—¿Por qué se ha metido en este ´lío´? ¿Ha costado mucho convencerla?

—No ha venido nadie a convencerme. Es algo que fui pensando y madurando. Me hubiera gustado que saliera gente más joven que yo, pero no era posible en este momento. Fue cuando me decidí a plantear la posibilidad de asumir el cargo mientras las personas que considero que deben hacerlo se toman el tiempo que necesiten.

—Da las sensación de que su elección no sea algo definitivo.

—Me he comprometido para los próximos cuatro años, y aquí estaré. Si antes, en la asamblea constituyente, hay un giro y alguien más joven y con más ganas se muestra dispuesto a asumir el cargo, no tendré ningún problema en cedérselo.

—¿Puede explicar cómo se gestó su nombramiento?

—Puedo ser muy, muy, muy sincera. Me lo pensé yo sola el viernes por la noche [el día anterior a la asamblea] porque nadie me lo había pedido. El sábado por la mañana hablé con los miembros del consejo político, también con Palma, para ver qué les parecía. Dije que me podía presentar siempre y cuando eso no provocase ninguna guerra interna. No tuve tiempo ni de consultarlo en casa. Se lo crea o no, fue así.

—¿El partido llegó a la asamblea sin haber pensado antes en nadie?

—Había una persona, pero no sé. Dije: voy a ver. Le estuve dando vueltas y pregunté qué les parecía. Me dijeron que sí, y ya está.

—¿La otra persona no se lo tomó mal?

—Para nada [se ríe]. No somos un partido que nos pelemos por los puestos, más bien todo lo contrario. Hay que romper esta dinámica. No se trata de que todos digamos «tengo que ser yo», pero nos falta algo de viveza.

—¿En qué situación se encuentra el partido?

—Es lo de siempre, que es lo preocupante. Que no haya cambios, ideas nuevas. Hay ganas de trabajar, pero se hacen cosas a nivel individual. Creo que el partido necesita un poco de organización. Debe haber un órgano de trabajo diario más pequeño, al margen del consejo político. Esto es básico para poder crecer, y tenemos que crecer.

—¿EU está condenada a desaparecer en Eivissa si queda fuera de las políticas de alianzas de la izquierda?

—Desaparecer nunca, pero no nos podemos quedar sólo con el palo de la bandera. Quiero que se visualice el campo de acción que tenemos. Tenemos que saber coordinarnos y explicar las actuaciones de los cargos públicos.

—¿Eivissa pel Canvi está en crisis?

—No, no. Lo único que pasa es que llevamos dos años de andadura y tenemos que sentarnos para hablar con tranquilidad [se refiere a la asamblea celebrada ayer; ver página 5]. Se ha creado una especie de crispación interna que no beneficia a nadie, y creo que todos nos estamos dando cuenta de ello. Yo personalmente en todas las asambleas decía que así es muy difícil trabajar. No son ni guerras, sino interpretaciones internas de que lo que dice uno está dirigido contra otros. También falta un poco de organización. Hay que arreglar las cuestiones sin guerras personales.

—¿Los problemas se deben entonces a cuestiones personales por encima de los intereses de partido?

—A veces sí, pero a veces son malas interpretaciones de las cosas. Hay un poco de desconfianza y cualquier cosa que diga no sé quién es malinterpretada siempre por alguien. Así es muy difícil trabajar.

—Aparte de estas cuestiones, ¿cuál es el principal problema que ahora mismo afecta internamente a ExC?

—Yo creo que debemos definirnos un poco más ideológicamente. No hubo tiempo material para hacerlo cuando se constituyó la coalición. Teníamos claros los objetivos, pero hay que hacer una reflexión ideológica y recoger el sentir de todo el mundo para ver dónde estamos. No creo que me equivoque si digo que estamos a la izquierda del PSOE.

—Pensaba que la ideología de ExC era muy clara.

—La ideología, sí. Otra cosa es cómo la llevamos a cabo. Los problemas que tenemos dentro del partido se producen también en el seno de ExC: la gente que ocupa cargos públicos tiene que aplicar leyes que no nos gustan. Eso lleva a pensar cosas como: «Este qué hace aquí si el día anterior estaba en las barricadas». Tenemos que asumirlo. Somos una agrupación política y queríamos estar dentro de los equipos de gobierno. Tiene una parte positiva y otra negativa. Hemos de ser capaces de verlo y encarrilarlo.

—¿Se están cumpliendo las expectativas de ExC en los casi dos años de legislatura que llevamos?

—Se van cumpliendo, pero más lentamente de lo que querríamos. Para los que no estábamos acostumbrados a trabajar en la Administración, como yo misma, es un poco desesperante. Es una máquina tan difícil de mover que da una sensación de parálisis. Y entiendo que el ciudadano que está fuera de todo esto lo percibe mucho peor. Pasó igual con el Pacto. Se produce el cambio y decimos que todo se va a hacer como nosotros pensamos. Pero llegas allí [a los puestos de gobierno] y lo primero que debes hacer es aplicar una ley contra la que estuviste luchando. Hay que intentar cambiarlas, pero eso no es cuestión de un año ni de dos.

—¿Falta valentía? ¿Atribuye esta lentitud sólo a la máquina burocrática?

