Reconocido poeta, autor de un buen número de libros, y reputado crítico de poesía, Francisco Díaz de Castro (Valencia, 1947) viene impartiendo desde hace varias décadas clases de Literatura Española en la Universidad de les Illes Balears. La semana pasada estuvo en Ibiza para hablar del escritor colombiano Gabriel García Márquez. Una buena ocasión para hablar también del llamado ´boom´ de la novela latinoamerica de los años 60, de tan larga e importante influencia.

—Esta vez ha sido García Márquez quien le ha traído a Ibiza y una novelita suya de gran éxito, ´Crónica de una muerte anunciada´.

—Una de las obras de García Márquez que más me gusta. Ya sé que ´Cien años de soledad´ es su gran novela, pero a mí me gustan mucho ´El amor en los tiempos del cólera´ y ´Crónica de una muerte anunciada´. Esta última es extraordinaria también por la manera como logra condensar en pocas páginas un mundo rico, lleno de matices.

—¿Es posible comparar la novela con la película?

—Como suele ocurrir, la película es peor. Hace poco estuve aquí presentado ´Luces de bohemia´, de Valle-Inclán, y también vimos la película, que realmente es muy buena, con actores geniales y muy bien hecha. En el caso de la película ´Crónica de una muerte anunciada´ sí puede decirse que está en ella la novela, pero contada de una manera que pierde mucho, es mucho más simplona y lineal.

—¿Es una novela que gusta mucho a los jóvenes?

—Parece que sí, aunque es la primera vez que la presento y no sé hasta qué punto la han trabajado.

—¿Es García Márquez el escritor más representativo del ´boom´?

—Para mí, Cortázar en el número uno y después de él, Borges. Pero, como tú sabes, a mí me interesa más la poesía que la novela, y tal vez mi juicio esté determinado sobre todo por este hecho. Como narrador puro, sin duda Gabriel García Márquez es el más importante de su generación, del llamado «boom», al menos a mí me gusta más que Vargas Llosa. Pero también me gusta mucho Onetti, por ejemplo.

—Se dice que en nuestros días puede darse algo parecido al ´boom´ de la novela latinoamericana de los años 60.

—Bueno, sobre todo hay una operación comercial en marcha que funciona muy bien, aunque no la estoy siguiendo demasiado. De lo que conozco, apenas me interesan unos pocos autores. Todos han querido matar al padre y, francamente, escribir a la contra de Cortázar, Fuentes o Borges parece muy difícil. Aunque entiendo, por otra parte, que, como escritores, necesiten cambiar de rumbo. El ´boom´ nos trajo también otra cosa importante: el conocimiento de otros escritores, no propiamente de esta generación, que también nos entusiasmaron, como Alejo Carpentier. En este sentido hay que destacar la gran labor de la editorial de Carlos Barral.

—¿Entonces el ´boom´ es irrepetible?

—Fue una época histórica importante, en un clima de lucha política para cambiar la sociedad, con distintas revoluciones. Creo que esto influyó mucho para que hubiera otro tipo de literatura, pero esto no lo explica todo, claro. Hay otros fenómenos que se nos escapan. Yo tengo las primeras ediciones de casi todas aquellas obras, porque se publicaron en mi época de estudiante y compraba aquellas novelas y las leía con admiración, era un gran descubrimiento para todos. Para mí eran todos tan sorprendentes como Valle-Inclán, que era lo más sorprendente que yo había leído hasta entonces. Leer los cuentos de Cortázar, descubrir a Borges... Fue deslumbrante para todos, estudiantes, lectores, también para los escritores españoles.

—¿Quiere decir que incluso cambió la tendencia entre los escritores españoles, les influyó decisivamente?

—Yo creo que sí, en todos, incluso en los consagrados. Hubo un cambio muy curioso. Camilo José Cela ya no vuelve a ser el mismo y empieza a escribir libros como ´San Camilo´ y ´Oficio de tinieblas´. Y hasta Torrente Ballester, que había escrito ´Los gozos y las sombras´, pasa a escribir un libro como ´La saga/fuga de J.B´. Estos libros, me parece, no se hubieran entendido sin el ´boom´ de la novela latinoamericana.

—Se dice que cada vez es más difícil conseguir que los alumnos lean...

—No leen nada y cuando leen no entienden lo que leen. Y no me refiero sólo a ESO y Bachillerato, sino también a la Universidad. Este año, por ejemplo, he puesto ocho lecturas obligatorias y ahora estoy comprobando, por las fichas que les he tenido que pedir que hagan, que muchos lo sacan todo de la Wikipedia. ¡Alumnos de 3º de Filológica Hispánica!

—¿El sistema educativo actual no propicia la lectura?

—Cada vez menos. No hay duda de que antes el sistema educativo era mejor, ya que salían lectores, muchos o pocos, pero salían. Ahora es imposible. Se insiste mucho en técnicas pedagógicas, en didácticas de la asignatura, pero si detrás de todo ello no hay un conocimiento de la literatura en sí, no sirve para nada. Sólo aprenden a rellenar fichitas. No hay lectura.

—Sin embargo, cada vez se publican más libros.

—Es cojonudo, sí, pero no sé ya para quiénes se editan tantos libros. Ahora bien, la gente se ha tragado los tres tomazos de ´Millennium´, incluso gente que lee muy poco o que no lee nunca. No sé, pienso que podrían intentar leer otra cosa, algo mejor, de mayor nivel literario, aunque sea a Paul Auster...

—¿Cómo ve hoy el papel de la Universidad en nuestra sociedad?

—Qué te puedo decir... Estamos en el Plan Bolonia, que es un disparate que ya ha fracasado en Francia y en Italia, como ya ocurrió cuando importamos la ESO.

—Vaya, ¿se trata entonces de otra ´crónica de una muerte anunciada´...?

­—El Plan Bolonia es la consagración del poder de los pedagogos, que centran todos los objetivos en una especie de cartillita pedagógica, eliminando en buena parte el papel del profesor y los conocimientos que éste pueda transmitir. El profesor ya es un mero funcionario administrativo, que debe seguir a rajatabla unos objetivos, como, por ejemplo, calibrar las horas que va a tardar un alumno en leer una obra literaria, como si fuera posible saber cuánto tiempo necesitamos para leer el Quijote... Creo que vamos hacia una aculturización de la gente, a la que, además, se le saca más dinero que nunca, pues la Universidad es ahora una sirviente de las empresas privadas. Todo se ha convertido en un máster que cuesta mucho dinero, cualquier cursito de antes es hoy un máster caro.

—¿La poesía le produce más optimismo?

—Desde luego. Creo que hay más lectores de poesía que antes, no necesariamente estudiantes. Durante algunos años ha habido abundancia de actividades poéticas públicas y creo que ha propiciado que ahora haya más lectores de poesía. Hay mucha gente metida en círculos poéticos muy jóvenes, a través de Internet y otros medios, con mayor o menor calidad, claro. Soy mucho más optimista respecto a la función de la poesía en nuestra sociedad que respecto a la situación de la literatura en la educación.

—¿Está preparando un nuevo libro?

—Estoy escribiendo un nuevo libro de poemas, pero va muy lento. Quiero hacer algo distinto a lo que he hecho hasta ahora, pero no sé cómo va a salir, ya se verá. No hay prisa, creo que imponerse escribir poemas porque sí es una tontería.