Este virtuoso de la historia vivió en Ibiza gran parte de su juventud y fue aquí donde realizó sus primeras andaduras en el estudio del farragoso y polémico mundo de la droga y de su influencia social. A pesar de que nunca le ha gustado ser un líder, Escohotado se ha convertido hoy en un ser admirado por muchos jóvenes y defensores de la legalización de las sustancias psicoactivas. Esta semana participó en Ibiza en una conferencia en defensa de la legalización del cannabis.

¿Qué busca y qué encuentra el ser humano en la droga?

­—Hay personas que a lo mejor están estudiando o trabajando y se quieren evadir y lo hacen a través de los psicofármacos en una discoteca. Pero la evasión más profunda es la amnesia, un empezar de cero. Las otras evasiones son como salir y entrar en la cárcel. Sí, sales el fin de semana, pero volverá el lunes y con él el trabajo y las responsabilidades.

Vivió los años 70 en Ibiza; entonces no era tan conocido ¿Dejó Escohotado algún legado para no olvidar en aquella época?

—Pues lo cierto es que sí. Se me ocurrió hacer un lugar de música en vivo donde los melenudos del 76 pudieran pasarlo bien. Al principio había pensado en llamarle ´El taller del olvido´ porque en aquella época yo tenía la idea de que ir a una discoteca significaba ir a borrar, a vivir experiencias nuevas y olvidar. Luego me di cuenta de que existía una palabra que además de englobar todo se dice igual en latín que en griego, en inglés y en castellano. Así, finalmente, lo llamé Amnesia y al año lo vendí y con el mismo nombre se convirtió en la discoteca más famosa del mundo.

Hay mucha gente muy joven entre los consumidores de cannabis y otras sustancias psicoactivas ¿A qué cree usted que se debe este incremento en el consumo de estupefacientes?

—Sí, los jóvenes de hoy son tremendos, además ya empiezan a cultivar ellos mismos y cuando no cultivan lo roban. De hecho son las verdaderas bandas que están devastando a los pobres cultivadores de cannabis.

Estamos viviendo una época mucho más sedentaria y sobreabundante que antaño y esto se refleja en nuestros jóvenes. Sin embargo, continuamos bajo la misma presión del tiempo. Hay quien nunca tiene tiempo suficiente para terminar un proyecto, una obra de arte o cualquier otra cosa y hay quien se aburre como una ostra del alba a la noche. Estos últimos son los que siempre están mirando el reloj para ver cuándo se acaba su jornada laboral. Éstos son carne de cañón para la discoteca actual.

¿Cree que la sociedad hace que estos jóvenes tengan problemas innecesarios y que utilicen las drogas como válvula de escape?

—Si por sociedad se refiere al Estado, es decir, ese ente impersonal que más o menos limita los egoísmos de cada individuo, entonces creo que no le corresponde al Estado entretener al personal. Lo que les ocurre a estos jóvenes, como decía Aristóteles, es que como no saben hacer nada bien se aburren continuamente.

La tragedia del niño desde los dos años, que es cuando empieza a tener coordinación, hasta que tiene 22, es que va adquiriendo cada vez más aptitud muscular pero no por ello más ´coco´. ´Coco´ significa: «amo esta cosa en suficiente medida como para hacerme maestro en ella». Esto es un don que muy poca gente tiene. Los que lo tienen normalmente son seguidos incondicionalmente por todos los demás, que están perdidos en el aburrimiento.

Un gran número de consumidores y cultivadores lucha por la legalización del cannabis en nuestra sociedad. ¿Ocurrirá algún día?

—Creo que ha ocurrido ya. La guerra está terminada hace tiempo. Es tanta la fuerza del inconsciente, de lo anónimo, de lo gradual, que estas cosas pasan a medio largo plazo y suceden sin que nos demos cuenta. Se hizo un experimento que consistió en sacar de la farmacia, donde se suministraban, todas las drogas. El problema fue que de ahí fueron a la calle, no desaparecieron. Entonces, multiplicamos por muchos los puntos de venta, ya que si antes había uno en cada farmacia pues ahora resulta que hay uno en cada esquina.

Antes, las personas que tomaban drogas eran viejecitos, médicos, personal sanitario... los que sabían de estas cosas y tenían acceso a ellas. Ahora, se ha extendido a todos los estatus sociales y además muy adulteradas.

¿Por qué fracasó el experimento, como usted lo llama, de dejar de vender ciertas drogas en las farmacias?

—El experimento no fue normalizar sino prohibir y lo que ha salido de prohibir ha sido un aumento muy fuerte de las drogas en todas las capas sociales pero no se ha conseguido concienciar a la sociedad de una vida sin droga. Es casi tan difícil convencer a una sociedad de que es mejor una vida sin droga como convencer a una sociedad de que es mejor una vida sin orgasmos. Tomamos drogas sin parar, desde las que llaman medicinas a las que vienen con el día a día como el tabaco, un vino en la comida... Una vida sin drogas se parece más al faquir hindú, a los renunciantes místicos, a los ermitaños, a los solitarios... A San Antonio y sus tentaciones...

