Formentera se ha quedado sin estrella Michelin pero, en mi humilde opinión, Ibiza pierde mucho más este mes porque mañana nos cierra el Antonio. Raro es el vilero que no conoce el querido primer piso de la calle Abad i Lasierra ni ha disfrutado de la paella mixta del sábado o de sus ollas de legumbres y sopas, reconocibles, caseras y con el sabor de la cocina de las abuelas, esa de toda la vida que alimenta y reconforta aunque la ignoren en 'MasterChef' y cueza con fuego y nunca con nitrógeno líquido. Generosos en las raciones, siempre han acompañado los platos con el botellón de vino y gaseosa o agua y pan en abundancia, como era tradicional en las fondas ibicencas antes de que la ´modernidad´ nos racionara a 33 centilitros el líquido en la mayoría de los menús. A ellos, en cambio, les ha importado más que salieras satisfecho que añadir otro euro a la cuenta y en su inconfundible comedor de hules a cuadros, un servicio excelente ha sabido hacernos sentir como en casa.

Después de medio siglo dando de comer a generaciones de ibicencos y visitantes, ahora se despiden porque su propietario y cocinero, Antonio Iniesta, se jubila merecidamente, pero es una pena que no haya relevo. Son los restaurantes como el Antonio los que de verdad hacen nuestra ciudad y su día a día. Muchísimas gracias por tantos buenos momentos a la mesa. Os echaremos de menos.