Los hoteleros, en República Dominicana, se han adueñado de las playas hasta tal punto que los negros dominicanos (por no hablar de los vecinos haitianos) no pueden disfrutar de ellas. Si intentan colocar sus sombrillas de baratillo cerca de los pareos Versace de los clientes de esos hoteles, vigilantes uniformados de postal de gimnasio cool les recuerdan cuál es su sitio en el mundo. Los dominicanos se han convertido en parias en su propia tierra.

Supongo que esta estampa tropical y clasista que hoteleros que todos conocemos han instaurado en Punta Cana es la que ciertos empresarios (algunos de ellos son los mismos), y con la connivencia de nuestros políticos, quieren para nuestras playas. Supongo que este modelo de calas y playas privatizadas y exclusivas para sus clientes es el que desearían hoteleros, empresarios de restaurantes de ses Salines y propietarios de eso que llaman beach clubs (en inglés suena más modernete), que han proliferado cual plaga a lo largo del litoral.

Hace unas semanas, un empresario playero, fastidiado, al parecer, por la reducción de hamacas en Sant Josep, ya nos dijo a los ibicencos a través de Diario de Ibiza que no le gustaba nada la imagen que damos en la playa aquellos que no contratamos sus hamacas ni consumimos aquello que nos quieran vender. Vino a decir que ellos, los empresarios de las hamacas y los parasoles, son supercool; que gracias a ellos la playa es más bonita, más fastuosa y más ordenada, y que es una pena que los demás, los que no somos sus clientes, la envilezcamos con nuestros ordinarios elementos playeros que, probablemente, no se ajusten al criterio estético del Hola para unas playas cosmopolitas de anuncio de lujo hortera. Concretamente dijo que las hamacas desmontables y las sombrillas multicolor que lleva la gente dan «una imagen patética». Pero del ruido de sus restaurantes en pleno Parque Natural, de la masificación, de los daños que a ese espacio causan y del hecho de que hayan edificado lo que deberían ser chiringuitos, de eso no hablamos.

Después de la ignominia de que nos traten como a parias por usar sombrillas no ajustadas a los cánones del glamour, y para seguir avergonzándonos a todos, llega la subasta de hamacas de Sant Josep y comprobamos cómo aún podemos caer más bajo y cómo un ayuntamiento se convierte en especulador. Si bien lo que allí se vendía son lotes de hamacas y sombrillas, estoy convencida de que, por los precios absolutamente desmesurados que han pagado, los empresarios creen alquilar la playa entera. Quizás no andan muy desencaminados.

No seré yo quien defienda las ocupaciones llevadas a cabo en los últimos años por ciertos concesionarios de playas, que no entiendo cómo es posible que no los frieran a multas, pero sin duda no ayuda nada que sean grandes y sospechosos empresarios los que se queden con el derecho a gestionar parte de nuestro patrimonio. Porque si sumas las acusaciones por narcotráfico y las sospechas de blanqueo de capitales que reúnen algunos de los que se han quedado las concesiones, y ciertos antecedentes en la destrucción y degradación de la isla, con el hecho de que se han pagado cantidades con las que uno no se explica cómo el negocio puede ser rentable, no es que no salgan las cuentas es que la única salida que nos dejan es sospechar, y mucho, de sus intenciones.

Habrá quien diga que con este espectáculo lamentable y vergonzante al menos el Ayuntamiento, que somos todos, se lleva un buen botín, pero las arcas públicas no deben llenarse a base de especulación y nuestros políticos no deben comportarse como piratas ni atraerlos. No todo vale.

Tampoco vale que empresas como Heineken puedan alquilar y cerrar una playa como pasó en s´Estanyol y es Jondal, aunque los ayuntamientos cobren por ello. Entre una cosa y otra, estamos a un paso de ser como esos negros dominicanos a los que los empresarios hoteleros echan de las playas con machacas armados.

¿No estáis todos muy cansados de que ciertos lobbies empresariales nos digan lo que es mejor para nuestra isla? ¿No estáis hartos de que los intereses depredadores de unos cuantos nos expulsen de nuestras playas y de nuestros lugares? Y creo que no es la primera vez que lo pregunto. ¿Soy la única a la que le parece que las tácticas que algunos de estos lobbies usan pueden calificarse de mafiosas y que la Justicia debería intervenir? Estoy siendo lo más sutil que me permite el tema, que no es mucho, pero estoy segura de que hay empleados a tiempo completo de la delincuencia organizada siciliana que en verano se tumban en las hamacas inmaculadas de los restaurantes que nos salvan de la mediocridad y toman notas, envidiando el sistema pitiuso de vender el alma y de robar a todo un pueblo.

No permitamos la privatización de nuestras playas. Si hay que desembarcar en Normandía o, como quien dice, en Platja d'en Bossa, es Jondal o Cala Bassa con un ejército de sombrillas multicolor se hace, pero tenemos que decir basta a esta espiral de degradación. De alguna manera.

Y entendedme la metáfora de las sombrillas, pero es necesario que nos hagamos oír y si hay que hacerlo como una fuerza aliada en una costa invadida pues habrá que hacerlo. ¿Alguien sabe dónde podría comprar un parasol de mil colores?