Si te lo miras por el lado sentimental, estas cabras sueltas en el islote de es Vedrà dan un poco de pena, quizás por esto ya llevan más de 6.000 firmas en su defensa en la plataforma Change.org. Si le damos tiempo a la gente el efecto taberna actuará como motor potenciador, como ocurrió con los opositores a las prospecciones petrolíferas, que empezaron siendo un docena y en menos de un año dieron la vuelta al planeta, en los medios informativos.

´Las cabras de es Vedrà´, escribí yo el 13 de octubre de 2010 en el Diario de Ibiza o en mi blog archivo ´Notas de un fenicio´. Pero mucho antes ya había escrito sobre este animal maravilloso. La verdad es que nunca me gustó esta operación de repoblamiento. En décadas anteriores, los ocho propietarios del islote se ahorraban el trabajo del pastor y una vez al año se embarcaban con sus cuchillas y escopetas preparados para cazar unas cuantas y celebrar un festín. Imagino que la cabra de es Vedrà debe ser correosa y con sabor a salitre, y también imagino que no tumbaban a las preñadas. Hoy sabemos que no es ninguna tradición ni ningún rito tribal de los antiguos ibicencos. Simplemente estos usaban y explotaban cualquier resquicio, en tierra fértil en los bosques o en los islotes para sacar algún provecho. Es comprensible y hasta justificable. Que hagan esto hoy no es ni una cosa ni otra. Es más, es un delito ecológico al que se debiera de poner fin cuanto antes o que lo haga subsidiariamente el Consell o el ayuntamiento de San José y pase la correspondiente factura de gastos a los dueños.

Si no me falla la memoria, cuando se reintrodujeron incluso lo publicaron en el Diario. No entiendo a que viene su postura de hoy, la de negar su autoría, aun sabiendo que de cualquier modo son los responsables de lo que ocurre en su solar. ¿Para ahorrarse unos cientos de euros para pagar la expedición de caza y captura?

No seré yo quien ejerza de inquisidor. Pero han de saber que las cabras ecológicamente son peores que un incendio forestal o que el cemento armado que amuralla nuestras costas. Son un depredador botánico fascinante, implacable, por esto se emplean en determinadas zonas marginales del bosque para limpiar la maleza y los arbustos. Lo dejan todo calvo, no queda ni una planta.

Sabiendo esto y soslayando los daños ya causados en es Vedrà, es muy lógico que se saquen del islote cuanto antes. Cazarlas vivas a todas será muy difícil, con lo cual es previsible que acaben despeñadas o como el resto de cabras en todo el planeta: cazadas y guisadas. Si algún ingenuo espera que las retire el Consell de Vicent Torres o Viviana de Sans, que coja y escoja silla. En el Consell se vive la vida en tiempo gramatical de futuro, no en presente de indicativo. Mientras, las cabras de Tanit se lanzan en saltos vertiginosos y viven o sufren bajo los vientos, la lluvia o el sol desnudo. A mí me gustaría dejar de escribir artículos y hacer solo el Diario de las Cabras. Son seres magníficos y encerrados en su cárcel parecen libres y llenas de vitalidad.