¿Cuál cree que fue la razón que llevó a prohibir las drogas y sacarlas de la farmacia si hasta entonces habían sido legales?

—Se estaban descubriendo a toda velocidad nuevas drogas y el arsenal de nuevos productos psicoactivos dio miedo. Creo que esta fue la verdadera razón de la prohibición. Siempre se ha querido prohibirlas igual que siempre se ha perseguido a las brujas, el sexo y el libre pensamiento... La decisión de prohibirlas fue el gran salto de la química de síntesis de final del siglo XIX, que surgió un rápido descubrimiento de cosas que no se conocían como los alcaloides.

Está demostrado que la marihuana tiene grandes propiedades medicinales ¿Por qué cree usted que no se ha legalizado para fines terapéuticos?

—El prejuicio es siempre mucho más fuerte que el juicio para desgracia de los seres humanos. Lo que distingue al uno del otro es que el prejuicio no está informado, no está trabajado, no te has puesto a pensar en el asunto, simplemente has cogido un cliché una etiqueta y la has hecho tuya. Esto es lo que viene frenando el asunto de la marihuana hace muchísimo tiempo. Hasta el final es muy difícil conseguir hacer ver a las personas que las drogas no tienen culpa de nada, que si alguien tiene la culpa son los usuarios de las mismas porque las drogas son espíritus neutros.

Defiende el uso de las drogas para fines cognitivos y terapéuticos. ¿Cómo afecta el hecho de que sólo puedan adquirirse en el mercado negro?

—El mercado negro tiene sobre todo una falta de transparencia en la composición que impide el arte de tomar drogas, que es el arte de dosificar. Ya decían los antiguos sola dosis facit venenum, ´solo la dosis hace algún veneno´, pero como no sabemos la composición pues tendemos a infra-dosificarnos, pero a veces nos sobre-dosificamos.

La heroína es una de las drogas con peor nombre en nuestro país. ¿Qué opinión le merece?

—Es un fármaco muy interesante, tiene muy mala prensa porque se convirtió en la droga de seres draculinos profundamente antisociales que se odiaban así mismos y odiaban a la sociedad. Y esto se le echó a la heroína. Cuando se inventó la heroína a finales del XIX y hasta el año 30 fue la droga de gente distinguida, el signo de los médicos y el gran sustituto de las personas que antes tomaban morfina u opio. No me extrañaría que con el paso del tiempo vuelva la heroína en círculos muy selectos. Se puede observar en Europa y en EEUU actualmente.

¿No es cierto que es una droga muy adictiva y destructiva?

—No engancha más que las pastillas para dormir o el café. La droga que más rápido engancha es el café. Bastan cinco días de tomar cinco expresso para que al quinto día si te dan un placebo no te funcione y tengas temblores, dolores de cabeza, irritabilidad, falta de concentración... y eso que cinco cafés tampoco es tanto ¿no?

¿Cuál considera que es la droga que mejor se ha introducido y adaptado a nuestra sociedad?

—El cáñamo, porque es muy bueno para la gente mayor y para la gente muy enferma. A la gente joven, sobre todo a las mujeres, muchas veces les da mal rollo. Ese mal rollo quiere decir que le hurga en el inconsciente, es decir, que no le deja su buena conciencia. Que les interroga y les hace pensar «no estoy en el buen camino», «es más tarde de lo que pensaba», «¿estoy en el sitio correcto?». Creo tiene esa capacidad de Pepito Grillo, que le viene bien a la gente joven.

¿Por qué comienza a realizar sus estudios en profundidad sobre drogas?

—Porque me tocaron mucho las narices la policía y los mafiosos aquí en Ibiza, precisamente. No había

conocimiento, y yo pensé que estaba iniciándose en el mundo un movimiento. Que los economistas, los historiadores, los sociólogos, los politólogos estaban empezando a estudiar ese nuevo gran fenómeno que son las drogas y su influencia social. Pero me equivocaba, el único que escribió un libro de 1.500 páginas sobre el tema fui yo y ahora habré publicado ya 22 títulos diferentes y llevo ya unos cuantos años trabajando en ´Los enemigos del comercio´ que es la obra de mi vida.

¿No le da rabia que a pesar de haber realizado muchos otros estudios siempre se le relacione con el mundo de los psicofármacos?

—El trabajo de ´no drogas´ está poco valorado y el de drogas, demasiado. Me he convertido en una especie de gurú involuntario para las juventudes españolas. No crea que me gusta mucho ir de gurú en la vida. Hay ciertos verbos como ´creer´ y ´salvar´ que me ponen de los nervios, no me gustan.