Claro que existe Baleares y mucho, pero nos cuesta aceptarlo, quizá por esto mismo nos sentimos cómodos siendo isla en un archipiélago. Hacemos arte del ensimismamiento y del etnocentrismo.

Las islas tienden a formular su vida en una sociedad etnocéntrica, volcada en sí misma, que tiene a ella misma por referencia de todo y con todos. El caso de Formentera es paradigmático, pues ¿desde dónde mejor se ve la isla? Desde sí misma. Desde el mirador instalado en la carretera de la Mola. Se divisa la isla partiendo dos mares y al fondo la monstruosa mole dorada de Ibiza.

Quizás por esto Formentera se ve a si misma como diferente a Ibiza, siendo que son lo mismo y los habitantes que repoblaron la isla a partir del 1700 proceden de San José y de Santa Eulalia fundamentalmente. En apenas 300 añitos, los formenterenses se han constituido en comunidad aparte, originaria y primigenia, olvidando que cada atardecer (o amanecer) pueden ver las casas de sus abuelos de Ibiza y acordarse de ellos antes de acostarse.

Recuerdo una vez que alguien de Formentera tuvo la desafortunada idea de hermanar ambas islas. Tuvo tiempo el fenicio de advertirles de tamaño dislate: no podéis ser hermanos de quienes sois nietos. Los ibicencos repoblaron Formentera hasta tal punto, que incluso el apellido Mayans, muy abundante antaño en Santa Eulalia y Sant Joan, acabó por retroceder en Ibiza para repoblar toda Formentera.

No crean que Mallorca no ha aportado su parte, tanto en Formentera como en Ibiza. No sólo disponía de mejor formación y de información más reciente, también nos prestaba algunos novios y médicos y también expertos en agricultura y otras ramas muy útiles para los payeses pitiusos. En años de emigración, Valencia y Mallorca nos solían prestar algunos novios que terminaban por enredarse en los hilos de la sutileza fenicia y quedaban dulcemente atrapados en esta isla de sobriedades históricas.

Hoy ya no. Todos gordos y triperos. Nuestro mayor esfuerzo no es para segar y recoger la cosecha antes de julio, sino por torturarnos con dietas insensatas, lo cual nos iguala con los mallorquines y los menorquines.

Por la misma razón que en una tertulia es mejor dar la paliza antes que tener que soportarla, nos convendría infiltrarnos entre las huestes capitalinas de Palma para inspirar otra forma de hacer política y de repartir la tarta. No como hoy, que van algunos políticos de Ibiza a Mallorca y parecen odiar a Ibiza. Baleares somos todos, unidos por el mismo mar, el Mar Balear.