La belleza incuestionable de Dalt Vila, la riqueza histórica de la necrópolis del Puig des Molins y del yacimiento arqueológico fenicio de sa Caleta y la importancia ambiental de las praderas de Posidonia oceanica que cubre los fondos marinos entre Eivissa y Formentera fueron los valores que la Unesco reconoció en diciembre de 1999 para conceder a Eivissa una declaración mixta de Patrimonio de la Humanidad como ´Biodiversidad y Cultura´.

Han pasado diez años, como nos recuerda este fin de semana la fiesta Eivissa Medieval, que se instituyó para celebrar esa declaración. Un tiempo en el que se han producido cambios evidentes, sobre todo en la fisonomía de Dalt Vila, y también han surgido críticas sobre la gestión que se ha hecho de los bienes. Todas las partes implicadas, los gestores políticos, la oposición y los expertos, coinciden en que queda mucho por hacer y en que sigue quedando una asignatura pendiente, que la acrópolis de Eivissa recobre su vida ciudadana.

El 1 de diciembre de 1999, en Marrakech, Xico Tarrés –entonces alcalde y hoy presidente del Consell–, Lurdes Costa –ex concejala de Cultura y ahora alcaldesa–, Enrique Fajarnés –diputado y ex alcalde– y Pepita Costa –que como concejala había impulsado la candidatura ibicenca–, fueron los primeros en recibir la noticia de que el Comité de la Unesco había aceptado la petición y los bienes citados iban a pasar a engrosar el listado de bienes Patrimonio de la Humanidad. Los cuatro lo recuerdan con «emoción» y «orgullo», porque, además, como recuerda Pepita Costa, «llevó mucho trabajo, fue muy costoso y mucha gente, incluso en la isla, no creía en ello».

Aquel espíritu de unidad hoy se ha perdido en parte, aunque todos defienden que debería ser una cuestión de Estado. La gestión, que ha llevado a la realización de muchas obras de recuperación y rehabilitación de los bienes y las zonas adyacentes, no ha sido compartida por parte de la oposición y algunas entidades ciudadanas.

La actual alcaldesa, Lurdes Costa (PSOE), es su principal defensora: «Ha significado mucho para Eivissa. La responsabilidad que significa ha tenido muchos beneficios. La Unesco no aporta fondos, pero sí da un pretexto para invertir a las instituciones nacionales y locales, que asumen el reto de mantener ese bien recibido para las generaciones futuras». «Ha sido un trabajo hecho día a día y muchas veces no nos damos cuenta de todo lo realizado –continúa Costa–, sobre todo si lo comparamos con los diez años anteriores hay un abismo. Un trabajo importantísimo para el cambio y la mejora de Dalt Vila, en cuanto a infraestructuras, instalaciones y rehabilitación de calles e inmuebles. El mejor ejemplo son las murallas, en las que se ha llevado a cabo una labor constante de mejora».

La alcaldesa admite que «siempre quedarán cosas por hacer», pero señala que obras indispensables como la separación de pluviales y fecales o la rehabilitación de las casas «invita a los vecinos a subir a Dalt Vila, moverse por la ciudad y es un primer paso para que vuelva la gente a vivir en ese entorno».

«Proyecto a muchos años»

En la misma línea, el ex alcalde socialista Xico Tarrés cree que se ha producido «un gran avance». «Lo primero que dije al obtener la declaración es que había que hacer las cosas con tranquilidad porque era un proyecto a muchos años. Sigo pensando lo mismo. Se han producido mejoras año a año y creo que ha cambiado mucho. He visto y he vivido ese avance», señala Tarrés.

Al igual que Costa, Tarrés piensa que el futuro Parador Nacional, ya en construcción, dará el «empujón definitivo» a Dalt Vila: «Será muy importante para animar a la inversión privada, para que a su alrededor vuelvan a abrir comercios y se recupere la red social y económica, y para que los vecinos también inviertan en arreglar su parte».

El ex alcalde Enrique Fajarnés (PP) está de acuerdo con Tarrés en los efectos positivos que tendrá el Parador para revitalizar Dalt Vila, aunque critica la gestión que se ha hecho de los bienes Patrimonio de la Humanidad: «Creo que no se le ha sacado el rendimiento necesario, este sello debería haber facilitado la rehabilitación completa de los bienes. Tampoco se ha aprovechado lo suficiente para promocionar Eivissa. Una Eivissa diferente». De todas formas, el hoy diputado asegura que su partido siempre ha estado dispuesto a colaborar en la financiación y la gestión de los bienes, algo que tanto Tarrés como Lurdes Costa niegan.

Fajarnés, como el PP en general, rechaza algunas de las obras llevadas a cabo, como el reciente adoquinado: «Las obras deberían ser acordes a lo que es Dalt Vila. Tendría que haber unas normas estrictas y cuidar mucho los detalles».

