El joven se presentó al multitudinario casting que uno de los profesores, Sergio Alcover, hizo en el Palacio de Congresos de Santa Eulària el pasado verano animado por su representante, Simone Gigante. «Me enteré de que había las pruebas y mandé a Jonathan a Santa Eulària», explica Simone, que detalla que el bailarín vivía «en una buena casa en Talamanca al lado del mar». Simone, que está encantada con el éxito que ha conseguido su protegido, recuerda una anécdota de la estancia de Jonathan en Ibiza: «Un día de agosto se fue con su hermano Silvio y su equipo de música a bailar en el puerto, frente al mar, como había hecho en otras ciudades. Vino la Policía, le secuestró el equipo y le pusieron una multa».

Anzalone, de 22 años, fue el más votado por el público en la gala del domingo por la noche y ha ganado una beca de 30.000 euros para que continúe formándose en su pasión, la danza. El italiano baila break desde que era pequeño y antes de llegar a Ibiza para subirse a los pódiums de las fiestas más populares de las discotecas de la isla vivía en Los Ángeles. Jonathan ha sido uno de los concursantes más polémicos de esta edición. La indisciplina, las malas respuestas a los profesores y los conflictos con los compañeros, incluso con su pareja en el concurso han marcado su paso por la academia dirigida por Lola González. A pesar de todo ello, Jonathan consiguió vencer a los 14 bailarines que llegaron con él a la final del concurso. Horas después de alzarse con el triunfo, ha confesado que quiere ser actor y ha justificado su comportamiento con sus compañeros y profesores: «Creo que para conseguir algo en la vida hay que ser un poquito chulo, y a mí me ha funcionado en ´Fama´».

Jonathan Anzalone no es el único de los finalistas de ´Fama ¡A bailar!´ relacionado con la isla. El mallorquín Javier Vachiano, que junto a su compañera Yaima ganó la modalidad de parejas, también fue seleccionado en el casting que se celebró en Santa Eulària, al que se presentó con la ilusión de conseguir un puesto en el reality presentado por Paula Vázquez.