Tres jóvenes suben por el acantilado, cada uno con su fardo lleno de mercancía prohibida atado a la espalda, a plena luz del día, dejando allá abajo el azul oscuro del mar. Estamos delante del cuadro ´Los contrabandistas´, pintado por Joaquín Sorolla en septiembre de 1919 durante su estancia en Ibiza. No fue ésta la única obra que el artista valenciano pintó en la isla: ´Casa de Ibiza´, ´Apunte de Ibiza´, ´Mar de Ibiza´... Sorolla se llenó de isla durante aquellos días veraniegos, se llenó de azules, de rocas duras, de espumas y de cielos blandos.

Pintó el litoral sin horizontes, pintó el lugar donde el mar y la roca se funden en un solo paisaje lleno de resplandores ásperos, de sal y de piedra, y pintó a los contrabandistas ibicencos, merodeadores habituales de ese mismo paisaje luminoso. Y todo lo pintó, sin saberlo, por última vez, como despidiéndose del Mediterráneo que tanto había amado y tantas veces plasmado con eficacia en el lienzo, ya que sólo unos meses después sufriría en Madrid una ataque de hemiplejía que mermaría definitivamente sus facultades para pintar. Murió tres años después en su casa de Cercedilla.

Hasta hace unos pocos días y desde el pasado mes de mayo, ´Los contrabadistas´, uno de sus últimos paisajes marinos, ha presidido en el Museo del Prado una de las salas de la mayor exposición antológica dedicada nunca a este pintor nacido en Valencia y sin duda uno de los maestros más conocidos y populares del siglo XX en España. Con un total de 102 lienzos, entre ellas todas sus grandes obras maestras, desde sus primeros éxitos juveniles hasta la plena madurez y los años finales, la exposición del Museo del Prado ha sido un éxito de público y de crítica, y desde el próximo día 30 de septiembre podrá visitarse en Valencia, en el Centro Cultural Bancaja, hasta el 10 de enero de 2010.«La ciudad instantánea de Sant Miquel»

No ha sido ésta la única exposición veraniega fuera de la isla en la que Ibiza ha dado pruebas de una remota pero fértil existencia cultural. Seguramente muchos lectores recordarán aún el Congreso Internacional de Sociedades de Diseño Industrial (ICSID), celebrado en la cala de Sant Miquel, del 14 al 16 de octubre de 1971. Y lo recordarán, seguramente también, no porque participaran en sus debates y charlas, sino por el despliegue colorista de una gran estructura neumática –Instant City– que dio alojamiento a muchos de aquellos participantes que prefirieron una alternativa contracultural a la propuesta oficial de estancia (Hotel Cartago).

La irrupción de aquel modelo alternativo supuso sin duda una fractura ideológica en el seno mismo del Congreso, dividido claramente en dos sectores: tecnócratas burgueses y alternativos de diversa procedencia y condición. (Más allá aún, en el radicalismo reinante, se encontraban incluso los hippies, que plantaron sus propias tiendas entre las rocas de los alrededores).

El proyecto 'Ciudad Instantánea', de F. Bendito, C. Ferrater y J. Prada, forma parte de una muestra mucho más amplia, ´Arquitectures sense lloc´, dedicada precisamente a construcciones efímeras y utópicas, y que ha podido verse en el Centro de Cultura Arts Santa Mónica, de Barcelona. Comisariada por Antonio Pizza, Ramon Faura y Santi Ibarra, la muestra se inauguró en junio y se clausura este mes de septiembre.

´Ciudad Instantánea´ se basaba, según señala Antonio Pizza en el catálogo de la exposición, en principios que, por definición, «contradicen las premisas del urbanismo tradicional: ciudad móvil, flexible, ligera, prefabricada a partir de unidades rigurosamente modulares, capaz de sugerir un modelo existencial en el que cada uno puede delimitar su espacio individual en armonía con una vida comunitaria que respeta la gran diversidad de orígenes».

Gran diversidad de orígenes y de acciones. No en vano, en el sugerente folleto de invitación de ´Ciudad Instantánea´, difundido a escala internacional, puede leerse: «La gente, los jóvenes de la Nueva Cultura, nos reuniremos en Ibiza para estar juntos, escuchar música, bailar y construir el espacio que habitaremos por unos días. Nosotros pediremos a los diseñadores de todo el mundo que nos ayuden a crear físicamente la ciudad instantánea... En un happening de diseño ambiental, el comportamiento y la forma se pueden unir durante una semana de diseño, construcción, música, mimo, feria, festival e improvisación».

Grito y melodía

La Ibiza de Sorolla en el Museo del Prado. La de los diseñadores alternativos y su Congreso Internacional en Sant Miquel en Arts Santa Mònica. La Ibiza de 1919 y la de 1971. Pero no faltan tampoco manifestaciones culturales aisladas de la actual, la de estos últimos meses, la de ´Ressonadors´, por ejemplo.

Mientras el nombre de Ibiza bailaba en la prensa nacional al son del famoseo y de los alijos incautados, otra música se convertía en el tema de un extenso artículo del escritor ibicenco Antoni Marí, publicado el pasado 12 de agosto en el suplemento Cultura(s), del diario barcelonés La Vanguardia.

El eco de ´Ressonadors´ es potente y ha conseguido ser escuchado más allá de la isla. En el artículo ´Grito y melodía de las Pitiusas´, el autor describe cómo esta «nueva» música actualiza la tradición musical pitiusa con instrumentos del pop-rock y adecua las voces a una modernidad cosmopolita. En un resumen bien hilvanado, vienen a explicarse los rasgos característicos de la música popular de las Pitiusas, así como su capacidad para ser reinterpretados una y otra vez, desde diferentes ritmos e instrumentos.

«La aparición de ´Ressonadors´ –escribe Antoni Marí– es un magnífico ejemplo de la vitalidad de esa música que se transmite oralmente y que puede trasladarse a todos los ritmos e intrumentos, ya sean tradicionales o de última generación sónica (...) Un trabajo memorable que merece un salto de las islas al continente».