Casi 200 cometas (172 en el momento de mayor tráfico) sobrevolaron ayer a la vez ses Variades, en la decimoséptima edición de la fiesta ´Posa un estel al cel´. Siguiendo el juego de palabras en catalán (cometa y estrella se dicen igual) el éxito de público, con más de 300 inscritos, permitió ver un cielo densamente estrellado en pleno mediodía.

El responsable de la celebración, Pepín Valdés, explicaba que el año pasado no les acompañó el buen tiempo y tuvieron que aplazar la fiesta en primera convocatoria. Un par de semanas después de lo previsto, se alcanzó la marca de 129 cometas en vuelo simultáneo.

Este año no hubo imprevistos y todo el que se acercó hasta ses Variades pudo disponer de la cantidad de viento justa y necesaria para elevar su cometa. Las que peor lo pasaron fueron las grandes creaciones que aportaron para la ocasión algunos de los patrocinadores del encuentro, a pesar de estar confeccionadas en fibras sedosas y muy ligeras. Le pasó a una especie de pulpo de Sa Nostra, que se elevó algunos minutos para caer después a cámara lenta por falta de corriente, igual que un curioso oso marrón y un enorme delta, que tenía la responsabilidad de sustentar a las otras dos.

Abundaron los diseños de cometas ´tipo delta´, con forma de parapente, porque son los que se han hecho en los talleres realizados los días previos en el centro juvenil de Sant Antoni y la carpa municipal del paseo de ses Fonts, además de diversos centros educativos del municipio colaboraron en este encuentro no competitivo, que promueve el buen rollo por encima de todo: «Aquí no hay mala leche, nadie pierde la calma a pesar de la cantidad de gente que hay», es lo que más sorprende a Valdés. El veterano profesor del colegio Guillem de Montgrí, poco amigo de protagonismos, destaca que otras 40 personas han colaborado este año en la organización.

Juan Carlos y su familia controlaban su cometa de estilo clásico, a más de 350 metros de distancia, que les traía recuerdos de la primavera de Uruguay. Mercedes y Carmen disfrutaban la sensación de controlar la cometa y se dirigían a estrenar la que les tocó ayer en el sorteo de la organización. Mientras, Toni Ribas y Mar, padre e hija, se sorprendían de lo bien que volaba su delta: «Estaba seguro de que haríamos el ridículo».