Por mucho que la temporada pasada nos haya permitido -a duras penas- mantener los números, lo cierto es que los resultados distaron mucho de las expectativas creadas y se mantuvo además la tónica de años anteriores, con temporadas cada vez más cortas y visitantes cada vez con menor poder adquisitivo. Sólo un hecho coyuntural, como es la situación sociopolítica de nuestros competidores, nos permitió mantener unos ciertos resultados. No deja de ser triste que nuestro único motivo de alegría tenga que basarse siempre en las desgracias ajenas.

Era iluso pensar que podía ser de otra forma, ya que nada ha cambiado en nuestra estructura económica, ni en los vicios y problemas que ésta arrastra, que nos pudiese hacer pensar que la temporada pasada tenía que ser mejor de lo que fue. Veamos algunos -seguramente los más determinantes- de esos vicios y problemas.

Nadie pondrá en duda que el factor más importante de los últimos años es la fuerte irrupción de la construcción como sector clave de nuestra economía. Hace años que octubre es más de la construcción que del turismo y son ya muchas las familias que dependen de este sector, del que no podemos prescindir de la noche a la mañana. Si bien esto ha ocurrido en toda España, en Ibiza se dan una serie de circunstancias que hacen que este hecho sea especialmente grave, y que tenga más fuerza e importancia que en otros destinos turísticos cercanos como puedan ser Mallorca o Menorca.

La pujanza de la construcción podría no tener la gravedad que tiene si no fuese porque está totalmente enfocada a crear lo que representa una competencia directa para nuestra industria hotelera: las segundas residencias. El turista que viene a su apartamento de Ibiza no va a un hotel, ni él ni todos sus familiares y amigos que también lo ocuparán durante algún periodo del verano. Este tipo de turismo, además de crear menos riqueza que el turismo de hotel y de llenarnos la costa de hormigón, conforma una demanda caprichosa y voluble sobre la cual no podemos incidir de ninguna manera, como sí lo podemos hacer con el turismo de hotel con sólo jugar con los precios y las ofertas. El turista de segunda residencia viene cuando quiere, y siempre quiere venir cuando a nosotros menos falta nos hace, en agosto. De esta forma vamos hacia una temporada no ya de cuatro meses, sino de los veinte días de agosto, y el resto del año no somos más una especie de Fondo de Inversión en Cemento de Madrileños and Company, S.A. Todavía no nos hemos dado cuenta de lo realmente pernicioso y maligno que resultarán para nuestra economía futura estas segundas residencias. No deja de ser desconcertante que el sector hotelero no se haya rebelado nunca contra esta situación que les es tan diametralmente contraria.

¿Cómo es que en Ibiza la construcción ha logrado un papel tan importante? La respuesta es que en Ibiza la construcción, además de los factores que se dan en el resto de España (inversión, intereses bajos, reserva de valor,...) se ha encontrado con que nuestra industria tradicional -la hotelera- no ha sabido crear la riqueza ni el empleo que estas islas necesitaban. Ese es el verdadero talón de Aquiles de nuestra economía: la falta de competitividad de nuestro sector hotelero; empresas excesivamente pequeñas y con hoteles obsoletos, que nunca han hecho el más mínimo esfuerzo por abrir más de seis meses, que no tienen ninguna planificación ni política de crecimiento, con una falta total de reinversión, que carecen de política y de agresividad comercial, sin planes de formación y desarrollo del personal... Las constructoras simplemente han llenado el hueco que las hoteleras no han sabido llenar.

Pero por encima de todo esto hay una situación en la que se ha materializado esta pérdida progresiva de la competitividad de nuestro sector hotelero, y ésta no es otra que la situación hacía la que ha derivado la profesión hotelera y hostelera en Ibiza. Hace treinta años el profesional modelo de Ibiza era el director de hotel. Era, por decirlo de alguna manera, la profesión que todas las madres querían para sus hijos, el profesional más respetado. Hoy prácticamente sólo trabaja en el sector de la hostelería el que no puede evitarlo, y esto dicho con todo el respeto que se merecen los grandes profesionales que todavía hay en la hostelería. Nadie quiere trabajar en un sector que sólo le ofrece trabajo seis meses -fines de semana incluidos- y que además no le ofrece ningún tipo de futuro. Sería interesante saber qué porcentaje de los universitarios ibicencos de las promociones de los últimos veinte años se dedican al sector hotelero. No representará más de un 5 por ciento. Todavía peor, es probable que sean más los titulados en Turismo que se dedican a otras actividades que los que se dedican directamente al turismo. La hostelería en Ibiza se ha convertido en el sector marginal de nuestra economía, cuando debería ser la punta de lanza de toda la economía y la sociedad ibicenca. El futuro en Ibiza pasa sólo y únicamente por el sector de la hostelería y sólo ese será el verdadero motor de nuestra economía.

Para cambiar esta situación - y hay que tener claro que sólo se puede hacer a medio o largo plazo- se tiene que empezar por algo tan sencillo y tan duro a la vez como es reconocer el problema. Ponerlo sobre la mesa, plantearlo: ese es el primer paso, y ni tan siquiera a este punto hemos llegado en Ibiza. Después se tiene que empezar por crear algo que resulta increíble que no exista desde hace más de veinte años, como es un curso de postgrado que prepare a los universitarios ibicencos para dedicarse a la profesión hotelera. Más difícil sería lograr el otro gran objetivo inicial, como es el promover la concentración hotelera, ya que esto no depende directamente de las administraciones públicas. Esto sería un buen comienzo para empezar a cambiar en algo el rumbo que llevamos. Mientras no cambie la situación de nuestra industria hotelera difícil será bajar el nivel de construcción.

La construcción sólo es falsa riqueza, pan para hoy y hambre para mañana, y, sin ánimo de exagerar, en ningún lugar de España eso es tan cierto como en Ibiza. Con las segundas residencias sólo nos estamos tirando piedras encima de nuestro propio tejado.

Ese es el círculo vicioso en el que se mueve nuestra economía: no podemos prescindir de la construcción, pero tampoco podemos seguir con ella.

Tal es el drama de nuestra situación actual.