El incendio de Sant Joan se propagó con tanta rapidez porque las condiciones meteorológicas que había el pasado miércoles en Ibiza eran excepcionalmente secas: 30 grados de temperatura y una humedad relativa de solo el 28%, inferior incluso a la habitual durante el mes de agosto. Ello, unido a una velocidad del viento de entre 15 y 20 kilómetros por hora, hizo inútiles los esfuerzos del dispositivo contra incendios, que acudió al lugar tan solo veinticinco minutos después de haberse originado las llamas. «Cuando se inició, ya estaba fuera de la capacidad de extinción», afirmó el Govern.

El conseller balear de Medio Ambiente en funciones, Gabriel Vicens, y el jefe de servicio de Gestión Forestal, Luis Berbiela, explicaron ayer en rueda de prensa las claves del operativo y la inusual rapidez con que se propagaron las llamas desde su origen en la finca de Can Pinet hasta el Port de ses Caletes y Cala d’en Serra, siete kilómetros más al norte en línea recta. Vicens y Berbiela aseguraron que la velocidad media de avance del fuego fue de 24,7 metros por minuto -lo que equivale a 1,48 kilómetros por hora-, aunque teniendo en cuenta que el cálculo se ha realizado computando también como distancia las pendientes y laderas de cada monte. El fuego alcanzó la costa al cabo de solo diez horas desde que se originó, poco antes de la una y media del mediodía del miércoles.

Los responsables medioambientales del operativo indicaron, para dar una idea de la celeridad con que avanzaba el siniestro, que había fragmentos incandescentes -piñas y ramas en llamas- que salían despedidas desde el frente hasta una distancia de 1,5 o 2 kilómetros más allá, donde se originaba un nuevo foco, haciendo así inútil el papel de los cortafuegos existentes en la zona. Vicens y Berbiela atribuyeron a este fenómeno la aparición de focos distantes que algunas personas han interpretado como la evidencia de la acción de algún desaprensivo.

En cualquier caso, ambos responsables de la conselleria indicaron que, de no haber sido por la acción combinada de más de 500 personas, 20 aeronaves y más de 100 vehículos terrestres, el fuego podría haber devorado todavía más territorio forestal. De hecho, la extensión calificada por la conselleria como «superficie en riesgo» en ese entorno sumaba las 3.225 hectáreas, de las que quedaron afectadas 1.576. De éstas la mayor parte han sido carbonizadas y solo una pequeña parte ha sobrevivido intacta, aunque no se ha cuantificado aún. Tanto Gabriel Vicens como Luis Berbiela destacaron que se logró el objetivo de que las llamas «no llegaran a Portinatx y a Sant Joan».

En su opinión, el fuego no habría podido apagarse aunque se hubieran empleado más medios.

El conseller de Medio Ambiente hizo un llamamiento a la «sensibilización ciudadana» y a la adquisición, por parte de los particulares, «de una cultura del riesgo». También consideró que es necesario «adoptar hábitos de autoprotección», como la eliminación de elementos combustibles en los alrededores de las viviendas, como acumulaciones de leña, recipientes con carburantes o ramas en contacto directo con la casa. «Hay que evitar velas, cohetes y barbacoas», subrayó por su parte Berbiela, que otorgó tanta importancia a este hecho como a la creación de nuevos cortafuegos: «En materia de prevención ya se actúa por parte del Govern, pero la primera prevención la han de llevar a cabo los particulares», afirmó.

Para disipar cualquier atisbo de sospecha sobre la falta de medios en Eivissa cuando empezó el incendio, el conseller de Medio Ambiente afirmó que «desde el día 1 de mayo hay en la isla los mismos medios que pueda haber en agosto», e incluso este año se había adelantado al 15 de abril la llegada del primer helicóptero contra incendios.

Luis Berbiela detalló luego el programa de actuaciones previsto a partir de ahora, después de que el siniestro se declare oficialmente extinguido, lo que podría tardar aún entre diez y quince días.

La primera acción que se adoptará será la «eliminación urgente de árboles quemados con riesgo de caída» sobre carreteras, líneas eléctricas o telefónicas y entornos urbanos. En segundo lugar, se prevé la colocación de diques de contención y cordones de vegetación para retener la tierra y evitar fenómenos erosivos. Solo se prevé reforestar «allí donde la regeneración natural no sea suficiente».