También censuran el nuevo empedrado la que fuera su concejala de Cultura, Pepita Costa, y la portavoz popular en el Ayuntamiento, Virtudes Marí. «Ese empedrado no es para Dalt Vila», afirma Costa, que critica de igual forma la rehabilitación de Can Botino: «Me parece correcto el dinero que se ha invertido para rehabilitar Dalt Vila, pero no su uso. En el caso de Can Botino es muy triste que la propia Unesco tenga que enviarte una carta para tirarte de las orejas». Costa asegura que, en general, se siente «algo decepcionada». «Diez años después –dice– no he visto el resultado que esperaba. Creo que la gente se ha quedado más con la fiesta medieval que con la recuperación del casco histórico, que es lo importante».

Críticas y respuestas

Más dura se muestra Virtudes Marí: «Se ha hecho poco para el dinero gastado, aún queda un crédito que se pidió en 2002 y no se ha invertido. A la gestión le pongo un suspenso». La concejala del PP ve cosas positivas, «como el Plan Director de Murallas o la museización» de los baluartes, pero asegura que no se ha hecho un esfuerzo suficiente en temas «urgentes», como el aparcamiento, seguridad, recogida de residuos o favorecer el comercio, además de ayudas para que los particulares inviertan. «Son cosas que los vecinos necesitan y reclaman», remata. Marí da sus claves para mejorar el casco histórico: «dotación de infraestructuras, fomentar que sean barrios vivos rehabilitando viviendas y conservar y difundir el patrimonio cultural y ambiental».

El concejal de Casco Histórico, Marc Costa, saca la lista de realizaciones para responder a las críticas: «Arreglo constante de las murallas con el apoyo del Ministerio de Cultura, el centro Madina Yabisa, el Museo Puget, la ampliación del MAC y el Parador, ya en marcha, la museización, las nuevas infraestructuras... y en el entorno se está arreglando la Casa Broner, y se harán el aparcamiento junto al Reina Sofía, la modernización de Vara de Rey y la plaza del Parque, el centro de artesanía de sa Penya, sa Peixateria... Se han enterrado contenedores, se han dado ayudas a la rehabilitación de viviendas... Ha sido un trabajo lento y costoso, pero se ha ido consiguiendo con organización y financiación. Los cascos históricos son organismos vivos y necesitan un impulso especial», afirma el edil.

Una de las entidades más críticas con la gestión del Patrimonio, tanto cultural como ambiental, ha sido el Institut d´Estudis Eivissencs, aunque su presidente, Marià Serra, aclara que siempre «desde un punto de vista constructivo». Desde el Institut han criticado el adoquinado y las obras de Can Botino, Can Llaudis y la Casa de la Cúria (las sedes del Museo Puget y Madina Yabisa), que consideran «desacertadas». «Estamos muy preocupados. Las recuperaciones, que en algún caso han sido destrucciones, deberían hacerse con más cuidado y más participación ciudadana y no sólo basarse en criterios técnicos. Hay que complementarlos con más conocimiento del valor histórico y más sensibilidad. Can Botino, por ejemplo, ha sido vaciada de su valor histórico». Por otra parte, el representante del IEE alerta de los «peligros paisajísticos» en el entorno de los bienes: «Las plataformas de es Botafoc afectarán a toda la fisonomía del conjunto y tendrán un efecto directo en la degradación de la posidonia. Es Puig des Molins tiene amenazas por cada costado, ¿cómo se puede decir que la construcción en los terrenos de sa Berenada no afectará al entorno de la necrópolis?».

La necrópolis

Precisamente el director del Museo Monográfico de es Puig des Molins, Jordi Fernánadez, pone el dedo en la llaga sobre la gestión del cementerio púnico: «Pertenece al Estado y la gestión es del Govern, que ha cedido a los consells las competencias en Patrimonio, luego no hay dinero para adecentar la necrópolis». Fernández considera que «se ha hecho mucho en Dalt Vila, porque el principal motor ha sido el Ayuntamiento, pero tiene que haber más atención para el resto de áreas, para el Puig des Molins, sa Caleta y la posidonia. Todas las administraciones: Estado, Govern, consells de Eivissa y de Formentera, ayuntamientos de Vila y Sant Josep, Costas... tienen que ponerse de acuerdo y organizar comisiones o lo que haga falta para gestionar cada bien».

En lo que están todos de acuerdo es en que la declaración de la Unesco ha servido para proyectar, aunque de forma lenta, una nueva imagen de Eivissa: «Es un sello que garantiza la excepcionalidad como destino turístico», resume Lurdes Costa, que destaca el trabajo del Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad, que ahora preside, para abrir la isla a nuevos mercados que desconocían estos valores, como Japón, Estados Unidos o los países nórdicos: «Todos tenemos que sentirnos orgullosos».