Dentro de la complicada situación política en la que se encuentra España (con un Ejecutivo que lleva en funciones más de siete meses), esta semana ha sido el momento de la confusión catalana. Por un lado, el aparente acuerdo entre el PP y fuerzas nacionalistas para lograr que Ana Pastor fuera investida como presidenta del Congreso (y que, a cambio, se facilitara que las huestes de Francesc Homs pudiera formar grupo parlamentario) y, por otro, la reunión entre la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría y su homólogo catalán, Oriol Junqueras, de ERC (que se ha saldado con la renovación de un crédito a corto plazo para la Generalitat), han generado: el enojo de la izquierda emergente(que aspiraba a colocar a Xavier Domènech como presidente), del centro (con la amenaza de Ciudadanos de votar no a Rajoy si proseguían los pactos con los independentistas) y de los medios de Madrid (que reprochaban a Rajoy llegar a acuerdos con fuerzas anticonstitucionales).

Pero, bajo este revuelo (causado por la presión presupuestaria de Bruselas y por un reconocimiento de que la capacidad de endeudamiento depende, en parte, de la buena marcha económica de Cataluña, la autonomía que más aporta al PIB), no hay nada de fondo y sólo tapa el problema principal: que no está claro que Rajoy sea presidente el 5 de agosto, ya que C´s no quiere votar afirmativamente en segunda votación€ paso previo para que Sánchez cambie su posición y pase del no a Rajoy a una abstención, lo que permitiría la constitución del nuevo Gobierno. CDC y ERC no votarán a favor de ningún Ejecutivo que no se comprometa a celebrar un referéndum sobre la independencia de Cataluña (más allá de que se pueda llegar a pactos concretos, como en días anteriores). Todo lo demás, es humo.