La Asociación de Fotógrafos Profesionales (AFP) quiere promover un mayor control del intrusismo en el sector. Alejandro Marí Escalera, miembro de la dirección nacional de esta entidad, que agrupa a la mayor parte de los profesionales del sector, asegura que en Ibiza «más de la mitad» de las bodas, bautizos y comuniones las fotografían personas sin acreditación profesional y sin estar dados de alta en la Seguridad Social. Esta situación se agrava con la crisis, que ha hecho caer bastante el trabajo para los profesionales establecidos en la isla, aunque el descenso en la demanda de sus servicios varía.

La principal problemática que ha detectado la AFP en Ibiza está relacionada con algunas empresas que organizan eventos y recurren a fotógrafos amateur para atender todos sus encargos: «En su cartera de servicios están los reportajes fotográficos y al cliente le presentan trabajos de los mejores profesionales que tienen, pero a menudo no son estos los que acuden al evento», explica Marí.

Así, cuando ha pagado lo mismo que le cobraría un profesional –entre 900 y 3.000 euros, según Marí–, el cliente se puede encontrar con el resultado del trabajo de alguien que no lo es y cuya calidad «puede dejar mucho que desear». El representante de la AFP considera que «se trata de algo muy difícil de controlar porque a menudo no hay un contrato de por medio». Muchas veces, los profesionales acreditados se encuentran con la desconfianza del que ha sido víctima de esta irregularidad –ya que se trata de personas que ni están dadas de alta ni tributan por esta actividad–: «El cliente queda muy descontento pero ya no se puede echar atrás. Una vez que lo ha sufrido ¿qué puede denunciar? ¿que no le ha gustado el reportaje?», reflexiona.

La delegación de la AFP en Murcia anunció hace unos días la firma de un convenio con la Inspección de Trabajo para detectar irregularidades en el sector, con multas que pueden ir de los 626 a los 6.250 euros y la obligación de declarar los impuestos por el periodo que han trabajado. Posteriormente, también el presidente de este colectivo en Balears, Enrique Medrano, anunció su intención de lograr que se desarrolle un control similar en las islas, donde asegura que el intrusismo se lleva el 80 por ciento de encargos. Marí mostró su interés por sumar Ibiza a cualquier iniciativa en esta dirección, aunque profesionales consultados por este rotativo tienen poca confianza en los posibles resultados.

Fotógrafos como Rafa Domínguez, de Foto Raymar, consideran muy complicado que una intervención de la Administración pueda frenar a los mochileros, como se denomina a los que practican el intrusismo en el sector, «como no pongan en marcha una Fiscalía especial». Advierte también de las dificultades de denunciar «en un sitio pequeño donde todo el mundo se conoce».

El valor añadido que aporta un profesional, máxime entre los que llevan varios años dedicándose a esta actividad, es «la responsabilidad personal que asume en cada trabajo», sostiene el fotógrafo Toni Boned, Ritu. Está en juego su buena o mala fama, algo que no le pasa al que «ocasionalmente» realiza alguna incursión en la BBC (las siglas por las que se denomina a los reportajes sociales de bodas, bautizos y comuniones).

Los fotógrafos de larga trayectoria como él aseguran que en la isla «siempre» ha existido el intrusismo y se pregunta «hasta qué punto» se puede impedir que trabaje quien quiera: «La única diferencia estriba en que, si lo tienes todo en regla, te pueden venir a reclamar», observa. Este profesional asegura que en su sector sucede como en otros: la calidad no está garantizada ni por el que tiene un título: «No puedes asegurar que un fontanero te arreglará bien la tubería por muy dado de alta que esté», comenta Ritu.

Otro tipo de intrusismo, pero que desde el sector coinciden en considerar como «incontrolable», es el de las personas que «recurren a un amigo» para realizar el reportaje social de su boda, pone como ejemplo Domínguez. En estos casos, «se hace una vez y no se repite porque es un trabajo complicado», asegura. Este fenómeno se ha multiplicado en los últimos años por el hecho de que los equipos fotográficos se han abaratado gracias a la digitalización y están al alcance de muchos más bolsillos. «Todo el mundo tiene cámara y es fácil que un aficionado se crea tan bueno como para aceptar el encargo», aunque se da por asumida la posibilidad de que el resultado final deje mucho que desear, explica.