En media hora cabe un universo entero. Media hora puede ser el tiempo que te doy al despertar o el que te presto de madrugada. Es el rato que quizás dedicas a perseguir y fotografiar una mariposa. Media hora es esa llamada a alguien que tienes lejos o ese café pendiente con esa persona importante a la que quizás no dedicas la atención que merece. Media hora más son treinta minutos más contigo. Como decía ´El Principito´, que al parecer sabía un rato de eso de valorar el tiempo, «cinco minutos pueden tener más importancia que un día entero». Imagínate si en lugar de cinco minutos hablamos de treinta.

Y, dicho todo esto, que alguien le explique al señor concejal de Urbanismo y Actividades de Sant Antoni (que vaya usted a saber, en realidad, cuántas y qué actividades caben en tal epígrafe) que media hora puede ser el tiempo de más que muchos vecinos de Sant Rafel tengan que esperar para poder dormir. Es esa media hora que el concejal en cuestión considera que se le puede robar a los vecinos dándoselo a las discotecas que, una y otra vez, día tras día, se han pasado por el arco, entre otras cosas, sus horarios de cierre.

Es decir, en lugar de castigar a los infractores reduciéndoles los horarios, que es lo que los vecinos esperaban, se les premia dejándoles tener abiertos sus locales media hora más al día. Esa es la política del Ayuntamiento de Sant Antoni.

Estamos hablando de discotecas que suman denuncias por incumplimiento de horarios, de llamadas diarias de vecinos denunciando sin que, la mitad de las veces, les hagan caso. Hablamos de discotecas que se permiten el lujo de enviar literalmente a tomar por saco a los policías que, alguna vez, acuden a intentar cerrar los locales, que incluso tienen alguna denuncia por desobediencia a la autoridad por negarse a permitir que se realicen sonometrías, denuncias de las que, por cierto, el Ayuntamiento no informa a los medios de comunicación. Cuanto menos se sepa, mejor. Discotecas que se ríen de las multas prácticamente simbólicas que les pone el Ayuntamiento cuando, presionado por los ciudadanos, finalmente las aplica.

Media hora más de ruido es una estafa. Es un engaño a todos aquellos que han confiado en que una nueva forma de hacer política vendría a poner algo de orden en la isla del todo vale. Esta forma de hacer política ya la conocíamos, desde luego, y estoy convencida de que si los votantes han tirado al PP por la ventana de instituciones como este ayuntamiento en cuestión y del Consell ha sido confiando en que, con la izquierda (ya no sé ni si podemos llamarla así), los ciudadanos estarían por encima de los intereses de unos pocos y podríamos frenar la degradación de una isla en la que hemos perdido calidad de vida para que cuatro se hagan ricos emborrachando guiris y rompiéndonos los tímpanos a todos. Media hora más de ruido es una traición.

Al concejal de Actividades le parece que media hora no es nada, pero media hora es lo que calculan que tardaban en morir las víctimas del Holocausto en las cámaras de gas Zyclon. Media hora es para muchos españoles (incluidos catalanes) lo que vale una siesta y perder media hora de sueño, aseguran, afecta al metabolismo humano. Media hora es una felonía.

Que alguien le explique también, a él, al resto de concejales y a ese comité de sabios al que llaman Consell de Alcaldes, que la contaminación acústica es un delito y que muchos jueces considerarían prevaricación el lavarse las manos y no actuar contra ella. Y llegados a este punto del asunto, el próximo artículo podría titularse 'Y, mientras, ¿a qué diablos se dedica la fiscalía?'.

Al final, a ningún político de esta isla debería extrañarle si muchos nos preguntamos cuánto valdrá media hora más, si un bolso de Louis Vuitton, un traje de Armani o, simplemente, unas cuantas copas gratis, porque no hace falta ser criminóloga ni periodista para sospechar de estas ´actividades´ ni para entender que si un político está dispuesto a perder votos del pueblo ignorando sus necesidades es por miedo o porque, de alguna manera, le sale rentable. ¿A qué precio nos vende el Ayuntamiento de Sant Antoni?

Sólo aquel que no respeta el tiempo de los demás, ni mucho menos el descanso de los vecinos frente a los incumplimientos de leyes y ordenanzas, puede permitirse decir una estupidez como esa de que «media hora, al final, no es que sea gran cosa. Si ampliamos media hora, pero logramos que ese horario se cumpla podríamos salir ganando todos». El horario se tiene que hacer cumplir sin concesiones y sólo aquel a quien no le importa perder el tiempo desprecia media hora.

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