Este artículo está especialmente dedicado (con cariño) a todos esos políticos que lloran porque los isleños usamos muy poco el transporte público. Les explico un caso. Real. Tan real que estoy por ponerle una corona. Hace unos meses una amiga cambió de trabajo. Vive en Platja d´en Bossa y cada día tenía que ir a Sant Antoni. Imposible hacerlo en bus. Pero ahora trabaja en el centro de Vila. Así que, muy concienciada ella, decidió convertirse, con su nuevo empleo, en la reina del transporte público. Animalita... ¡Qué ingenua! La flamante idea se le deslució un poco al ver los horarios. El que le permitía llegar a tiempo le dejaba en la ciudad casi una hora antes de entrar a trabajar. Tenaz, decidió que bueno, que vale, que aprovecharía para tomarse un café con calma y ver las stories de Instagram. Y lo mismo al salir. Se tomaría una caña poniéndose al día en Facebook. O haría la compra. Todo sea por el medio ambiente y por tener la conciencia (ecologista) limpia. Pero luego vio las tarifas. Casi le dio un pasmo. Aún hiperventila cuando lo piensa. Con abono y todo, se vio teniendo que alquilar su casa para poder pagar el coste del autobús. Hizo cuentas. Se compró una moto. Que los políticos le pregunten a ella por qué los isleños usamos tan poco el transporte público.