Hay menos de 5.000 personas en el mundo que hablen pidgin, una lengua propia de Guinea Ecuatorial, y por lo menos una de ellas está en Balears. En las islas también hay gente que habla dafing y otras que se expresan en duungoome, ambas provinientes de Mali. Por nuestras calles también podríamos distinguir –si supieramos– palabras en pemon, de Venezuela, o en wolof, de Senegal. También hay ciudadanos residentes en las islas que se declaran kesen parlantes por saber utilizar una lengua de Japón; otros son ike parlantes, y se manejan en este idioma nigeriano. Algunos llegados de México hablan tarahumana; nombre que compite en exotismo con el guineano bubi; el camerunés duala; y el criollo inglés de Nicaragua. Todo esto suena muy lejano, pero ya forma parte de nuestras islas.

El turismo y la inmigración han convertido a Balears en un locutorio gigante donde conviven más de 160 lenguas, entre las maternas y las aprendidas: 0,03 lenguas por kilómetro cuadrado. Está lejos de las 700 que se hablan en la cosmopolita Nueva York, pero aun así, impresiona.

Ésa es la conclusión del estudio llevado a cabo por la Universitat y la entidad catalana Linguamón-Casa de les Llengües. El doctor Joan Melià, su director, explicó ayer que han sido dos años de entrevistas, investigaciones, contactos, inmersiones en el padrón municipal, visitas a locutorios, llamadas a asociaciones de inmigrantes... Se hicieron más de1.100 encuestas y sus resultados podrán verse en una exposición en el Casal Solleric, en Palma, a partir de este sábado.

Las lenguas más habladas en Balears son, aparte del castellano y el catalán, el alemán, el inglés y el árabe, con más de 20.000 hablantes cada una. En el segundo puesto, con la mitad de hablantes, están el francés, el gallego y el rumano. Les siguen el italiano, el búlgaro, el amazig (del pueblo bereber) y el portugués. Con más de mil hablantes se extiende un colorido abanico que va desde el sueco hasta el chino mandarín o el wu; la lengua oficial de Paraguay, el guaraní o el panjabi indio.

El 42 por ciento de los isleños sabe hablar de forma fluida una lengua distinta al castellano o al catalán, porcentaje que en las Pitiusas llega al 49 por ciento.

Los investigadores aún están limando la amplísima documentación que han conseguido, pero ya tienen perfilados algunos matices. Por ejemplo, que en los puestos de trabajo de las islas se hablan más de 40 lenguas. También se les preguntó en qué hablan con sus hijos y se obtuvieron más de 60 respuestas diferentes.

Las encuestas perseguían averiguar también qué capacidad tiene la gente inmigrada para hablar diferentes lenguas. Un 79% de los entrevistados habla como mínimo tres; de estos, más de la mitad se expresa en cuatro. «¡Y algunos hasta en nueve!», destacó Melià. Esta capacidad depende de si provienen de un país poli –como la India, donde se hablan más de 300 idiomas– o monolingüe.

Los africanos son los que más idiomas llevan encima, dada la disparidad de etnias y lenguajes que conviven en un solo país. Los vecinos del continente negro son, según apuntó la coordinadora técnica del estudio, Caterina Canyelles, los más dispuestos a aprender porque «por su cultura» quieren conocer la lengua de su interlocutor y no tener que decir ´no te entiendo´.

Antoni Mir, director de Linguamón, le quiso dar la vuelta al mito biblíco de Babel: «Un mito de que la diversidad lingüística es un castigo divino, cuando en el mundo digital en el que vivimos hoy es una riqueza no solo personal y social, también económica».