«El apellido Verdera está documentado en Ibiza desde el siglo XIV»

«Nací en el barrio de sa Capelleta, de Vila, el 8 de agosto de 1934, a las tres de la tarde, según me dijo mi madre. Después, sé que fuimos a vivir a una casa de Dalt Vila, junto al convento de las monjas de clausura, porque teníamos un tío que era canónigo y vivía en aquella casa. Al empezar la guerra, y como mi tío, por ser cura, se encontraba en peligro, sé también que nos fuimos con él a Sant Antoni. Allí mi tío estuvo protegido por el comisario político socialista, que era una gran persona. Este le dijo que, en primer lugar, se pusiera una boina para que no se le viera la coronilla... No le pasó nada. Mis padres y yo estábamos en el Hotes ses Savines, que acababa de ser inaugurado.

Regresamos a Vila. Primero a Dalt Vila de nuevo. Después estuvimos viviendo en Vara de Rey, hasta que mis padres compraron un piso en la avenida España. Fui al colegio de la Consolación y después al Instituto. Era una excursión cada día ir al Instituto, subir y bajar de Dalt Vila. Y a pesar del horario de clases bastante rígido que teníamos, recuerdo que aún encontrábamos tiempo para ir a s´Aranyet para bañarnos. De mi infancia recuerdo las excavaciones arqueológicas que hacíamos en el Puig des Molins y las batallas que teníamos los de s´Alamera con los de sa Penya y los de Dalt Vila. En fin, cosas de niños. Recuerdo también haber presenciado una persecución de dos aviones, uno alemán y otro aliado, sobre el cielo de la ciudad...

Estoy orgulloso de mi apellido. El apellido Verdera está documentado en Ibiza desde el siglo XIV y proviene de un pueblecito del Ampurdà llamado Palau sa Verdera, en donde he estado varias veces. Mis raíces están allí.

Mi padre, Pepe Verdera, era funcionario de Puertos de Baleares en Ibiza, donde acabó siendo jefe de negociado. Había emigrado por algún tiempo a Cuba, donde había sido secretario del Centro Balear. También su padre, Joan Verdera, había estado en Cuba muchos años antes, donde se había dedicado a construir barcos. Era mestre d´aixa y había construido, entre otros, el célebre barco ´Rafael Verdera´. Fue, también, alcalde de Ibiza. Yo siempre he tenido, por tanto, ya por razones familiares, un feeling muy importante con Cuba, que visité por primera vez a principios de los años 60. Mi madre, Pepita Escandell, era una gran mujer de su casa, una de aquellas mujeres ibicencas que ya casi no existen...

A mis padres les encantaba Sant Antoni y recuerdo que pasábamos todos los veranos allí, en una casa alquilada. Desde entonces siempre me he considerado medio de Vila y medio de Sant Antoni. Hice muy buenos amigos. Por ejemplo, Antonio Hormigo. Recuerdo que íbamos los dos a buscar conchas, las limpiábamos y las vendíamos a un tendero que las hacía pintar y las vendía como souvenir... Y con Antonio Roselló íbamos también a buscar gambas, que metíamos en unos botes de leche condensada y las vendíamos a los turistas catalanes. Entre conchas y gambas, en verano siempre tenía dinero».

Estudios de náutica

«Elegí estos estudios porque tenía siempre presente la idea de viajar»

«Después de estudiar en el Instituto, hice un examen de ingreso en la Universidad de Barcelona para entrar en la Escuela Náutica. Allí pasé tres años. Elegí estos estudios porque tenía siempre presente la idea de viajar y el recuerdo de que mi padre y mi abuelo habían vivido en Cuba. Me hacía ilusión también ir a los Estados Unidos, ver mundo. Pero para viajar necesitabas dinero. Otra posibilidad era hacerse marino, que es lo que hice yo. Sí, me hice marino mercante sobre todo para poder conocer el mundo.

Estuve dos años más en prácticas en barcos españoles, de Asturias. Fuimos por Bélgica, Marruecos, Portugal y, sobre todo, recorrimos la costa española. Volví a Barcelona y me examiné. Obtuve así el título de Marino mercante.

No había muchos ibicencos entonces estudiando náutica. Recuerdo a mi amigo Vicent Guasch Canals, que estudiamos juntos. En Ibiza había habido muchos patrones de barcos, pero pocos oficiales. Estaba Antonio Torri, que era capitán y me daba algunas clases. Un antepasado mío había sido marino también. Lo sé porque, cuando murió mi padre, me llamó don Manuel Verdera, primo suyo, y, como yo era el único marino de la familia, me regaló un cronómetro antiguo que había pertenecido a aquel antepasado nuestro.

Al acabar los estudios hice también el servicio militar, en Cartagena y en Mallorca, por supuesto en Marina. Solamente seis meses. Parte del tiempo lo pasé traduciendo al castellano un manual inglés sobre una flotilla de minadores que los americanos habían regalado a la marina española.»

En un carguero sueco

«Yo era tercer oficial del barco. Hacíamos guardias cada cuatro horas»

«Después de los estudios y las prácticas, en 1959, ya con el título de marino, me fui a Suecia, donde me contrató una compañía. Era un lugar al que por entonces iba mucha gente de España y de Yugoslavia, y pagaban muy bien. No hablaba sueco, pero sí inglés, que siempre ha sido como mi tercera lengua. Recuerdo que mi madre me enviaba La Vanguardia, de la que yo era ya un adicto, y romaní, porque sabía que me gustaban mucho las infusiones con esta planta.

