María Ángeles Ferer Forés (Palma, 1973) apenas tiene media hora para la entrevista. El resto de miembros del jurado del Festival Internacional de Música de Ibiza la espera para hablar de los concursantes. La músico es una de las pedagogas más prestigiosas de España y, como autora de libros, conferenciante, cantante y pianista, cuenta con una extensa producción artística. Ferrer además de tener un extenso currículum y ser la ganadora de la primera edición, es parte de la organización del Festival Internacional de Ibiza desde 1987, algo que resulta sorprendente si se atiende a a la edad que tenía entonces: 14 años.

—El Festival lleva más de dos décadas en funcionamiento.

—Sí. Llevamos 23 años y 19 ediciones. Al principio fue una iniciativa de un grupo de vecinos de Sant Carles en el que mi padre, Jaime Ferrer, estaba al frente. Querían hacer algo diferente a lo que había en Ibiza por aquel entonces porque, al igual que hoy, las discotecas tenían mucho peso en la isla. Toda la parte cultural en el verano de 1987 era más bien como un solar por construir. Sant Carles siempre ha sido un refugio de bastantes artistas. Por ejemplo, teníamos de vecino al actor Fernando Rey y a Julian Von Károly, que era una referencia internacional en el mundo del piano. Aquellos vecinos se reunieron y pensaron en crear un recital como servicio público a la isla. Así empezó el festival y el concurso.

—¿Cómo fueron los primeros años del concurso?

—En la primera edición fue bastante improvisada. Incluso Fernando Rey llamó a amigos suyos que tenían hijos para que pudieran concursar. Foncarli también se movió y había gente de cinco o seis nacionalidades distintas pero la mayoría era gente de Ibiza, Valencia y Barcelona. A partir de los años noventa se empieza a copiar nuestro sistema en Mallorca, en Francia… Es raro porque este no es el orden natural de las cosas. Por lo general, somos nosotros los que copiamos a nuestros vecinos del norte. En el año 2000 invitamos a un profesor de orquesta y director griego, George Hadjinikos, que sigue siendo presidente del jurado y que fue, además, profesor de música de la Reina Sofía y de la princesa Irene de Grecia. Él se puso en contacto con su Majestad y su hermana y consiguió que la princesa Irene apadrinara el festival en 2001. Eso fue un salto moral e internacional. Desde entonces ha crecido mucho.

—La población de Sant Carles se ha volcado en el proyecto.

—Desde que surgió la idea, siempre ha habido un grupo que ha llevado las riendas del festival pero cada año se ha ido sumando más gente y patrocinadores al proyecto. Es una progresión. Venir a Ibiza en temporada alta es muy caro. Muchos jóvenes pianistas, por ejemplo, de México, Rusia o China pueden pasar apuros económicos porque invierten mucho dinero en un avión para venir al festival. Nosotros lo que hacemos es que con la inscripción al concurso de 102 euros cubran toda la estancia de una semana a pensión completa: pianos de estudio, un autocar que va desde el centro cultural de Sant Carles hasta su hotel… En cuanto a los pianos de estudio, sabemos que tenemos en el pueblo una red disponible que no hay en ningún concurso del mundo: familias de Sant Carles que tienen pianos en sus casas por diversas razones y ceden el instrumento durante toda la semana para que los chicos estudien. En cualquier casa a la que van tienen refrescos y orelletes.

—Hay chicos de muchas nacionalidades. ¿La gente de Sant Carles ha mejorado su inglés con ellos?

—Aparte de ¡Piano!, ¡Toilet! no mucho [ríe].

—¿Hay cada año más concursantes?

—Sí. Hay, además, concursantes de cada vez más países. Pero lo que ha aumentado, sobre todo, es el nivel de los concursantes. Desde hace unos años, los chicos que ganan el concurso lo incorporan a sus currículums y llevan el nombre del festival de Ibiza en sus giras de conciertos, en los discos que graban… Para nosotros es un gran orgullo ver que estos chicos dan un concierto en Moscú o en el Carnegie Hall de Nueva York y en su programa está escrito que ha ganado el primer premio en nuestro festival.

—¿Por qué no se corresponden los años con la cantidad de ediciones?

—Hasta el año 2000 todas las ediciones eran anuales. A partir de que la princesa Irene de Grecia ejerció de presidenta de honor el festival pasó a ser bienal. Esta es la causa del pequeño desfase de números. Por eso son 23 años y 19 ediciones.

—¿Qué es lo que les diferencia del resto de festivales de piano?

