Puñetero otoño, parece una estación amigable, como un segundo verano que nos da cierta tregua para cicatrizar las heridas y masajearnos las abolladuras, pero a estas alturas de la vida cualquiera se fía. En Ibiza bien. La calma soleada nos permite probar la nueva cámara y nos ponemos como niños dedicados a las arañas, lagartijas y otros seres captados en macrofotografía. Pero sabemos que el sueño acabará y las pobres cabras saladas de es Vedrà tendrán que volver a su casa de Ibiza y nosotros a nuestras faenas. Abrimos el verano tras dos estruendosos ataques terroristas en Túnez, el primero en el magnífico Museo de El Bardo y el segundo en plena playa de Kantaoui, donde un yihadista del Ejército Islámico dejó tendidos 40 cadáveres sobre las arenas blancas tan parecidas a las de es Cavallet o ses Salines.

Alerté entonces: cuidado, los lobos solitarios son más eficaces que un pelotón y llegar a nuestras Pitiusas es demasiado fácil desde Argelia, como se demostró meses después en es Caló (Formentera). Una simple lancha y un kalashnikov, que esta gente compra en cualquier esquina y nos han hundido el verano. Ahora, en pleno noviembre, me entero de que la Policía española -eficiente en este terreno tan rebaladizo- desarrolló un sofisticado dispositivo en la Costa del Sol durante todo el verano. No preguntaré si ocurrió lo mismo en Ibiza, para no dar datos a nuestros enemigos potenciales, pero imagino que no habiendo suficientes agentes para diligencias diarias es complicada la vigilancia estática. Da igual. Sabemos cómo lo hacen y la guerra es global. Sin pánicos ni histerias, pero al tanto, por si hay moros en la costa, según dice el refrán. Apelo al optimismo telúrico de los fenicios. A pesar de que manejamos unas barrigas inmensas, colosales, nuestro ADN cartaginés (o sea del actual Túnez) no puede haber olvidado los lances básicos de supervivencia. En cualquier caso, siempre nos quedarán las directrices de Vicent Torres, un presidente gramaticalmente de cara al futuro: hará, programará, quitará las cabras (¿apuestan a que no sacarán ni una?), expedientará, multará, inspeccionará... pero no sé cuándo si siempre está en las ferias, haciendo sobrasada, montando en bici o sacándose fotos con la camisa nueva.

En Ibiza hemos cambiado de estilo político, pero con casi idéntica eficacia. Vicent Serra, del PP, otro amante de las bicis, sonreía risueño y no decía nada, pero tampoco convocaba a la prensa para decir lo que no haría. Vicent Torres, del PSOE, ha comenzado con más energía: no resuelve nada, pero se pasa el día anunciando. Le sugiero que ponga una pintura en su despacho sobre la Anunciación de la Virgen, como logo y santo y seña de este Pacto III. Menos mal que no le ha pillado en París, donde los mismos que en Túnez han asestado otro golpe terrorífico. Ahora lo único que debe preocuparnos es que nos exijan carnet de buscador de setas. En catalán barcelonés, por supuesto. Y pensar que nuestros políticos nos cuestan 5 millones al año.