Para el que pedalea, la semana es un tobogán. La rampa más dura comienza a primera hora del lunes y sigue hasta la mitad del martes, más o menos. Luego va una cuesta media, hasta el final del miércoles, con una meta volante cuya colgadura dice: ¡Ya falta poco!. El jueves se pedalea bien, casi en llano, y a última hora empieza la bajada. El viernes se baja sin pedalear, a veces a tumba abierta. La última hora, meta para muchos, está llena de promesas. El sábado la mayoría vaca, aunque las promesas casi nunca se cumplan. El domingo empieza bien, pero se agota pronto, y una sombra empieza a extenderse sobre sus horas. La tarde del domingo es la representación de la indolencia, la simple inercia o el hastío, según. Cierto que la buena compañía mejora la calidad del ciclo, pero el ciclo es el que es. Con todo, la semana no es el peor invento de nuestra cultura.