Del informe de los técnicos de la Comisión Europea que acaban de estar en Balears para evaluar el impacto de la de Xylella fastidiosa va a depender que nuestras islas de se vean abocadas a una tala masiva de árboles que puede tener un impacto brutal sobre el paisaje y el castigado sector agrícola ibicenco. Las drásticas medidas establecidas por las autoridades comunitarias para combatir la plaga obligan a talar y quemar todo el arbolado existente en un radio de cien metros en torno a cada ejemplar infectado por esta bacteria, lo que supone arrasar una superficie de 3,14 hectáreas por árbol enfermo. Aunque por ahora solo se han confirmado oficialmente 64 casos en Ibiza, se da por seguro que la incidencia es mucho mayor y por tanto las consecuencias de los protocolos comunitarios de erradicación de la plaga son aún impredecibles, pero podrían ser desastrosas para la isla.

Los expertos sitúan las primeras infecciones en 2010 y al menos desde 2013 existe constancia de que la Xylella había llegado a Balears, pero la reacción de la conselleria fue callar y mirar hacia otro lado, para no alarmar o pensando quizá que la plaga -que difícilmente se detecta a simple vista y requiere comprobaciones de laboratorio- pasaría inadvertida o remitiría espontáneamente. Puede entenderse el vértigo de algunos técnicos o de los responsables políticos ante la eventualidad de declarar la presencia de una bacteria que obliga a actuaciones tan contundentes sobre el territorio, pero hay quien opina que precisamente la falta de reacción y de medidas de control propició la propagación de la plaga, introducida probablemente a través de la importación de plantas ornamentales. Sea como sea y por muy buenas que fueran las intenciones de quienes tenían la responsabilidad de decidir, con la táctica del avestruz se perdió un tiempo precioso.

Ahora el Govern, en defensa del patrimonio paisajístico y de los intereses de los agricultores, trata con buen criterio de evitar que Bruselas imponga las medidas de erradicación que tanto daño harían al campo balear y aboga por las actuaciones de contención, como las que se aplican en Córcega o Lecce, que obligan a talar únicamente los árboles infectados, aunque esto suponga convivir en el futuro con esta plaga, como se hace ya en los Estados Unidos, pero las autoridades comunitarias no parecen estar por la labor. De hecho, en ambos lugares se ha optado por la contención después de años de talar grandes extensiones de arbolado, sin que haya servido para erradicar la bacteria.

Si de pronto nos vemos obligados a eliminar miles de olivos, almendros, vides y árboles frutales, el paisaje de Ibiza cambiará radicalmente y habrá serias repercusiones sobre nuestra economía. Pero la alternativa de la contención tampoco es mejor a largo plazo, porque el mal seguirá existiendo, la plaga de Xylella se extenderá y acabará matando enormes masas de arbolado.

Aún no somos plenamente conscientes de la amenaza que se cierne sobre la isla y a estas alturas de la encrucijada, por desgracia, ningún remedio es bueno.