Me enviaron a Bristol para, allí, embarcarme en un carguero rumbo a Filadelfia. ¡Aquello fue un muy fuerte! Era mi primer viaje a América. Recuerdo que a nuestra llegada, lo primero que me impactó fue ver el Savannah, que estaban construyendo allí, ya casi terminado, el primer barco nuclear. Años después volví a verlo en el Canal de Suez.

Realicé numerosos viajes y conocí muchos países. Desde las islas del Caribe al Pacífico, el mar Negro, Venezuela, India, Colombia... Algunos muy largos, como el que hice desde Vancouver a Inglaterra, pasando por Panamá, un viaje de 32 días. He pasado temporales impresionantes por el sur de Terranova, de estar siete u ocho días a la capa, justo aguantando el rumbo para no ser atravesado por las olas.

Yo era tercer oficial del barco. Hacíamos guardias de cuatro horas. Con el capitán situábamos el barco a mediodía, hacíamos un promedio. Y a mí me encargaron siempre el tema de la enfermería. Muchas veces salíamos sin conocer aún el destino concreto. Nos decían que fuéramos, por ejemplo, desde Estados Unidos a Inglaterra, pero el puerto nos los comunicaban a mitad de viaje, porque no lo sabían ni ellos aún. Eran barcos de carga general.

En cierta ocasión recuerdo que había una niebla cerrada, navegábamos por medio del Atlántico, y yo estaba de guardia. Cada dos minutos, a pesar de que teníamos radar, avisaba con la sirena y recibía el sonido de otro barco que se acercaba. Y de repente, cuando conseguimos vernos ¡resulta que era el Queen Mary!»

El viaje a Cuba

«Dos semanas que coincidieron con el bloqueo naval ordenado por Kennedy»

«Por fin pude también conocer Cuba, en 1961. Estuve allí unas dos semanas, que coincidieron con el bloqueo naval ordenado por Kennedy. Fue un viaje desde Leningrado y, como íbamos a un puerto de habla española, me hicieron traducir el conocimiento de embarque para pasarlo a la embajada norteamericana en Estocolmo. Estaba prohibido pasar cualquier material de guerra, pero lo único un poco ´complicado´ que llevábamos eran unos camiones.

Al llegar a Cuba nos recibieron dos destructores, pero no hubo ningún problema, de hecho ya sabían lo que llevábamos.

Los muelles estaban vacíos, apenas había trabajo. En Cayo Hueso había unos trecientos mil marines a punto de invadir la isla. Aquel ambiente retrasó nuestro regreso, por eso pude conocer mejor la isla. Mi tía Luz tenía un hermano que vivía en La Habana, era propietario de una fábrica de zapatos. Fui a visitarle y cuando le dije que yo era «nebot de na Luz», casi se muere de la emoción. La revolución castrista lo había convertido de propietario en encargado, su fábrica estaba nacionalizada.

No había nada en Cuba, ni dinero ni alimentos. Solo una gran dictadura. Pero en La Habana encontré dos libros que han marcado mi vida: los dos ejemplares que componen el ´Ciclo Hispánico´ de Salvador de Madariaga, que ha sido como una Biblia para mí, una cosa impresionante. Lees estos libros y sabes bien lo que es España y lo que es América. Estos libros estaban prohibidos en España en aquella época. Su lectura me dio a conocer a un Cristóbal Colón diferente, al que después yo dedicaría tanto tiempo y tanto trabajo.

Por entonces ya me gustaba leer y en los viajes se disponía de mucho tiempo para hacerlo. Leía libros de historia sobre todo, pero también de evasión. Me gustaba mucho el Antiguo Testamento. Y muchos libros relacionados con la navegación, temas científicos, cartográficos, etcétera.

Estuve navegando en total siete años. Hasta que me cansé. La vida del mar es muy interesante, pero llegó un momento en que necesitaba cambiar, hacer otras cosas. Un día estaba en la isla de la Martinica, por tercera vez, y me pregunté: «¿qué hago yo aquí?» Era muy repetitivo. Así que decidí dejarlo y regresar a Ibiza. Era el año 1966.»

Regreso a ibiza

«Decidí instalarme en Sant Antoni, donde tenía muchos amigos»

«Abandoné la navegación y regresé a Ibiza. Decidí instalarme en Sant Antoni, donde tenía muchos amigos. El pueblo era muy cosmopolita. Y yo, además, era palanquer... Mi amigo Vicent Juan Guasch, de Viajes Ibiza, abrió una sucursal de la agencia en Sant Antoni y me pidió que me ocupara de ella. Hacíamos excursiones, cambio de moneda... Estuve poco tiempo aquí, unos dos años.

Con otro amigo, Joan Torres, abrimos una agencia inmobiliaria, que funcionó muy bien, sobre todo con la venta de terrenos. Y después puse también una papelería, que fue la primera que se abrió en Sant Antoni. Más tarde también tuve un kiosko de prensa en el puerto de Sant Antoni.

Pero inesperadamente me iban a ofrecer una actividad diferente que también ha marcado mi vida. Mi primo Paco Verdera, director de Diario de Ibiza, me pidió que fuera delegado y corresponsal del periódico en Sant Antoni. Acepté encantado. Poco después también empecé a trabajar para Radio Popular.

También en Sant Antoni, en 1967, puse una discoteca. Se llamaba Nito´s. Fue una cosa fabulosa. Estaba en un lugar estupendo, en la esquina de la calle Santa Agnés, junto al Hotel Portmany. Teníamos un jardín con plantas naturales, aire acondicionado... Fue la primera discoteca cubierta que hubo en la isla. Venía gente de toda Ibiza, era impresionante.

La puse en marcha con un socio inglés, que fue quien me lo propuso y la dirigí siempre, hasta que la cerramos, en 1985.»