La Demarcación de Ibiza y Formentera del Colegio Oficial de Arquitectos de Balears (Coaib) presentó ayer el resultado de los trabajos de restauración del archivo Broner, una tarea a la que se ha dedicado en cuerpo y alma desde finales de 2006 Nina Ferrer (Ibiza, 1976) licenciada en Historia del Arte y diplomada en Conservación y Restauración de Documentos. En la charla también participaron Raimon Ollé e Isabel Feliu, arquitectos y autores de la restauración de la Casa Broner. Stefano Cortellaro, arquitecto y miembro de la junta del Coaib de Ibiza, asegura que el siguiente paso será la digitalización del archivo.

—Cinco años dedicada a un proyecto ya dice mucho de su complejidad

—Hay entre 1.500 y 2.000 documentos entre planos, cartas y fotografías. Cuando hay que restaurar tienes que ir uno por uno, no puedes hacerlo en bloque. Además no ha sido solo la restauración sino la organización de todo el legado. Había ya un archivo en Excel que se elaboró cuando llegaron los documentos al Colegio de Arquitectos y, a partir de ahí, me tuve que poner a trabajar en el inventario y catalogación.

—¿De cada uno de estos 1.500 a 2.000 documentos?

—Realmente son más. Hay sobres de fotografías que contienen once imágenes pero se cuenta cada sobre como un documento, aunque son realmente once fotografías documentadas.

—¿Qué es lo que más le ha sorprendido del archivo?

—Quizás precisamente las fotografías, porque son muchas y de muy buena calidad, en general. Son imágenes hechas con intención, no de cualquier manera.

—¿Se entiende que son fotografías de los edificios que proyectó?

—Sobre todo, pero también hay fotografías personales de cuando era pequeño hasta poco antes de morir. Hay currículums, títulos académicos, cartas de presentación... también hay algunas cosas de su faceta como pintor, fotografías del Grupo Ibiza 59 [que fundó en la isla junto con otros artistas como Erwin Bechtold, Hans Laabs, Katja Meirowsky, Robert Munford, Egon Neubauer, Antonio Ruiz, Carlos Sansegundo, Bertil Sjóberg y Bob Thompson] y algunas notas de prensa de exposiciones suyas. También hay críticas de cine como una de la película que hizo sobre ´Alicia en el País de las Maravillas´. Hay muchos sobres de fotografías de sus casas, sobre todo de la suya, la Casa Broner, de la que puede haber cien o más, algunas repetidas, eso sí.

—¿Cómo ha sido el trabajo de restauración de los documentos?

—Se ha intervenido en todas las piezas. Había dos objetivos. Uno era, evidentemente, la conservación del archivo, mientras que el otro era que fuese consultable, que no estuviese en peligro cuando se manipulara. Se trata de facilitar la consulta de un documento. Se detectó que había hongos por lo que lo primero fue la desinfección general del archivo. Después se limpió todo de manera mecánica, no hubo procesos húmedos, porque muchos de los documentos son de papel vegetal y sulfurizado, que tienen un componente de ácido sulfúrico para hacer transparentes las fibras de papel. No es que no se pueda dar un baño húmedo en este caso pero, si se hace, se tiene que controlar mucho. Directamente se descartó porque el archivo tampoco estaba en tan malas condiciones como para tener que hacerlo. Es un archivo relativamente joven.

—¿De qué período?

—La mayoría de la documentación es de los años 50 hasta los 80, porque también hay cosas de Gisela Broner. Después de la limpieza con gomas y bisturí hubo que dar el paso de la consolidación y reintegración, que consiste en arreglar una esquina rota o un desgarro si lo hay. La parte más importante es la del almacenamiento, que se ha hecho con fundas y carpetas especiales de conservación. Se ha intentado que la gran mayoría de documentos se archivara con un polipropileno que aísla el documento de la humedad y de los hongos. Es un plástico de conservación, con lo que no hace falta sacar el documento para consultarlo, se puede ver desde la funda. Las cajas en las que se almacena todo son de cartón de conservación y se han comprado archiveros nuevos y un armario, todo metálico.

—¿Se puede consultar ya?

—Falta colocarlo todo bien en el armario, que llegó la semana pasada. Pero es cuestión de poco tiempo.

—¿Quién va a poder acceder al archivo?

—Hay que pedir un permiso, explicar por qué lo quieres ver y para qué. Normalmente se pide una justificación, que sea un arquitecto, un investigador, alguien interesado en algo en especial...

—¿Cómo ha sido su experiencia personal en este proyecto, esta covivencia diaria con Broner?

—Ya tengo una relación cotidiana con él [risas]. Lo voy a echar de menos. Ha sido un trabajo muy gratificante, primero porque es de Broner pero también porque ha sido un proyecto completo. Muy pocas veces tienes una oportunidad como esta: restaurar y organizar a la vez un archivo. Normalmente restauras piezas. Hay veces que restauras algo y sabes que va a estar al lado de un documento que tiene hongos o que tiene acidez... En este sentido, saber que has hecho el proceso completo, porque el inventariado también forma parte de la conservación del archivo, es muy gratificante.

—Es profesora en un instituto ¿Cómo se ha organizado para trabajar en este proyecto?

—Cuando empecé todavía no daba clases. Entonces iba al Colegio de Arquitectos por las mañanas. Después empecé a trabajar por las tardes y muchos fines de semana, también en vacaciones. En este sentido tengo que agradecer al Colegio de Arquitectos que me haya dado toda la confianza del mundo para organizarme los horarios. Un día le he podido dedicar tres horas y al día siguiente diez...

—¿Es el proyecto más importante al que se ha enfrentado?

—He restaurado cartas reales, libros del archivo, fotografías, documentos del museo etnográfico... son cosas importantes pero la diferencia está en que el proyecto de Broner es completo. He aprendido mucho. Es el trabajo más largo, más completo y gratificante que he hecho hasta ahora.