Madiop Diagne (Dakar, Senegal, 1964) era profesor de castellano en su país natal. Decidió emigrar a Montpellier (Francia) para acabar su licenciatura en Filología española en la Universidad Paul Valéry, pero también, confiesa, para «ver qué había realmente detrás» de todo lo que le habían contado en la escuela: «En Senegal nos enseñan la historia de Francia. Cuando estudiaba castellano aprendíamos la España de la Inquisición, del descubrimiento de América, pero no nos hablaban de África. Quería ir más allá de esta castración que sufría». Cuando más tarde llegó a España, carecía de documentación en regla y se vio abocado a trabajar como vendedor ambulante para así poder sobrevivir y mandar dinero a su familia: «El emigrante es la seguridad social de su madre, el recurso de la familia».

Desde 1997 vive en Mallorca, donde ha sido mediador intercultural y sindicalista (delegado de CGT). Forma parte de la Comissió Intercultural de l´Obra Cultural Balear y ha participado en la organización de las dos ediciones del Mallorca Món Festival. En 2007 recibió el premio al Voluntariat Lingüístic de los Premis 31 de Desembre. El presidente de los senegaleses de Mallorca imparte estos días charlas en varios institutos de Secundaria de Ibiza y ayer dio una conferencia titulada ´Inmigración e integración, hacia la cohesión social´ en el Casal de Dones de Vila.

–¿Es el inmigrante el que se ha de integrar o la sociedad que lo recibe la que debe cambiar?

–Primero deberíamos plantearnos la integración como concepto. ¿Integración es lo que se ha hecho en Francia, donde te dan un DNI, hablan de libertad, igualdad y fraternidad pero a la hora de trabajar o de buscar piso te demuestran que eres un extranjero? Pienso que no. ¿Es integración lo que se ha hecho en Inglaterra, donde se toleran guetos de paquistaníes, nigerianos y senegaleses? Tampoco. Quizás, España, con la experiencia que tiene en emigración, tiene una oportunidad para proponer una alternativa desde unos valores universales, sin dar un paso atrás en el respeto a la libertad, los derechos de la mujer y la no violencia, que se respete a la otra persona, con sus diferencias. Porque solo así podemos ser iguales en derechos, obligaciones y dignidad. ¿Y los inmigrantes hemos hecho todo lo posible? Cuando llegas a un país puedes luchar por cambiar las cosas. Las personas, vengan de donde vengan, han de poner un poco de sí para construir una sociedad nueva.

–¿La sociedad balear es racista?

–Creo que no en el sentido formal del término. La discriminación aquí es social. No escapamos a la realidad universal del poder del dinero. Al negro americano que viene por una semana a Mallorca no se le discrimina, se le respeta. ¿Hay discriminación? Sí, la hay, sobre todo donde no nos la esperamos. Hay mucha gente que se ha hecho abanderada de la lucha contra el racismo pero que no da ningún paso para que vayamos hacia una sociedad igualitaria. Por ejemplo, en el descuento en los viajes. Algunos hemos luchado para conseguir llegar al 50% en el descuento, pero también planteamos ampliarlo a los extracomunitarios. Llevo trece años trabajando y viviendo en Mallorca y todavía no disfruto de ese descuento, a pesar de tener todos los papeles en regla. La sociedad me demuestra así que no somos iguales. Los partidos se echan la culpa unos a otros. La verdad es ésta: hoy he venido a Ibiza y no me han descontado el 50% en el billete.

–Recientemente visitó Mallorca y Ibiza Serigne Mame Mor Mbacke, líder espiritual del muridismo en su país. ¿Asistió a sus charlas? ¿Qué le parece su mensaje?

–Estaba de baja por un problema de cervicales, de manera que no le pude ver. Se han de respetar las creencias. En el África negra tenemos la suerte de que haya un islam negro creado a partir de la realidad africana. Pero tengo una visión particular de las religiones. Creo más en mi lucha personal y en la igualdad de todos los humanos que en otras muchas cosas.

–En la charla que ofreció Mbacke en el recinto de Can Ventosa, mujeres y hombres fueron separados: ellos, sentados en el patio de butacas; ellas, en el entresuelo. Eso choca en esta sociedad y no parece que ayude a la integración de las mujeres africanas en estas islas.

–Soy presidente de una asociación en cuyos estatutos se señala que siempre lucharemos por una sociedad sin discriminación: creemos en valores, en la igualdad, la libertad, la democracia. No creemos en la discriminación en las fiestas religiosas ni en los encuentros culturales. Y por esos motivos nos vamos a encontrar con muchos adversarios, incluso dentro de nuestra propia comunidad. Personalmente, no creo en la separación, ni de razas, ni de sexos. Creo en los seres humanos individualmente. Es verdad que dentro de una sociedad igualitaria como la nuestra pueda chocar bastante que haya esa separación entre los dos sexos. Cuando se habla de integración debemos ser coherentes.

–El racismo triunfa en Europa. ¿Le da miedo lo que ocurre en Francia, en Suecia o en Holanda?

–Me da miedo, no personalmente, sino por el futuro. Cuando veo lo que pasa con los gitanos en Francia y que la comunidad internacional calla, o que en Holanda la extrema derecha tiene tanto poder, me da miedo, porque los ataques contra la inmigración acaban siendo ataques a unos valores y derechos que hemos conseguido tras muchos años de lucha. Quien no cree en la igualdad entre las personas, quien niega la dignidad a alguien por su raza, mañana lo negará también a otro por su sexo o religión. A nuestros hijos, ¿qué mundo les vamos a dejar? Nuestra obligación como padres es divulgar valores, pregonar que la discriminación, el racismo o la violencia no arreglarán este mundo. ¿Por qué no construir un mundo a base de utopía? La convivencia puede ser difícil, pero de ahí puede surgir también la luz.