a indecencia se ha apoderado del discurso político de la derecha en este país, y los tres partidos que la integran pujan continuamente entre sí para ver quién profiere los mayores insultos y mentiras. Parece a veces como si los líderes del Partido Popular, Ciudadanos y el neofranquista Vox hubieran tenido como maestro de propaganda al propio Goebbels. Apoyados por ciertos medios y tertulianos a quienes parece gustar más contribuir al enfrentamiento entre españoles que a establecer la verdad, esos partidos siguen erre que erre con su campaña de destrucción de la democracia.

Porque es imposible construir una democracia a base sólo de tremendismo, infundios y falsedades y cuando se trata al otro como un enemigo «ilegítimo» a abatir y no como a un adversario político. Decir, como ha dicho el líder del PP, Pablo Casado, que el presidente del Gobierno prefiere «las manos manchadas de sangre a manos pintadas de blanco», en alusión a los pasados crímenes de ETA y a sus víctimas, es situarse al margen del legítimo debate político. Pedro Sánchez pactará con «comunistas, independentistas y herederos de ETA», pronostica irresponsablemente un joven Casado junto al cual su veterano mentor, José María Aznar, el que no tiene quien le resista la mirada, parece hasta un político moderado.

¿Y qué decir de la casi enfermiza insistencia del líder de Ciudadanos en negar cualquier posibilidad de futuro acuerdo con el PSOE porque no es posible hacerlo con quien, según él, sólo «quiere romper España»?

¿Cómo es posible que un político que presume de liberal y centrista le ponga menos pegos, como hemos visto en Andalucía, a un partido que pretende volver a las esencias franquistas que a la izquierda democrática?

Y ¿cómo es posible también que a ninguno de esos partidos parezca importarles demasiado la guerra sucia llevada a cabo desde el Ministerio del Interior no sólo contra Podemos, pero también, nos gusten éstos o no, contra los independentistas catalanes?

Hay que esperar a ver lo que dice la justicia, argumentan farisaicamente desde el PP de Casado, que parece haberse olvidado por otro lado de la inmensa ciénaga de corrupción en la que chapoteó durante años su partido. La estrategia del PP y de Ciudadanos está clara: se trata de obligar a los socialistas y al resto de la izquierda a tener que defenderse continuamente, negando lo que falsamente se les imputa.

Es lo que el lingüista George Lakoff denominó fijar el «marco mental». Aunque una frase nuestra lo expresa con mucha mayor claridad: «Calumnia, que algo queda». Esperemos que los electores esta vez no les den la razón.