Después de ver el especial de 'Ochéntame otra vez' dedicado a Ibiza, a muchos se nos quedó la sensación de estar viviendo en una isla que no es ni la sombra de lo que fue. Nos sentimos 'herederos de todos los despojos', como dice un verso de Ben Clark. Pero como no hay que creerse todo lo que sale en TVE (sobre todo en horario de informativos) decidí hacer mi propio trabajo de investigación y preguntar a gente que vive en Ibiza desde hace muchos años si la isla era así de 'chupiguay' en los 70-80. ¿La conclusión? Lo era, sí, pero solo en parte. Unos me hablan de los estragos de la heroína y del sida, otros de que había menos servicios sanitarios o de que las conexiones con la Península eran penosas. Pero en lo que coinciden todos es en señalar la irrupción de la figura hippy-jeta, que de hippy tenía más bien nada. «Presumían de ser antisistemas pero iban a la banca Matutes a recoger el dinero que le enviaban sus padres desde Estados Unidos», me cuenta una persona; «dejaban pufos en los bares y no pagaban el alquiler a los payeses», me apunta otra. Los hippy-jetas nacieron entonces pero no han desaparecido. Ahora llevan el corazón de la Casita Verde pegado al culo de su todoterreno ultra contaminante y su supuesta filosofía de 'peace & love' ha quedado reducida al eslogan estampado en su camiseta de 400 euros de Dolce&Gabbana.