El director del curso de la Universitdad del Mar que se imparte en Ibiza, Arnaldo Aitor Marín (profesor de Ecología y vicedecano de Ciencias Ambientales de la Facultad de Biología de la Universidad de Murcia), ofreció ayer por la mañana en el Centro de Interpretación del Mar la conferencia ´La biodiversidad marina de las Balears y del Mediterráneo. Especies protegidas´, en la que analizó el papel de las praderas de posidonia así como de otras especies.

—¿Hay alguna especie sin protección en las Pitiusas que la necesitaría?

—Las especies que son más problemáticas están protegidas por la legislación. La especie clave aquí son las praderas de posidonia, pero hay otras, como la cymodocea nodosa, que es un planta fanerógama marina de menor tamaño que la posidonia y que se suele asentar entre la costa y las praderas. Cumple una función vital porque preserva a la pradera del enterramiento y mantiene la calidad del agua en las playas. Existe bastante legislación pero no es tan importante legislar como hacer que se cumpla lo establecido.

—¿Si las leyes no funcionan existe la manera de conseguir que la gente cuide el litoral?

—Sí. Es la intención del curso. No se trata de alarmar, sino de decir que tenemos un marco natural en el Mediterráneo con un problema: el crecimiento humano y la aglomeración de turistas. Pero con una buena gestión del litoral es posible mantenerlo en buen estado. Lo que hay que hacer, básicamente, es gestionar la costa a través de parques naturales y regular los vertidos. También es muy importante concienciar a la gente. Una buena sensibilización de turistas, navegantes, y pescadores ayudaría mucho a proteger el entorno.

—¿No somos conscientes aún de la importancia de cuidar el mar?

—Cuando estaba aterrizando en la isla a bordo del avión, desde el aire pude ver que hay un montón de barcos que en lugar de anclar en la arena lo hacen encima de la pradera de posidonia haciendo agujeros. La recuperación de este ecosistema tardaría varios siglos. Se degrada la calidad del entorno y, en última instancia, afecta al turismo puesto que se van perdiendo los valores naturales de la isla.

—¿Si la pradera de posidonia se viera la gente tendría más cuidado?

—[Ríe] Es difícil saber cuál sería el comportamiento porque en tierra se ve y pasa lo mismo. Creo que si conciencias a la gente, se cuida el entorno. Si no se hace muchas veces es por ignorancia. Una vez que le explicas a las personas la importancia que tiene cuidar la costa, que no hay que coger nada, ni echar anclas en lugares en los que hay posidonia la gente suele ser respetuosa.

—¿A pesar de lo que se habla de ella la posidonia sigue siendo una desconocida?

—Sí. Hay gente que cree que son algas cuando en realidad es una planta. Una buena educación ambiental suele ayudar mucho porque indirectamente la gente exige a los políticos que tomen medidas para conservar los valores naturales. Si es el político quien, legislando, obliga a hacer algo al ciudadano, éste no lo entiende y no lo cumple. Hay que evitar este círculo vicioso.

—¿Qué podemos hacer para cuidar el litoral?

—Acciones hay muchas. Hay asociaciones y grupos de defensa de la naturaleza, pero no es necesario involucrarse en un movimiento social activo sino, simplemente, cuando estamos en la costa, seguir las normas básicas de educación. No dejar materiales, no llevarse conchas ni peces ni cangrejos que nos gusten porque acaban desapareciendo de la costa y, sobre todo, pensar que no es nuestra casa, que la estamos usando y que la tenemos que dejar igual que estaba cuando llegamos.

—Dicho así parece muy sencillo, pero debe ser complicado, a la vista de los resultados.

—Sí. Es curioso. Es una cuestión de educación. No tirar los plásticos, llevarse las latas…

—¿Es optimista o pesimista con el futuro del mar pitiuso?

—Soy optimista por naturaleza. Parto de que no somos una especie estúpida sino que aprendemos de los errores. Tomando las medidas adecuadas, que es básicamente lo que ahora está legislado, y concienciando a la ciudadanía esto se puede mantener eternamente. Hay que tener en cuenta que lo que le interesa a las Pitiusas es que las islas sean sostenibles en el tiempo, por una cuestión económica. Comparado con otros sitios de la costa mediterránea, creo que éste es uno de los lugares que mejor se encuentran. Todavía hay muchas zonas vírgenes. Soy optimista.

—¿Y es bueno decir que está bien? ¿No pensará la gente que si no está tan mal no hace falta extremar las precauciones?

—No. Hay que decir que está bien para que se siga conservando porque cuando una zona de la costa está mal se piensa que ya se puede acabar de destrozar, que se pueden construir puertos y que no pasa nada si se arroja al mar el agua de todos los emisarios. Las costas de Ibiza y Formentera están muy bien conservadas y hay que hacer todo lo posible para que siga así porque cada año vienen muchos miles de turistas buscando esa naturaleza.

—¿Qué consecuencias tendría para el turismo que no se cuide la costa?

—Es tan sencillo como que si la pradera de posidonia, una especie clave aquí, desapareciera, eso significaría que el agua del mar se volvería más turbia. Desaparecería el gran atractivo de las islas que son sus aguas transparentes. También actúa de barrera de la arena de las playas y su pérdida favorecería la erosión de la costa, las playas sufrirían una regresión hasta desaparecer. Solo con estos dos ejemplos, que se entienden muy bien, se ve clara la importancia de mantener la costa.

—Dejando las plantas de lado. ¿Cómo andan las costas pitiusas de animales?

—Pues la última foca monje se cazó en Palma en 1957. Es un ejemplo de una especie que ha desaparecido de las islas y que no ha vuelto. Del resto de especies, creo que todas las que son vulnerables o están en peligro se mantienen más o menos en buen estado. El listado es muy amplio, pero un invertebrado llamativo es la nacra, un bivalvo grande que vive en las praderas y del que aún se mantienen poblaciones altas. También queda algún tritón, la caracola que se utiliza para hacer los corns. Si pasamos a los vertebrados grandes como las tortugas, hay que decir que estamos en una zona de alevinaje, así que crían en el mar balear. También vienen atunes a reproducirse y de todos los cetáceos, rorcuales, delfines y zífidos, que están protegidos por la legislación, aún pueden verse bancos bastante grandes. Afortunadamente, el hecho de que las islas estén apartadas del continente las ha preservado de la contaminación y la degradación que puede verse en la Península.