de Andrés tiene un nexo común: una profunda reflexión sobre el turismo que va mucho más allá y que se convierte en toda una reflexión, muy inquietante y turbadora, sobre la condición humana, sobre la búsqueda de la felicidad y el deslumbramiento ante los paraísos prediseñados, que enlaza con la tradición artística más clásica de movimientos como el Romanticismo o el Simbolismo. El estilo de vida apresurado, la falta de tiempo para la contemplación, para el pensamiento, en un mundo atestado de estímulos visuales con un bombardeo de imágenes de todo tipo y a todas horas que aturden y ensordecen es otra de las preocupaciones de la artista, como explica en la entrevista publicada por la revista: «La ventana como símbolo reúne muchos de mis intereses: el encuadre, la retícula, el filtro, la pantalla. Es también el modo de hacer visibles cosas cotidianas, desperdicios de nuestro tiempo, a veces solo con el encuadre, con tapar todo y dejar solo visible un recuadro» (lo que hace en ´Límite visual´ al tapar con pintura negra folletos y revistas de viajes y dejar solo abiertas pequeñas ventanas en las que asoman imágenes casi irreales del mar).

La completa formación artística de Irene de Andrés también late en su obra, donde hay referencias a Friedrich (cuyos barcos coloca sobre imágenes sacadas de webcams que filman de forma ininterrumpida un horizonte marino en ´Navegación por estima´), al Romanticismo («el germen de muchas cosas que siguen latentes en el arte de hoy: el cambio de la mirada, los filtros a través de los cuales observamos la realidad...», explica) y a otros muchos clásicos de la historia del arte y del cine. De Andrés utiliza todo tipo de soportes para su obra: dibujo, fotografía, vídeo, grabado...

Vozmediano escribe que la artista «altera las condiciones en las que nos enfrentamos a las ´vistas´ para hacernos conscientes de su opacidad, de la pérdida de significado del paisaje a través de su sometimiento a los estereotipos comerciales». «Aquí, la habitación con vistas al mar se revela finalmente como una cárcel en la que la luz y la oscuridad se relevan para formar una pantalla infranqueable por la mirada», concluye la crítica. Alojarse en un hotel ya nunca será lo mismo después de contemplar la obra de esta artista.