En mayo la mayoría de ibicencos dejaron de votar a los partidos de la chuleta, ahora el PP, después el PSOE, vuelta uno, vuelta el otro, como se hace con la carne en la barbacoa. Pero en realidad no dieron suficientes votos a ninguna agrupación emergente, por lo que se recurrió a una técnica que suele ser nefasta para los ciudadanos: el pacto de perdedores.

Yo no digo que el bipartidismo no mereciera una lección magistral. Y la sigue mereciendo, pero la realidad actual será difícilmente gestionable con éxito. Porque entre otras cosas, vuelven a ejercer el poder los mismos que nos dejaron las islas en la ruina más absoluta. Los nuevos ingredientes añadidos son poco tranquilizadores.

Pudimos verlos en pleno verano, cuando fueron arrollados por la prosaica inercia de la vida. Y menos mal que por esta misma inercia se pudo salir a flote mal que bien. Pero cuando arrancamos la hoja del mes de octubre todos soltamos un suspiro de alivio.

Los tres meses posteriores han confirmado que estamos ante un pacto de progreso idéntico a los dos anteriores, por mucho que los podemitas hayan actuando como animadores con su abundancia en fuegos de artificio, insolencias de cara a la galería y frases sin más sentido que el de contentar a corto plazo a los seguidores más atentos.

Si tomamos como referencia la fenomenal fantasmada de la ampliación del aeropuerto para los jets privados y las avionetas y la comparamos con otras áreas de actuación (agua potable, moratoria urbanística, defensa de la isla en general) podremos concluir sin ningún género de dudas que estamos ante una histórica bajada de pantalones. Postureo, fantasmeo y poco más que reducirlo todo a cobrar cada final de mes.

Ni siquiera el aliñado presidente se ha dignado a presentar los planes ni los planos de su proyecto estrella: un boyante tranvía.

Ay, esta querencia socialista por emprender grandes obras, sirvan o no para algo y para alguien ¿por qué será?

Y sin embargo se mueven, se mueven derrochando dinero, sobre todo en la pancatalanización (véase la vergonzosa nueva televisión IB3 que dirige Andreu Manresa) y en subvenciones directas (creo que en 2016 ya van por los once millones).

Lo llevan en su naturaleza: gastar, vaciar las arcas, repartir entre su gente. Lo cual obliga a subir impuestos y crear otros nuevos. Ya están en la ecotasa. Vienen subidas, viene déficit y viene mayor deuda. A disfrutarlo, amigos.