Ya sé que es un crimen», contesta Nuria Espert cuando se le pregunta si conoce Ibiza. «No la conozco bien. Sé lo bella que es, me lo han contado mis hijas y mis amigos, pero nunca he ido a pasar unas vacaciones. Eso me lo debo». De todas formas las tablas de Can Ventosa ya han vibrado con las interpretaciones poderosas y delicadas de esta mujer de teatro. Espert concede la entrevista por teléfono, desde la tranquilidad de su casa madrileña, antes de volar mañana a la isla, donde interpretará en ese escenario todos los personajes del drama shakespeariano ´La violación de Lucrecia´, que acaba de estrenar y con el que saldrá de gira por toda España.

—¿Cómo surge el proyecto de llevar a escena este poema de Shakespeare?

—El proyecto surge después de ´La casa de Bernarda Alba´, pero en realidad yo conocía ese poema desde hace muchísimos años. Me había impactado muchísimo desde que era jovencita y lo he ido leyendo a lo largo de toda mi vida. De pronto pensé que es lo que necesitaba en este momento para continuar esta carrera difícil y ya tan larga.

—¿Cómo se enfrenta una actriz a una obra en la que interpreta a los cinco personajes en la escena con una gran carga dramática?

—Midiendo el riesgo, sabiendo que va a ser complicado, buscando colaboradores estupendos que me han ayudado mucho, como el director, Miguel del Arco, y trabajando muchísimo. Yo creo que no he trabajado nunca tanto en un proyecto como en este.

—Esa frase viniendo de usted...

—Es que es un trabajo muy especial dentro de mi carrera.

—Estará en el Teatro Español desde noviembre hasta el 19 de diciembre... ¿va a tener una larga gira y gran recorrido?

— Sí. Haremos un descanso después del Español, porque son treinta y tantas funciones seguidas. Muchas para un espectáculo tan físico, tan duro. Y después, a partir de enero empezará una larga gira e iremos a Barcelona en septiembre del año que viene.

­—¿Cómo cree, desde su experiencia, que va a ser la respuesta del público?

—Eso no se sabe nunca. Puedo hablar de la que ya ha habido en Ourense y en Girona. Ha sido conmovedora y más que entusiasta, pero el temor a la respuesta del público nunca se pierde.

­

—No sé si se puede catalogar ´La violación de Lucrecia´ como una obra sobre la violencia de género, algo que, por desgracia, está plenamente vigente...

—El título ya la cataloga como de violencia de género, pero no es una obra pensada para la lucha contra la violencia de género. Es un trabajo shakespeariano de los más bellos de toda su obra, en el que el interior de los personajes está tratado con un rigor y una profundidad extraordinarios. Todos son seres vivos y lo que hay que hacer es llenarlos con interpretación.

—Dirigió ´Tosca´ en el Teatro Real. ¿Qué le aporta la dirección de escena que no le da la interpretación?

—Me ha aportado... porque hace años que decidí dejar de hacerlo y centrarme en la interpretación, que es lo que me da placer. Me aportó agrandar mi currículo como mujer de teatro, ser algo más que una actriz.

—¿Y como vivencia personal?

—Fue grato mientras duró. Fue muy fatigoso, porque fueron 14 años de viajes imparables, soledad por esos mundos de Dios... Pienso en ese periodo como uno de los más hermosos de mi vida y estoy contentísima de que terminara (ríe).

—Acaba de ser galardonada con el premio Valle-Inclán por su papel de Bernarda en ´La casa de Bernarda Alba´ ¿Qué significan los premios para una actriz consagrada?

—Muchísimo. Significan que sigues conectada con la gente, que el último trabajo ha salido bien... Me encantan los premios y todos me parecen pocos.

—Así que nunca se ha planteado eso de no asistir a la recogida de un premio como hacen otros...

—Eso no va conmigo... (más risas).

—Antes de cada representación se toma una aspirina ¿superstición o medicina?

—No es una superstición. Es una necesidad. Siento que ese minúsculo impulso que la aspirina da al cuerpo me prepara para eso que viene. Hay gente que se toma cuatro cafés o una copa de coñac... Los rockeros tomarán otras cosas... Pero a mí la aspirina me va bien.

—¿Y lo hace desde siempre?

—No. Un compañero hace como veinte años me dijo que él lo hacía siempre porque decía que le quitaba el nerviosismo de la entrada al escenario. Yo no tenía ese nerviosismo en ese momento pero me la tomé ese día, hice una función estupenda y hasta hoy.

—¿Es necesario ese nerviosismo, ese miedo a enfrentarse cada día al juicio del público?.

—Es inevitable. Ojalá no lo tuviera.

—Frente al descenso de espectadores en las salas de cine, hay cada vez más obras teatrales que cosechan éxitos de público ¿Es porque la magia del directo no se puede descargar de internet?

—No lo sé. Todo el mundo me pregunta por qué ocurre, pero no lo sé. Es una buena noticia para nosotros. Repercute en que haya mejores espectáculos, más arriesgados, para todo tipo de públicos, que nadie salga ni defraudado ni equivocado de un teatro... Es magnífico.

—Que no se pueda bajar teatro por internet es casi una garantía de salud para el futuro.

—Una garantía de salud para el futuro... No lo había visto así, pero sí, me apunto la frase.

—Las caras populares de televisión, sobre todo de las series, o cine llenan las salas cuando se lanzan al teatro ¿qué opina?

—La gente necesita un aliciente para salir de casa. Puede ser el nombre del autor, en menor medida el del director o gente conocida del cine, del teatro o de la televisión, alguien a quien tengas ganas de volver a ver.

—Es usted fan de varias series y también le interesa este mundo de la televisión, aunque no sea el suyo...

—Sí, cómo no. La televisión es un invento maravilloso, como el invento de la imprenta. Después como se use es ya otro cantar... Hay mucha basura en el mundo de la televisión, pero también me he comprado montones de libros que no valen nada, obras de teatro que no valen nada, películas que mejor que no se hubieran rodado... La basura no es culpa de la televisión, es culpa nuestra.

–¿Qué series sigue habitualmente?

—Sigo ´Mad men´, ´Daños y perjuicios´, con Glenn Close... y alguna que otra serie española también.

—No sé si se considera la matriarca de las actrices españolas, pero ¿le gusta especialmente alguna de las actrices jóvenes?

—Matriarca solo soy de mis hijas y de mi nieta. Me gustan muchísimas. Hay un plantel absolutamente extraordinario de buenas actrices y también de buenos actores, aunque en un número inferior.

—¿Por qué?

—Porque la interpretación siempre es más fácil para la mujer que para el hombre. Es más fácil que haya una buena actriz que un buen actor.

—Lleva sobre las tablas desde los 13 años y décadas trabajando ¿no ha contemplado retirarse?

—Jamás se me ha pasado por la cabeza jubilarme (risas). Ni un segundo. Igual que no se te ocurre dejar de respirar o de desayunar por la mañana.