—No se ha echado nada para atrás, pero cuando llegas al gobierno ves otras realidades. La legislación es clara y no te puedes apartar de ella. Muchos no teníamos experiencia y eso comporta un tiempo de adaptación. Es importante que haya gente nueva, pero hay que conjugarlo con experiencia porque, de lo contrario, es muy difícil caminar. Entre que llegas, te das cuenta de cómo funciona la Administración y puedes empezar a hacer algo, pasa un año.

—¿Ha perdido fuerza ExC?

—Ha perdido el impulso inicial de oposición. Es normal. No se puede mantener el mismo espíritu guerrero porque no estamos en la misma situación. Así y todo, todos tenemos muy claro lo que queríamos y lo que seguimos queriendo. Tenemos que sentarnos y limar lo que tengamos que limar para mejorar las cosas.

—Ha hecho referencia en varias ocasiones a que se han topado con leyes que no les gustan pero que están obligados obviamente a cumplir. ¿Puede poner un ejemplo concreto?

—En EU estamos en contra de los campos de golf. Pero tengo muy claro que, tal como está la legislación, en determinadas circunstancias igual se tiene que aprobar alguno. Hay que buscar las dobles puertas de las leyes para alcanzar nuestro objetivo, si no habrá que plantear cambiarlas aunque eso no se hace de hoy para mañana. Hay que tener en cuenta que somos una formación política muy pequeña. ¿Qué poder tenemos, por ejemplo, en el Parlament a la hora de votar una ley? Hay que ser conscientes de lo que se plantea.

—¿Qué le parece lo que ha pasado en Santa Eulària en torno a la dimisión de los concejales de ExC?

—Ha sido una de nuestras principales críticas porque no se debatió. Se hurtó el debate en la asamblea, quizá un poco por miedo, y no echo la culpa a nadie. No tengo nada en contra de las concejalas que dimitieron. Son muy luchadoras, pero siempre dije que no tenían ninguna experiencia política e ir a ejercer la oposición en Santa Eulària es muy duro. Con el condicionante, además, de que el grupo no estaba cohesionado. Para mí, y una de ellas lo dijo, era una decisión personal. Nada que decir a eso. Otra cosa es que se tomaran decisiones sin abordarlo en la asamblea.

—¿La imagen pública de ExC ha quedado muy tocada?

—No lo sé. También ha servido para que reflexionemos y que mucha gente se dé cuenta de algunas cosas. Quizá ha supuesto un punto de inflexión.

—De todos modos, el punto crítico de ExC ha sido la polémica de la ampliación del puerto de Eivissa.

—Lo sigue siendo.

—El portavoz de ExC dijo que no ha dimitido porque todavía no se ha puesto la primera piedra de este proyecto. ¿Piensa también que todavía este asunto no está cerrado?

—Ahora que veo cómo funciona la Administración, creo que es un punto muy complicado para poder dar marcha atrás. No sé hasta dónde somos capaces de enfrentarnos y a qué estamos dispuestos. Hay que medirlo muy muy bien, y más en una situación de crisis como esta. Tengo muy claro que por un punto del programa no se puede poner en riesgo la coalición. Hemos hablado muchísimo de esto en EU, pero no vemos la posibilidad de que se pueda romper. Hay que relativizar los problemas. Este es uno, y muy importante, pero es uno.

—¿Cree que existe una división entre los cargos públicos y las bases de ExC?

—No. Vuelvo a lo de siempre. Hemos pasado de estar en la oposición y en guerra abierta a de repente estar gobernando. Y queremos soluciones ya. Esto no es factible. Cuando hay un problema puntual, hay que dejar al cargo público que se explique sin ataques personales.

—¿Qué piensa del trabajo que están desempeñando los cargos públicos de su partido?

—Todo es mejorable, pero tengo claro que todos nuestros cargos públicos tienen prácticamente una dedicación exclusiva y están intentando conseguir nuestros planteamientos como partido y como ExC. Que luego lo hagamos con mejor o peor fortuna, no me atrevo a decirlo.

—¿Qué le parecen las críticas del GEN hacia el conseller Miquel Ramon?

—Exageradas. Yo lo siento [puntualiza que forma parte del GEN], pero creo que fueron desorbitadas. No se le puede acusar de lo que se le ha acusado. Para nada. Todavía no puede dar los resultados de su gestión. Está en ello. A veces Miquel no transmite bien lo que quiere decir o hacer y se malinterpreta.

—En 2011, a la hora de hacer balance de esta legislatura, ¿qué le gustaría que se hubiera conseguido?

—Si cumplimos el 80 por ciento del programa de ExC sería un éxito tremendo [se ríe]. Y conseguir cambiar algunas políticas y leyes. Poner al menos la semilla para que haya unas propuestas claras de cara a las próximas elecciones y que estemos cohesionados. Con eso ya me daría por satisfecha.

—¿Tiene aspiraciones políticas?

—En este momento no. Ya tengo casi 54 años. No sé si es un poco tarde. No me lo planteo así. No sé que pasará. Cuando llegue 2011, mi idea en principio es volver a mi trabajo. No he tenido nunca una aspiración política, pero nunca se puede decir nada. Ya veremos.