Las subvenciones y las bonificaciones las carga el diablo. Siempre que puedo me muestro en contra, salvo excepciones muy peculiares y escasas. Ya sé que mucha gente piensa de una manera pueril que es dinero que te cae gratis del cielo y hay que pillarlo al vuelo. En realidad es dinero que te han quitado a ti de tu propio bolsillo y de hecho un año antes de que hagas la declaración de Hacienda.

Sí, las famosas retenciones que tanto duelen y te destrozan la nómina es una forma obligada de financiar al Estado para cosas que no has elegido, que no te gustan o con las que estás en desacuerdo. Nada sale gratis.

Es un mecanismo rudimentario, que con el tiempo se ha sofisticado. ¿Podrías oponerte? No. Tu empresa ya te efectúa la retención y se lleva tu dinero, que acaba en la tesorería del Estado. Si este dinero -exactamente el mismo- estuviera en tus manos podrías viajar, comer en un restaurante, comprar libros, un ordenador nuevo o ir de fiesta y pulírtelo a tu gusto. Esto significa que nada es gratis. Lo que no paga Pedro lo ha de pagar Pablo. Los planes renove, las becas, y mil artilugios contables inimaginables no son más que operaciones a menudo de marketing político. Los dispensadores de lo que te han arrebatado a la fuerza suelen ser los peores administradores porque ellos solo buscan la rentabilidad política. Es lo que solemos decir: «disparar con pólvora del Rey». En realidad esta pólvora no es del Rey, la has pagado tú y los demás contribuyentes.

De modo que de una forma tan elemental les acabamos por pagar su campaña permanente en una fastuosa e injusta orgía de clientelismo. Crean así enormes pesebres del que comen sus clientes/votantes. Es una forma repugnante de blindarse los votos, como bien se ilustra en Andalucía, pero no solo en esa Comunidad, ni solo en España. Si hubiera una Ley de Mecenazgo seria, tu con tus euros elegirías a qué artistas, teatros, collas de balladors, cines quieres subvencionar. Ahora, repito, lo hacen los políticos con tu dinero.

Este sistema de apropiación de los bienes del contribuyente, se llame socialdemocracia o se llama caradurismo, o las dos cosas, no suele ser una actividad benéfica, ni siquiera inerme ni neutra. Al contrario, como casi todos los intervencionismos del poder político, suele acarrear consecuencias graves en la sociedad y en la economía. Pueden paliar una situación momentánea, pero distorsionan otras tantas. Un ejemplo próximo, la denuncia de las navieras baleares: piden la misma ayuda que el transporte aéreo. O sea, sigue el carrusel de disparates.