El año pasado por estas fechas, la isla de Ibiza (y casi toda España) se cubrió de nieve y los ibicencos alegraron el corazón, porque ya sabían que sería un año de bienes. Y lo fue. Pero ni un minuto más. La sequía fue y ha seguido siendo en 2016 el rasgo más preocupante. Las previsiones de ocupación son inmejorables, casi temerariamente altas para las obsoletas infraestructuras de Ibiza y Formentera. Estas avalanchas humanas concentradas en tres meses no nos hacen ningún bien, por mucho que satisfagan a varios miles de empleados que aprovechan los meses de temporada alta para asegurarse todo el año, dentro o fuera de Ibiza.

El verano 2016 ha sido anunciado como una nueva oportunidad para batir todos los récords. Y sin embargo quienes entienden Ibiza y tienen mirada experta saben que puede ser un verano temible. Por la sequía, por la presión humana, por los accidentes por tierra y en el mar, por imponderables varios. Los ibicencos ejecutan la danza de la lluvia y practican el botellón para matar el aburrimiento invernal (y para combatir los precios inalcanzables de las discos y los bares), pero el dios del trueno no colabora y solo nos manda vientos. Agua os pedimos, oh Señor, y vos solo nos mandáis vientos -como dice una canción popular.

La sequía será agónica en Mallorca y quizás en Ibiza, no porque estemos los pitiusos mejor pertrechados de acuíferos, sino porque hemos sufrido la agudeza del problema décadas antes que Mallorca y nos hemos equipado mal que bien con un puñado de plantas desalinizadoras, que serán las que nos mantendrán el paladar humificado, junto con los barriles de cerveza.

Esperan en Mallorca una avalancha de alemanes que huyen de una Alemania ingrata y difícil. En serio, han aumentado las reservas un 10%, mientras en Ibiza seguimos expectantes, sabiendo que hemos perdido gran parte del turismo alemán y no sabemos cómo recuperarlo. Unos 40.000 menos. La peculiar mecánica de reservas con ese país nos deja ayunos de tedescos hasta que la isla mayor no esté rebosante. Efecto rebose le llaman: cuando ya no cabe ni un gordo más en Calviá empiezan a mandarlos hacia Formentera e Ibiza. Un enigma en este 2016 tan esperanzador que da hasta miedo. El hecho es que el pánico a la violencia en Turquía y Egipto han provocado un descenso de reservas del 25% y Baleares se presenta como el caballero salvador. El año de Baleares, dicen en Alemania. Prepárense.