Una veintena de niños rodeaban ayer a tres monitores en la primera sesión de los talleres de confección de cometas celebrada en la carpa municipal de Sant Antoni. Estos talleres, que organizan conjuntamente el Ayuntamiento de la localidad y el colegio Guillem de Montgrí, reunirán desde ayer y hasta el viernes (de 18 a 20 horas) a una docena de monitores y unos 400 niños, si se mantiene la afluencia lograda en anteriores ediciones. El objetivo para la mayoría de los asistentes a este particular taller de manualidades es fabricarse su propio artefacto volador para participar el domingo en el festival ´Posa un estel al cel´, que llega ya a su 17 edición y que se desarrollará en ses Variades a partir de las 11 horas.

Algunos no piensan esperar tanto. Axel y Jorge, estudiantes del colegio Vara de Rey de 11 años, estaban deseando terminar su modelo «de bolsillo» para ponerlo a prueba ayer mismo en el exterior de la carpa, en el Passeig de ses Fonts. Jorge sufrió ayer un pequeño accidente en su primer intento de dar forma a una cometa y su trapezoide acabó convertido en una bola de papel arrugada. «No pasa nada, se hacen rápido», aseguraba basándose en su experiencia de años anteriores.

A unos pasos de él Pepín Valdés, alma del evento y monitor de monitores, asesora a un grupo de niñas enfrascadas en el ensamblaje del nuevo modelo con forma de ala delta. Aya y su hermana Doha, de 10 y ocho años respectivamente, dejaron de lado la cometa-pulpo que ya conocían del año pasado y se decidieron por el nuevo ala delta. Tiempo estimado de construcción: una hora. «Depende de la destreza de cada uno», afirma Valdés, quien aclara que el taller no es únicamente para niños: «Puede venir cualquier persona y no tiene por qué ajustarse a los modelos que ofrecemos, si quiere construir un diseño propio también le ayudamos». No obstante, no escatima elogios para el nuevo modelo: «Se pliega, vuela muy bien y es muy estable. Es un clásico, pero hasta ahora nunca lo habíamos hecho».

Duración limitada

La materia prima de los objetos voladores sanantonienses es bastante económica: láminas Din A3, papel de seda, plástico y unas varillas de madera. Claro que la duración del ingenio es limitada y depende en exceso de factores como la climatología y las horas de vuelo. Aunque en algunos casos la resistencia y navegabilidad de estas cometas caseras sorprende. Paquita es la madre de Mateu, un niño de tres años «y medio». Mientras su hijo colorea y pone gomets a su cometa, ella recuerda: «El año pasado fuimos al festival y estuvo muy bien: ¡Voló! Cuando nos marchábamos seguía volando, no la supimos hacer bajar, así que le entregamos la cuerda a otro de los participantes». Junto a Mateu colorea Sendoa, un niño de siete años alumno de Can Guerxo, que se inmiscuye con soltura en la conversación: «A mí las cometas me gustan mucho. Tengo un libro de experimentos que explica cómo hacerlas. Pero la que sale en mi libro era muy pequeña y ésta es mejor», explica con un lapiz verde en una mano y uno rojo en la otra. «Además tengo un truco para pintar —susurra—. Vas haciendo círculos y no se te cansa la mano ¡nunca!».

Marian, de seis años, recibe ayuda de su madre, que es a su vez socorrida por un monitor. «Yo nunca había hecho una cometa, de pequeña jugaba a otras cosas. No había tantas actividades para niños. De hecho, la fiesta de Sant Antoni duraba un día y ahora, dos meses», señala la progenitora antes de advertir de que guardará la cometa con forma de estrella sobre un armario para asegurar su supervivencia hasta el domingo.

Todos quieren que sus estels tomen parte en el festival, aunque no se trata de un evento competitivo: «De lo que se trata es de volar la cometa. Si consigues que la tuya vuele consigues una camiseta de recuerdo del festival. Eso es todo», resume Valdés.