Cuando yo era niño, en la ciudad hablábamos indistintamente de Vara de Rey o de s´Alamera, pero cuando decíamos «anem al Passeig», con mayúsculas porque era un ámbito único, no necesitábamos adjetivos. El Paseo era el salón de la ciudad. Como el ágora griega o el foro romano. Y más lo será dentro de unos meses, cuando sea peatonal de lado a lado. La disyuntiva que se planteó hace unos días para determinar su nombre definitivo parece cerrada. S´Alamera fue un apelativo casero que hoy apenas se usa y que desaparecerá cuando nos hayamos ido los que en otro tiempo lo llamábamos así. De manera impropia, porque lo que en él tenemos son plátanos y adelfas. Álamos no los hemos tenido nunca. Confieso que, por razones sentimentales, yo prefiero el erróneo nombre antiguo, pero si el monumento de Vara de Rey ha sido y sigue siendo el ombligo de la ciudad, lo mejor será dejar las cosas como están y que el héroe de Caney, por lo que se refiere al nombre del paseo, se lleve el gato al agua. Cosa distinta es no perder de vista el hecho de que el afamado militar no haya tenido más relación con la isla que haber nacido en ella por casualidad. En este capítulo no demasiado relevante de los monumentos y las esculturas urbanas, aunque el general de marras tenga menos méritos para nosotros que otros insignes personajes ibicencos, la relevante composición estatuaria que necesitó 25 bloques de ocho toneladas cada uno que trajeron de Montjuïc para la peana octogonal y los 9.000 kilos de bronce que se tragaron las estatuas, sigue siendo, dejando de lado su oportunidad, el monumento por antonomasia de la isla. Y no creo que en el futuro, por sus dimensiones y su calidad, tenga ya competencia.

Desde el punto de vista estrictamente escultórico, Eduard B. Alentorn hizo un trabajo sobresaliente. De clara intención narrativa, es una obra mucho más expresiva y potente que las numerosas composiciones que el escultor dejó en Barcelona. Por cierto, la última vez que pasé por Vara de Rey, antes de que nos lo pusieran patas arriba, vi que faltaba la corona de laurel que dejó maltrecha el gamberro de turno. Supongo que debe esperar remiendo en algún almacén. La puesta a punto del paseo sería una buena oportunidad para devolverla recompuesta al pedestal.