Antonio Hormigo. Matèria i esperit´ (Editorial Mediterrània), el libro de Miguel Ángel González sobre el gran escultor ibicenco, es mucho más que un trabajo sobre la vida y la obra de un artista que usa ante todo la madera. Estamos en realidad ante un volumen que nos abre los ojos a la vida de los árboles de Eivissa, sus variedades y personalidad propia, el alma de cada uno de ellos. «No nos engañemos. Los árboles hablan, pero lo hacen a su manera, como hablan las piedras, el viento, las nubes y el mar. Cada elemento de la naturaleza tiene su propio lenguaje. ¿No os habla la lluvia?», explica Hormigo anticipándonos así la mística con que afronta su trabajo y justificando el calificativo de `telúrico´ que aparece en el subtítulo del libro para referirse a su producción escultórica.

`El libro de González se adentra con excepcional rigor en todos los aspectos que integran la faceta del escultor, convirtiendo cada uno de ellos en un apasionante viaje introspectivo que delata la unión entre el hombre y la naturaleza. Las explicaciones sobre las distintas maderas autóctonas de Eivissa -la sabina, el enebro, el olivo...- permiten conocer más sobre la vegetación arbórea de la isla que cualquier tratado de botánica. En sus páginas no sólo aparecen las cualidades de cada madera, sino también del universo que rodea a cada una de ellas y, así, se habla de barruguets, aves nocturnas, dragons, referencias al mundo clásico...

`Cuando el texto pasa a abordar la aproximación del escultor a la pieza de madera que será moldeada lo hace casi como una cámara fotográfica que capta cómo la mirada de Hormigo recorre el volumen y los recovecos del tronco, estudiando sus posibilidades y su configuración; cómo planifica la obra, cómo acomete su desbaste y cómo desarrolla, siempre solo y en inalteradas jornadas de trabajo cuasimonacal, lo que se convertirá en una obra de arte.

`La última parte del libro, de casi 300 páginas, se transforma, sin perder ese tono amable que seduce al lector, en un auténtico tratado de escultura que demuestra que se trata de una materia por la que Hormigo y González comparten pasión.La filosofía que anida en cada pieza, las sensaciones plásticas que transmite, su simbología o su interpretación estética son conceptos que, pese a su apariencia especializada, se transforman a través de la pluma de González, en una prosa accesible y amena.

`Para el autor, Hormigo es el escultor ibicenco por antonomasia: «Antes de Hormigo, en Eivissa no se conocían más esculturas que los bronces de Alentorn», proclama categórico el escritor en alusión a las estatuas de Vara de Rey. La admiración que le produce a González el protagonista de su libro está justificada por el excepcional carácter de Hormigo, basado en la «autenticidad» y en su absorta entrega al trabajo en el interior de su taller, que compara con «la ascética soledad del eremita».

`La fusión de Hormigo, su obra y la propia isla de Eivissa, con todos sus elementos naturales y culturales, es una constante en el libro. Así lo afirma el prólogo: «La obra de Hormigo es un reflejo inequívoco de nuestro patrimonio cultural, de nuestra manera de ver, distrutar y entender la vida. Es una escultura que se nutre del mar, el cielo, la luz, los árboles, la tierra, nuestros anhelos y recuerdos». «Hormigo es ibicenco y, como tal, esencialmente mediterráneo. Es por ello que su escultura es un canto a la naturaleza, a la vida y a la alegría de vivir», añade.