—El Festival de Música tiene dos categorías. La primera es hasta los 16 años. Somos pioneros en el mundo en ofrecer tres premios. Además de la cuantía que se lleva en metálico, el ganador de la edición juvenil recibe una invitación para dar un concierto en la siguiente edición y a participar como parte del jurado. Tener la oportunidad de recibir una clase magistral siendo parte del jurado de un festival internacional con 15 o 16 años supone un premio enorme. La otra categoría es hasta 30 años y tambien tiene tres grandes premios. Este año, a pesar de ser un año de crisis, hay seis premios especiales que pueden variar en metálico o, por ejemplo, en dar un concierto en un festival que tenemos hermanado en Italia. Vamos en progresión constante y, sinceramente, en Ibiza hay conciencia de ello. El impacto mundial que tenemos en la actualidad es inmenso. Vienen niños de, por ejemplo, México, a tocar un programa específico de 18 minutos.

—¿Dónde está el secreto del éxito del Festival?

—Las bases desde 1987 son las mismas. Esto en concursos relacionados con otros ámbitos como la música o la moda suelen cambiar. Los requisitos que nosotros pedido son los mismos de siempre y esto hace que, de cara al mundo del piano, tengamos la imagen de ser un concurso bastante serio.

Tenemos el récord en España de asistencia a un festival de piano: 102 chicos de 31 países diferentes.

—Los concursantes, siendo jóvenes y en un lugar como Ibiza es difícil venir una semana y no tener la tentación de visitar las discotecas…

—Hasta el momento no hemos tenido ningún concursante que se haya tomado el festival como unas vacaciones. De aquí han salido chicos que posteriormente han conseguido trabajos en orquestas importantes. Esto para algunos puede ser un arranque, como es el caso de los artistas juveniles, y para los más mayores resulta una confirmación a su trabajo.

—¿Se ha dado que el ganador del festival haya repetido experiencia?

—Gente que no ha ganado sí que se ha vuelto a presentar. Sin embargo este año sí que tenemos una anécdota curiosa en este aspecto. El ganador del tercer premio de la edición del 2008, Ambrosio Valero, de Granada, vuelve a concursar. Esto no es habitual. Este año no sé qué pasara porque son muchos más chicos y el nivel es muy alto.

—¿Qué es lo que ustedes valoran en el pianista?

—En los músicos juveniles se valora lo que tocan pero, también, el potencial que tienen. Hay algo en los niños que te indica si puede vivir del piano. Es algo que se siente en el momento y te toca el corazón. Si emociona a siete u ocho del jurado… Se valora que no hayan errores, si tiene que tocar una cosa de hace trescientos años y una pieza actual, el estilo sea el correcto, que le saque colores al piano… Solo cómo se sienta el chico, cómo se viste, algunos vienen vestidos de frac y las chicas con traje de noche, te muestra la seriedad con la que se toma su carrera musical.

—En alpargatas uno no se puede presentar a un concurso de piano…

—[Ríe] Se puede. En nuestras bases no exigimos una vestimenta pero ellos mismos optan por un vestuario cuidado.

—¿Existen discrepancias entre ustedes a la hora de escoger el ganador?

—No, solemos llegar a un acuerdo por unanimidad. Es difícil, hablamos mucho pero siempre llegamos a un acuerdo. Esto también es parte del éxito del concurso de Ibiza porque los chicos tienen confianza en nuestro criterio. Por ejemplo, el presidente del jurado, George Hadjinikos es un genio. Tiene 87 años y es capaz de recordar el programa de todos los concursantes de memoria. Los ocho miembros del jurado podemos tener opiniones distintas pero vamos siempre a una.

—¿Qué futuro tiene el Festival Internacional de Ibiza?

—Voy a contar una anécdota bastante curiosa. Es lo que comentaba antes de que esto no es el orden natural de las cosas. La Federación Internacional de Concursos nos ha pedido ayuda. Nos ha preguntado cuál es el secreto del festival de Ibiza para tener tanta gente. Hay cosas muy feas en el mundo de la competición. En el deporte no hay problema porque el ganador es el primero que llega pero ¿qué pasa cuando se valoran cuestiones artísticas? Por ejemplo, en el festival de Cannes, según quién haya en el jurado, gana uno u otro por amistad. Aquí, de momento, llevamos 18 resoluciones y hasta los propios concursantes aplauden la decisión del jurado. Somos un concurso pequeño pero somos independientes. No estamos asociados a ninguna federación. Si lo estuvieramos implicaría, a lo mejor, que te impusieran los miembros del jurado o te impondrían unas fechas determinadas de celebración. Nosotros vamos por libre porque no queremos cambiar las bases ni el jurado. Lo que ha destruido muchos concursos importantes ha sido precisamente esto. En la última edición del festival de Santander, hace dos años, el ganador tenía contratada una gira de conciertos y al tercero que hizo no lo querían más. Es un claro ejemplo de un ganador impuesto por uno de los miembros del jurado. Aquí somos muy transparentes y cualquier chico puede hablar personalmente para saber el porqué del veredicto.