No entiendo por qué hoy día la gente se empeña en no comprar el periódico. Leer un periódico limpio y no manoseado por cientos de manos aceitosas a la hora del desayuno es infinitamente más agradable. De hecho, me atrevería a afirmar que leer el periódico es ganar calidad de vida.

Esos desayunos en casa o en el hotel, cuando uno tiene que viajar, con periódico incluido no tienen parangón ni precio. Beber el café con un periódico en mano que huela a recién salido del horno€. Umm, si a eso le añadimos una buena compañía tenemos una escena de película al más puro estilo 007.

Sin embargo la gente, por ahorrase dos euritos, prefiere leer el periódico bien manoseado. ¿Será que el producto ha perdido interés?

Puede ser, no digo que no, y más en un mundo frenético en que todos vamos con prisa y nos quedamos sólo con algunos titulares. Pero si así fuera, ¿por qué cada mañana observo que en la cafetería más popular de mi barrio la gente se rifa los escasos tres ejemplares que ponen a disposición de los clientes?

Recuerdo un día en que tomaba mi café matutino y quise ojear el periódico. Observé cómo un señor de una cierta edad y con lacito amarillo en la solapa lo depositaba sobre la barra del bar y salía por la puerta. Dejé mi mesa por unos segundos y alargué la mano para cogerlo justo a la vez que otro señor se dispuso a hacer lo mismo.

- Quédeselo usted, le dije.

- No, no, por favor, usted primero, respondió el caballero en cuestión.

En fin, como iba con un poco de prisa le sonreí y le dije que se lo devolvería enseguida. No pude evitar pensar que con lo que nos cobran por el café lo fácil que sería que compraran algún otro ejemplar más.

Ya inmersa en la lectura me llamó la atención una noticia sobre Puigdemont y su fuga. Los suyos lo defendían. Decían que gracias a él el mundo entero sabría que vivíamos en el seno de un Estado opresor. Me quedé algo indignada con esas palabras, defensora como soy de nuestro país a pesar de todo lo malo. Ya no sé quién oprime más, si los corruptos del PP o los independentistas. Pasé de página y cuál fue mi sorpresa al encontrar una mancha de aceite en toda regla llena de restos de pan con tomate. Lo que faltaba, pensé. (Debo reconocer que me dio bastante asco).

Desde ese día prefiero dejarme de tonterías, compro mi propio periódico y luego lo cedo a los del bar. Me parece mucho más práctico e higiénico. Y sigo sin comprender por qué la gente no evita comprar esos artículos absurdos y dañinos para la salud; tabaco y alcohol, o plásticos para los niños y sin embargo prefiere ahorrar en estar mejor informada.

A mí del periódico me preocupaba el asunto del papel, pero desde que supe que los del sector del papel estaban obligados a repoblar los bosques, me quedé tranquila.

Leer el periódico me parece mucho más relajante que estar con el dedito y el móvil mirando a la luz como las polillas. Y reconozcámoslo, ¿quién no tiene una contractura crónica en el cuello, el brazo, el dedo o el hombro? Además de la pérdida galopante de visión que conlleva.

A veces los humanos elegimos mal. Y en vez de ganar perdemos calidad de vida.

Deshacernos de ciertos productos y costumbres, como escuchar música en los tocadiscos, afeitarse a la navaja, llevar sombrero o traje a medida, incluso los afiladores de barrio. ¿Dónde están los afiladores de barrio, que tengo los cuchillos hechos un desastre y ya no los oigo pasar por las calles?

¿Será que me estoy haciendo vieja? O que me estoy volviendo una hipster. Ya sé que la tendencia de la masa y su obsesión con las nuevas tecnologías es imparable pero es que, repito, elegimos mal.

Preferimos contaminar en vez de cuidar nuestro planeta, elegimos producir en serie en vez de crear o mimar el producto, y ahora encima elegimos ser más incultos y menos independientes para que los robots cobren todo el protagonismo y terminen dominándonos. ¿Se pude ser más cazurros? Lo dudo. ¿Y cuando ellos lo hagan todo y nosotros seamos unos auténticos inútiles, entonces qué?

Bueno, yo ya elegí formar parte de la resistencia y luchar por todas las causas perdidas que en realidad para mí tienen todo el sentido del mundo.

En serio, nos hemos acostumbrado a estar híper informados en vez de profundizar un poco más en cada uno de los contenidos. Y eso puede trasladarse a todos los aspectos y ámbitos de la vida.

Y todo porque queremos ir cada vez más rápido.

La ambición de abarcar más, de llegar antes, de ganar más está destruyendo nuestra calidad de vida. La frase de la semana es; "€nos explotamos y creemos que nos estamos realizando».

Ya sólo retenemos titulares y entradillas. No más de cuatrocientas palabras que si no nadie te lee. Es así porque nadie tiene tiempo.

Y de nada vale lamentarse. Pero, a veces, me pregunto si somos conscientes de que volvernos unos inútiles forma parte de nuestra propia autodestrucción. Sin duda estamos involucionando.