Ustedes habrán notado en las redes sociales y en las tertulias cotidianas la irrefrenable sensación de hastío, de incomodidad y de desajustes en casi todos los terrenos. Nos quejamos como si nosotros fuéramos la parte inocente de la historia o como si este fenómeno de nostalgia por el pasado hubiera llegado de repente sin motivos explicables.

No es así. La Ibiza que estamos disfrutando (pocos) o sufriendo (casi todos) la hemos ido levantando, unos más y otros menos y otros nada. Pero el proceso de rellenado de la isla ha sido ante los ojos de todo el mundo. Y ha ocurrido lo que tenía que ocurrir forzosamente: no cabemos o nos sentimos faltos de espacio, casi de atmósfera (limpia al menos). Nos encontramos con un desasosiego de fondo que no se curará con píldoras. No digamos ya aquellos pobres desgraciados que han de sufrir el estruendo insoportable de alguna discoteca, planta industrial o de una depuradora que en Ibiza siempre suele funcionar con deficiencias.

Hemos sido los ibicencos quienes hemos ido construyendo casas unifamiliares, bloques de apartamentos y hotelitos. Todavía hoy son muchos los que apelan a un derecho inexistente, como el de poder construir una casa para cada hijo. Todos sabemos perfectamente que esto es una coartada que ya no se sostiene.

En 2016 nos encontramos sin los terrenos, muchos sin las casas y sin la tranquilidad humana necesaria para desarrollar una vida sana y feliz. Por supuesto se seguirá construyendo, rellenando, amazacotando, importando cemento, ladrillos y hierro de fuera de la isla. Se seguirán aserrando las montañas calcáreas para extraer la piedra y la grava. Y después pedimos paz, buenos caminos, carreteras modernas, playas llenas pero con aguas limpias y un paisaje boscoso y rural cargado de bucólicas imágenes con sus ovejitas y sus almendros en flor. Mmmmm... quizás ya no se puedan pedir subvenciones para todo. Probemos de pedirle a los Reyes Magos que nos devuelvan la isla de 1960, el silencio, la belleza y el equilibrio, aunque dentro de un contexto de relativa pobreza. Y si no funciona la carta a los magos, solo nos queda reflexionar sobre nuestra culpa/responsabilidad. Y si esto tampoco da resultado, mejor será ir adaptándose a vivir con nuestras propias contradicciones.