No es que necesite Einstein que venga yo aquí a darle la razón, en una página perdida de un diario de la subprovincia balear, pero es que en estas islas de montaña rusa la temporada convierte la relatividad en abismo. Por eso cuando mi compañero Carmelo me dijo que en verano usaban el autobús 1.309 personas de media me parecieron muy pocas, pero cuando remató el tema con que en invierno eran 'sólo' 28, pensé que eran muchas -y por eso entrecomillo el 'sólo' y lo pongo con acento por hacer la puñeta-. Me explico, para una isla que es un destino turístico de fama mundial, por el que se mueven cada día miles de personas llegadas desde fuera y que, por lo tanto, no disponen de vehículo propio, que 'sólo' 1.309 utilicen el único transporte público disponible no parece una cifra como para tirar cohetes, aunque partiendo de la casi nada como se ha partido, se pueda hinchar el pecho. Sin embargo, para las Pitiusas -las Balears en este tema son otro cantar-, donde no existe ni ha existido nunca una cultura del transporte público, donde ni los administradores ni los administrados se han preocupado nunca por el tema y donde cada familia tiene dos, tres, cuatro, cinco... vehículos propios por si acaso, porque todos sabemos que, si no, estamos vendidos, que en Formentera haya 28 personas que usen el bus a diario parece casi milagroso. La parada de mi barrio es un palo con un papel descolorido pegado con celo. A ver quién es el valiente que espera allí al bus. Yo nunca he visto a nadie.