El sábado perdí, perdimos, a dos maestras, de vida, generosidad y dignidad. Neus Català, la presa 27.534 de Ravensbrück, que cruzó la frontera con 180 huérfanos a su cuidado, que luchó en la Resistencia, fuera y dentro del campo de concentración, y que continuó haciéndolo tras la Liberación, y por siempre, para rescatar la historia de sus compañeras y la de todos los deportados, esclavizados y asesinados por el nazismo pero, especialmente, para evitar que nadie más tuviera que conocer esos mismos horrores. La enfermera que nunca claudicó, no se quiso retirar, y se lo había ganado, a cicatrizar heridas, sino que siguió cuidándonos de quienes las infringen, porque Neus Català recuperaba la memoria para construir el futuro, y para hacerlo mejor. Le debemos su ejemplo y su esperanza.

La reclusión y el castigo que sufrió Francisca Aguirre, Premio Nacional de las Letras, fueron muy distintos. Su familia, huida a Francia, era de las que aceptó volver a España tras la invasión alemana y una vez aquí los franquistas ejecutaron a su padre, Lorenzo, por garrote vil. Sin más armas que su talento literario y criada entre miedos y renuncias en una sociedad que humillaba a los perdedores y donde el hambre «te volvía loca», Paca dio su voz y su palabra a los represaliados de la dictadura, a las minorías y a las mujeres silenciadas, como lo fueron ella misma y su hermosa poesía «para no gritar» durante décadas.

Han muerto dos mujeres excepcionales y les invito a conocer su legado porque Neus y Francisca son de esas personas que mientras escriben su historia nos abren caminos a las demás. Muchas, muchas gracias.