Hasta principios del siglo XIX Dalt Vila cerraba cada día sus puertas a las once de la noche y las abría con el toque diana. Esos eran los únicos closings de nuestros ancestros. Ahora, a principios del XXI, los cierres se han convertido en todo un acontecimiento, tanto para los que los disfrutan a tope como para los que rezan para que llegue el día por motivos muy diferentes. Algunos anuncian que durarán dos días seguidos, inventando así el concepto ´closing meets boda gitana´ y otros, en concreto el de Space, prometen convertirse en un acontecimiento histórico que muchos querrán poder contar a sus nietos. Entre esta semana y la próxima se irán cerrando las puertas de la isla, se bajarán las persianas metálicas y se taparán con plásticos los elegantes luminosos del West End y Platja d´en Bossa. Hay políticos que se echarán una siesta de seis meses, otros que pasarán la fregona al pueblo el día antes de que lo pise el primer turista y otros que ya se han embarcado en reformas, como es el caso de Vila. La pregunta es si alguno de esos políticos será lo suficientemente valiente como para ir organizando los closings que realmente todos esperamos: el de la fiesta ´Explotación del Territorio´, el del after la ´Posidonia Destruction´, el del beach club ´Masificación a tope´ y el del club ´Recursos agotados´ o si, por el contrario, seguirán con la fiesta de la destrucción del paraíso hasta que esto implosione en un ´súper-closing´ sin vuelta atrás.