Por mucho que juntemos las hamacas en los metros disponibles de playa, ya no hay arena para todos. Si nos reunimos cualquier sábado o domingo los ibicencos y los doscientos mil turistas que nos visitan simultáneamente y pretendemos estirarnos en la orilla del mar, nos encontraremos con una sorpresa desagradable: no hay sitio.

Ya lo sabíamos, pero ¿quién se atreve a decirlo? Sería tanto como admitir que en las Pitiusas nos veremos obligados a imponer un cupo de numerus clausus o nos iremos todos a pique. En Formentera sufren el mismo fenómeno, por supuesto, incluso más exagerado y es más fácil visualizarlo en las rutas concurridas: ya no cabe ni un vehículo más. No es un capricho de los ecologistas ni es un arrebato de mal humor del alcalde. Es que no se cabe.

Encuentro lógico que Formentera esté rumiando pedir la suspensión de la línea de ferry directa a la Península. Es como enchufar las estrechas vías formenteranas con las modernas y amplias autovías valencianas o alicantinas. Tal línea directa debe ser muy rentable para la naviera, pero es nefasta para los intereses de Formentera. Lejos de conseguir rentabilidad, es tal ya la densidad de vehículos sobre los 80 kilómetros cuadrados que ha llevado a julio-agosto a ser un tormentoso amazacotamiento insoportable.

Lo que en Formentera son coches, en Ibiza son cuerpos humanos en busca de un bronceado relajante. Pero ya no es posible. Ni allá caben los coches ni acá los turistas. No cabemos todos.

Menos mal que ha cesado el peor ministro de la historia reciente. El peor, al menos para Baleares. Nos quiso penetrar el mar, pretendió prospeccionarnos, nos mintió cuando dijo que solo se buscaba gas, interrumpió las obras del Parador de Dalt Vila, se cargó la promoción de turistas del Imserso de 2015/16 en Baleares, boicoteó las inversiones estatutarias de unos 63 millones para la playa de Palma, nos ignoró olímpicamente en las ferias turísticas y en las reuniones políticas de trabajo y, finalmente, tuvo la desfachatez de aprobar un demencial impuesto al sol para las placas y las instalaciones solares. Sí, el canario José Manuel Soria. Adiós.